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Londres, a buen ritmo y bajo costo

Una pequeña guía por la capital inglesa para adaptar tiempo y presupuesto a nuestro viaje.

El aeropuerto de Gatwick es el encargado de recibir a los pasajeros del vuelo 7506 proveniente de Ezeiza. Después de aterrizar, el frío y la oscuridad dominan la hora de viaje hasta la concurrida Estación Victoria, en el centro de Londres.

En pleno enero, por esta tierra de reyes y artistas, el sol no asoma sino hasta las ocho de la mañana. El camino comienza en el barrio Shoreditch, la zona hípster de la ciudad: mientras los grafitis dominan el lente de la cámara, mercados callejeros y bares alternativos invitan a pasar para degustar un té inglés a media mañana.

La siguiente parada, menos de una hora más tarde, es la Torre de Londres. El castillo de la Torre, que colinda con las aguas del río Támesis, fue fundado en 1066 y marcó la historia británica, ya que quien controlara este territorio tendría el mando del país. A escasos metros se encuentra el emblemático Tower Bridge (“el puente de la torre”), que desde 1894 se erige sobre el Támesis.

DATOS ÚTILES. Información útil para divertirse en Londres.

Enmarcando el río más importante de Inglaterra se ubican todas las atracciones más nombradas en los sitios de turismo, guías y revistas de viajes. El London Eye es el primero en aparecer: la gran vuelta al mundo se levanta sobre la principal urbe del reino. El ticket de ingreso es elevado para algunos presupuestos, pero su imagen también se puede apreciar desde la base.

Desde este punto, además, se obtiene una de las postales más fotografiadas de la ciudad. En primer plano está el Puente de Londres, y por detrás, al otro lado del cauce, se alza el reloj más famoso del mundo: el Big Ben, a cuyo lado se asoma el Palacio de Westminster (también conocido como la Casa del Parlamento).

El circuito puede seguir, después de saltear espectáculos de magia callejera, en el parque St. James. Vagar por sus senderos es materia obligatoria, más aún si el final es en el Palacio de Buckingham, la residencia real. A esta visita se le anexan muy bien unos mates en el Hyde Park (otro de los parques reales de Londres).

La intersección de calles conocida como Picadilly Circus es la cereza del postre. Ahí, enormes pantallas led inundan la noche. Desde los pies de la Fuente de Eros, y al ritmo de un violín vagabundo, la jornada llega a su final.

En bici

Los incontables puntos marcados en el mapa requieren de un pequeño cambio de planes: sobre dos ruedas, el paseo es mucho mejor. Como tantas ciudades del Viejo Continente, Londres cuenta con un sistema de bicicletas públicas que permiten descubrirla a un buen ritmo y a bajo costo.

La ostentosa Catedral St. Paul, de pie desde el siglo XV, abre el telón de este segundo día. Pedalear por callejuelas de película, en donde la historia se combina con lo moderno, me abstrae de la realidad. De repente, una inscripción en la calle me trae de nuevo al mundo: “look right” (“mire a la derecha”), leo en letras blancas. Por estas latitudes, en donde se conduce por la izquierda, el andar requiere mucha concentración, y más si se es parte del tránsito.

Sin darme cuenta se abre paso ante mí el Covent Garden, un centro comercial que aún conserva resabios del mercado navideño que hasta hace unos días le regalaba su brillo a este rincón de la ciudad. Después, los adoquines me guían hasta la Trafalgar Square, frente a la Galería de Arte. Ahí, miles de artistas se juntan a exponer sus obras bajo el sol del mediodía.

El recorrido sigue en el barrio de Camden Town, “el Güemes europeo” según lo describió una conocida. En este lugar, incontables tiendas se mezclan entre los turistas y se pueden encontrar productos de lo más variados.

El GPS me lleva luego a conocer el paso de cebra más famoso del mundo, en Abbey Road. Acá se realizó la conocida foto de los Beatles que protagonizó la portada del disco que lleva el nombre de la calle y que, claro está, hoy aparece en las imágenes de miles de turistas.

Los últimos rayos de sol acompañan el pedaleo final hasta Notting Hill, escenario de vastas películas. Sin duda, vale la pena recorrerlo a punta de talón. Las casas victorianas, enlazadas con tiendas de lujo, invitan a soñar mientras el cuerpo se pierde por casas de antigüedades. Una despedida perfecta de la ciudad.