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La bella Torino y sus manjares

Una bella ciudad, al pie de los Alpes. Se puede llegar en tren desde Milán en sólo una hora.
Una bella ciudad, al pie de los Alpes. Se puede llegar en tren desde Milán en sólo una hora.

Está a una hora en tren desde Milán. Al pie de los Alpes, se erige con edificios del 1880, galerías, calles empedradas, plazas, edificios (palazzos) parques y bares. 

Torino es bellísima y está a una hora en tren desde Milán. Al pie de los Alpes, se erige con edificios del 1880, galerías, calles empedradas, lleno de plazas, edificios (palazzos) parques y bares. Y el río Po, el más largo de Italia, que la atraviesa entera y regala belleza en esta zona con puentes y vistas que lo relacionan con plazas, iglesias, montañas y miles de chimeneas en los techos de teja (con las nieves del invierno empezarán su trajín).

Entre tanta belleza citadina clásica, Torino tiene muchas heladerías artesanales pero también muchísimos bares a lo largo de sus galerías (acompañan el recorrido de las avenidas principales) y alrededor de las plazas. Todos con su propio estilo, desde los clásicos que sirven vermú con soda y que están abiertos desde 1800, a los más modernos y novedosos, que proponen coctelería influenciada por la alta gastronomía mundial (como el Smile Tree en Piazza della Consolata).

Campari es la marca impuesta en materia de aperitivos, desde el siglo 19 hasta estos días.
Campari es la marca impuesta en materia de aperitivos, desde el siglo 19 hasta estos días.

El DDR bar está en otro polo gastronómico de la ciudad (hay muchos a pocas cuadras de distancia), pero se puede ir a pie. Lo suyo está con la onda del momento, la “apericena”. Consumiendo un trago se accede a un bufet que tiene de todo: ensaladas, tartas, focaccias, verduras crudas y más. En la esquina hay mesas y sillas sobre la vereda y desde ahí se puede ver el ritmo de la ciudad. La vida nocturna empieza cuando termina la tarde y todo se apaga a eso de las 23.

El Mercado

Turín (o Torino) tiene el mercado más grande de Europa. En las afueras proliferan las tiendas de ropa y accesorios de todo tipo, a cargo de familias de inmigrantes que llegaron a la capital de la región del Piemonte para una vida mejor.

Muchos africanos, al despacho de medias, adaptadores para celulares y anillos y pulseras, entre muchísimas otras cosas.

Caffe Torino, abierto en 1868, un exquisito rincón para tomarse un Gentile (Aperol, Martini Dry, Prosseco y Mandarinetto).
Caffe Torino, abierto en 1868, un exquisito rincón para tomarse un Gentile (Aperol, Martini Dry, Prosseco y Mandarinetto).

Al aire libre están también los cientos de puestos de frutas y verduras, carnes, quesos y panes artesanales. Cada cartel que identifica al producto también indica su procedencia. En el edificio central, techado, abundan las carnes, quesos y fiambres. En todos lados hay gritos, risas y ritmo de venta. Es un mercado para visitar, colorido y perfecto para comprar y hacer la picada (el aperitivo) en los jardines del Palacio Real, que está a pocas cuadras del lugar.

Alcauciles; tomates secos con alcaparras y ajo; prosciutto con 36 meses de estacionamiento; gorgonzola cremoso; panes de masa madre; frutas, y más, pueden ser parte de ese pequeño festival de sabores al sol o a la sombra de los castaños, que proliferan en el parque.

Los bares clásicos

El bar Barrati y Milano, en Piazza Castello, es una obra de arte en sí. Está abierto desde fines de 1800 y conserva su estilo estético y gastronómico desde entonces. El aperitivo de la casa, en esta visita, fue una mezcla de vodka y jugo de melón, decorado con cerezas al marrasquino, menta fresca y naranja. Los bocaditos que acompañaron fueron inolvidables: prosciutto, ensalada rusa y focaccia, entre otras delicatessen.

Marco Salvadore, un exquisito bartender profesional, en Harry’s Bar.
Marco Salvadore, un exquisito bartender profesional, en Harry’s Bar.

A pocos metros y sobre la misma galería está el Mussalano, un pequeñísimo y pintoresco bar de paso que tiene mesas diminutas pero mucho estilo e identidad. Como en todo el recorrido los precios rondan entre los 6 euros y los 12 euros. Aquí probamos el Vermú de la casa (fatto in casa) con un poco de soda y dos hielos. Los Cramezzini (sandwichitos de miga) son deliciosos en éste y en todos los bares de Torino.

Por último, el Caffe Torino (fundado en 1858) es un buen lugar para cerrar la tarde en la barra o en una mesa, tomando un expresso o un aperitivo como el Gentile, elaborado con Aperol, Martini Dry, Prosseco y Mandarinetto (licor de mandarinas italiano) con otra cereza al marrasquino. Los carteles de neón brillan en el techo de la galería, que mira la vida nocturna de la Piazza e incluye a unos abuelos bailando en plena noche.

La conservación arquitectónica y búsqueda de la belleza en cada acto cotidiano, en cada aperitivo o en cada bocado que nos llevamos a la boca, es la regla de oro en este viaje por la ruta del buonvivere italiano, que se basa principalmente en disfrutar de la pausa, la charla, los amigos o il amore, siempre presente en este tipo de citas con los sentidos y el placer.

Mágica Venecia

Al igual que en Torino, en la increíble Venecia no hay una ruta estricta del aperitivo. Hay que hacerla, con las referencias y recomendaciones de cada caso. Por ejemplo, no se puede pasar por alto el Harry´s Bar, pequeño y emblemático espacio frente al Gran Canal, donde hay que beber un Bellini (Prosseco y pulpa de durazno natural –o en conserva– según la estación del año, en vaso tipo copa flauta ancha). Es un emblema del mundo de la coctelería y tiene su precio: 16.50 euros.

El Gran Canal de Venecia, escenario para muchos bares donde se pueden disfrutar exquisitos aperitivos.
El Gran Canal de Venecia, escenario para muchos bares donde se pueden disfrutar exquisitos aperitivos.

Hay que saber que el Harry´s Bar es muy elegante y que no se puede ingresar con zapatillas ni mochila. Como alternativa al Bellini hay muchos otros cócteles, como el Prits (9 euros) compuesto por un delicioso bitter de ruibarbo llamado Zucca que se combina con hielo y Prosseco. Un dato de color muy interesante es saber que aquí están las mismas etiquetas sobre la barra (y dispuestas en la misma ubicación) desde hace muchos, muchos años. Entre ellas está la de Fernet, claro.

El bar de Harry es un clásico de todos los tiempos creado en 1931 por el camarero y empresario Giuseppe Cipriani, a quién también se le atribuye la invención del carpaccio. Esta y otras historias increíbles están registradas en un libro que gentilmente el bartender de la casa, el señor Marco Salvadore, puede enseñarle al visitante.

Siempre vestido de riguroso traje blanco, moño negro y lentes de carey de marco grueso negro. Marco es un profesional exquisito.