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Antofalla: horizontes de sal donde muere el sol

El espejo infinito, reflejos y maravillas en el salar. (foto: Romina Musso)
El espejo infinito, reflejos y maravillas en el salar. (foto: Romina Musso)

En Catamarca se encuentra el salar más largo del mundo, un vasto desierto blanco que deslumbra con su inmensidad. Desde el pequeño pueblo de Antofalla hasta el solitario oasis de Botijuela, cada rincón esconde la belleza única de la región Puna.

En el solitario paisaje de la región de Antofagasta de la Sierra, al norte de la provincia de Catamarca, a 3900 msnm, se encuentra el pintoresco pueblo de Antofalla. Su nombre, de origen diaguita, significa “pueblo donde muere el sol”. Este apacible rincón escondido entre montañas y cerros, con casas de adobe, es hogar de la Comunidad Indígena Pueblo Kolla Atacameño. Esta comunidad, liderada por un cacique, está compuesta por 30 personas y posee un territorio de 7000 hectáreas, que incluye el impresionante salar de Antofalla y el volcán del mismo nombre, considerado un lugar sagrado por sus habitantes.

Las cosas de adobe con puertas pequeñas diseñadas para resistir el frío y el viento ( foto: Romina Musso)
Las cosas de adobe con puertas pequeñas diseñadas para resistir el frío y el viento ( foto: Romina Musso)

En Antofalla, la vida transcurre en la tranquilidad de la calle de la Soledad, que asciende levemente hasta llegar a una pequeña capilla custodiada por una montaña. Allí, un cartel hecho en piedra da la bienvenida al pueblo, siguiendo la tradición característica de la Puna y el altiplano en general. Con veredas angostas, las fachadas de las casas tienen puertas centenarias y ventanas diminutas diseñadas para resistir el viento y el frío. Sin señal telefónica y con electricidad limitada de 17 a 23 horas, el silencio y la ausencia reinan, mientras el tiempo parece detenerse en un eterno presente.

A 25 km del pueblo, a través de un desafiante camino de ripio, se encuentra el salar de Antofalla, un inmenso desierto de sal que se extiende por más de 150 km de longitud y cubre una superficie de 500 km². Rodeado por majestuosas montañas de diversos colores y vigilado por conos volcánicos, este salar tiene una forma alargada y estrecha similar a la provincia de Catamarca, lo que lo convierte en uno de los más grandes del mundo y una maravilla natural indiscutible.

La Comunidad Indígena Pueblo Kolla Atacameño en Antofalla como guardianes de la tierra.  ( foto: Romina Musso)
La Comunidad Indígena Pueblo Kolla Atacameño en Antofalla como guardianes de la tierra. ( foto: Romina Musso)

El principal atractivo del lugar es la formación de lagunas interconectadas llamadas Ojos de campo, que son géiseres apagados de agua salada con distintas tonalidades azules, verdes y anaranjadas, que permite el reflejo de las nubes, mientras la luz se multiplica en el suelo de cristal, creando espejismos donde una delgada línea parece unir o quizás separar el cielo de la tierra. Cada paso invita a detenerse y contemplar lo inmenso, lo inexplicable de sentirse en medio de la nada, donde lo infinito y lo irreal se plasman en los horizontes de sal. El imponente volcán Antofalla, el tercero más alto y activo del mundo, con sus 6409 msnm, preside este paisaje inmutable que ha perdurado sin cambios durante millones de años, donde la vida vegetal y animal es escasa.

Para llegar hasta aquí, desde Antofagasta, se deben recorrer 90km por una de las zonas más inhóspitas de la Puna catamarqueña, donde no hay agua ni vegetación, apenas una huella de piedra volcánica, por lo cual se recomienda acceder mediante un vehículo de tracción total (4x4) y con guías autorizados. A pesar de su aislamiento y condiciones extremas, Antofalla atrae a cientos de turistas que se aventuran a recorrer sus polvorientos caminos en busca de la belleza única de este rincón que parece sacado de otro planeta.

Entre volcanes y salares

A 36 km al sur de Antofalla, donde lo árido le da lugar a la vegetación, en un angosto vallecito de pastizales, se erige el paraje Botijuela, un diminuto oasis situado a una altitud de 4200 msnm, que destaca por una peculiaridad: su único habitante, Simón Morales. En medio de un silencioso y cautivante paisaje, Simón reside en una modesta casa de adobe que él mismo construyó en la cima de un géiser, con una boca de agua termal que alcanza los 40°C, rodeada por la deslumbrante blancura del salar y dominada por la imponente presencia del volcán Antofalla. El viento, el sonido del agua entre las piedras, las vistas panorámicas y algunas nubes que merodean, crean un ambiente de magia y paz que invita a la plena contemplación.

Contrastes naturales en Botijuela, un oasis entre la aridez andina.  (foto: Romina Musso)
Contrastes naturales en Botijuela, un oasis entre la aridez andina. (foto: Romina Musso)

En este entorno extremo, caracterizado por su austeridad y desolación, las vegas constituyen las únicas áreas fértiles en medio de terrenos inhóspitos como los salares. Estas vegas son el resultado de surgentes de agua que emergen desde las profundidades de la tierra, a veces manifestándose como arroyos o corrientes subterráneas que brotan a la superficie. Curiosamente, el único lugar dentro del salar que alberga vegetación es precisamente la casa de Morales. A lo largo del año, dispone de agua dulce, aunque a partir de mayo comienza a congelarse.

Los vecinos más cercanos de Simón residen en otro paraje, Las Quinoas, a una distancia de 25 km, donde solo habita una familia.

Por ofrecer una experiencia única y excepcional, Morales cobra un monto determinado a cada persona que visita el lugar, lo que incluye una panorámica impresionante del Salar de Antofalla y la majestuosa vista de los volcanes.

Cómo llegar

Para explorar la región Puna, el viaje comienza desde la Ciudad de Córdoba con destino a San Fernando del Valle de Catamarca, un recorrido de aproximadamente 440 km. El trayecto se inicia tomando la RN 9 y RN 60, seguidas por la RP 33 hasta llegar a la capital de Catamarca. Desde allí, Antofagasta de la Sierra se encuentra a 597 km, la mayoría del recorrido es por rutas asfaltadas, con solo 30 km de ripio. La parte final del trayecto es en altura. Si no se desea conducir en estas condiciones, se pueden contratar excursiones desde San Fernando o la localidad de Belén. Una vez en Antofagasta, se organizan excursiones en vehículos 4x4 para explorar Antofalla.

La fascinante geografía del Salar de Antofalla. (foto: Romina Musso)
La fascinante geografía del Salar de Antofalla. (foto: Romina Musso)
Dónde alojarse

Antofagasta de la Sierra cuenta con la mayor oferta de servicios de la zona y es un sitio ideal para hacer base. Es importante asegurar el alojamiento previamente, ya que la disponibilidad de plazas es reducida.

Algunas recomendaciones

Antes de iniciar el viaje hacia Antofagasta de la Sierra, es crucial abastecerse de combustible en Belén, ya que las primeras estaciones de servicio se encuentran a 259 km.

En la región Puna, la altura puede provocar el llamado “mal de altura” o apunamiento, manifestándose a través de síntomas como náuseas, dolores de cabeza, fatiga y cansancio. Por ello, se recomienda optar por comidas livianas, abstenerse de fumar y consumir alcohol, ingerir carbohidratos en porciones pequeñas y frecuentes, y mantenerse bien hidratado.

Entre el cielo y la tierra.  (foto: Romina Musso)
Entre el cielo y la tierra. (foto: Romina Musso)