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Pilsen, la cuna de la cerveza

Esta ciudad checa es rica en arquitectura, historia y arte. Pero sobre todo es célebre por la pilsener, cuyo método de elaboración siguen dos tercios de las cervezas del mundo.

La gótica catedral de Pilsen tiene la torre más alta de la República Checa: 103 metros, que en una suerte de numérico juego de espejos se alcanzan subiendo 301 escalones para obtener una vista extraordinaria sobre los techos de la ciudad. Pero todos, los que suben y los que no, le dedican un momento a la pequeña cabeza de un ángel en la reja exterior: según la leyenda, un condenado a muerte que la tocó siglos atrás pudo salvar su vida, y desde entonces se cree que es capaz de cumplir los deseos. De modo que no está de más confiar, acariciarlo –el desgaste indica claramente cuál es– y luego seguir recorriendo los alrededores de la Námestí Republiky, la plaza principal, auténtico corazón desde donde queda cerca todo lo que hay que visitar.

DATOS. Información útil para conocer Pilsen.

La plaza misma luce tres famosas fuentes-esculturas, que representan –con bastante imaginación– un ángel protector, un galgo y un camello: estos tres símbolos, esta vez reconocibles, se hallan también en el atrio de la catedral. Y aunque las fuentes fueron más que discutidas al momento de su instalación, hoy son una parte firme del paisaje de la ciudad, como el edificio de fachada renacentista en el que actualmente funciona la sede municipal (donde se puede entrar para pedir orientación e información turística). Enfrente se levanta la Columna de la Peste, como en tantas otras ciudades europeas que sufrieron este flagelo: es el punto de partida de un paseo que lleva también hacia la Gran Sinagoga, uno de los edificios más destacados de Pilsen y también una prueba de la importancia de su comunidad judía antes de la ocupación nazi; el antiguo mercado (hoy convertido en galería); el Museo de las Marionetas; el Museo de la Cerveza y un gran mural que representa los personajes influyentes de la historia local: desde Emil Skoda, creador de las primeras maquinarias con su apellido, hasta el compositor Smetana, el rey Vaclav II y el emperador Francisco José.

Pilsener pura

Pero quien viene a Plzeň –su nombre checo– sabe bien lo que busca, porque aquí nació la cerveza lager de Pilsen, la famosa pilsener cuyo método de elaboración siguen dos tercios de todas las cervezas del mundo. Todos los secretos se pueden descubrir durante la visita a la fábrica Pilsner Urquell, cuyas instalaciones se muestran tal como eran en 1842, desde la sala de cocción antigua con calderas de cobre y la actual hasta los históricos sótanos cerveceros.

Tras cruzar el arco triunfal de la entrada –el mismo que aparece en las etiquetas de la célebre marca– se pasa al centro de visitantes, donde un documento exhibe la autorización brindada al municipio en el siglo XIX para producir cerveza. La decisión haría de Pilsen una ciudad afortunada: desde entonces, el éxito de su sistema de elaboración nunca se detuvo. En otra de las vitrinas se exhiben las materias primas que logran la espumosa y rubia tentación checa: malta, agua, levadura y lúpulo.

Durante las visitas, que se organizan en grupos y con guías en inglés, en parte caminando y en parte en bus para recorrer los tramos más largos de la fábrica, se puede probar la cerveza Pilsner Urquell sin pasteurizar ni filtrar, volcada en los vasos directamente desde los barriles en las frescas cavas de la fábrica contiguas a las salas de enfriado, y rodeados de aromáticos toneles: “Llevaría 70 años –cuenta Theresa, una de las guías del paseo– tomarse toda la cerveza de estos barriles de almacenado”. No hace falta tanto; alcanza con una “normal” –una jarra de medio litro de pivo o cerveza– en el gran restaurante de Urquell para un buen brindis donde muchos reiteran en voz alta el mismo deseo formulado en secreto a la cabeza del ángel: volver a disfrutar la belleza y el sabor de Pilsen y sus pilsener.