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Francia a la romana

Todo el año se pueden visitar las localidades francesas que están separadas entre sí por sólo 35 kilómetros. (Gentileza: Pierre Dumas)
Todo el año se pueden visitar las localidades francesas que están separadas entre sí por sólo 35 kilómetros. (Gentileza: Pierre Dumas)

Arles y Nîmes son dos joyas de la herencia imperial en el sur de Francia separadas por apenas 35 kilómetros. Localidades unidas por un pasado glorioso y un presente de arte y buen vivir.

Dicen que todos los caminos conducen a Roma. Sin embargo, bien podrían conducir hasta el sur de Francia, donde los romanos dejaron una huella duradera que va mucho más allá del idioma (tanto la langue d’oil como la langue d’oc, como se conoce a los dialectos del norte y del sur del país, son derivados del latín) para extenderse hasta la arquitectura, la gastronomía y el estilo de vida.

Estas localidades ofrecen playa de río, buena gastronomía y bastante info cultural e histórica. (Gentileza: Pierre Dumas)
Estas localidades ofrecen playa de río, buena gastronomía y bastante info cultural e histórica. (Gentileza: Pierre Dumas)

La gran puerta de entrada a la región (dos regiones en realidad, porque si bien Arles y Nîmes distan sólo 35 kilómetros entre sí pertenecen, respectivamente, a la Provenza y Occitania) es el gran puerto de Marsella, conectado con las principales ciudades de Europa por tren y avión. Desde allí se puede iniciar el recorrido en tren o autobús, aunque lo ideal es moverse en auto para disfrutar los magníficos paisajes provenzales, que incluyen al comienzo del verano las famosas hileras de lavandas en flor.

“La ciudad de Van Gogh”

Desde que el artista holandés la inmortalizó en sus cuadros, Arles se convirtió en “la ciudad de Van Gogh”, y los paisajes del pintor son una de sus mejores cartas de presentación. Pequeña y acogedora, la ciudad está a menos de 100 kilómetros de la vibrante Marsella, y al borde de un auténtico paraíso natural: el Parque Regional de Camargue, famoso por sus arrozales, su exquisita fleur de sel y los caballos blancos (los memoriosos recordarán Crin blanca, un clásico film de Albert Lamorisse de 1953).

La antigua Arelate romana había tentado primero a los griegos, que se asentaron en un punto preciso donde el Ródano se abre en dos brazos y forma un delta antes de volcar sus aguas en el Mediterráneo. Más tarde, Julio César la elevó a la categoría de “ciudad romana” y quiso convertirla en una suerte de Roma en miniatura, dotándola de una herencia que se respira en sus calles hasta el día de hoy. Quien quiera conocer la historia en profundidad puede visitar primero el Museo de Arles Antigua, que se remonta hasta los tiempos de las Galias y permite apreciar una réplica de la armoniosa Venus de Arles (la original ahora se encuentra en el Louvre) que se encontró en las excavaciones del Teatro Antiguo de la ciudad. Pero, incluso sin buscarla, la historia sale al paso, porque las imponentes Arenas —que semejan un mini Coliseo— dominan el centro de la ciudad. Construido en el siglo 1, este anfiteatro romano que se encuentra entre los más grandes y mejor conservados del mundo inspiró a Van Gogh. Hoy día es el escenario privilegiado de corridas de toros (que no hieren ni matan al animal), obras de teatro y espectáculos musicales. Ideal para escuchar, por ejemplo, un concierto que incluya L’ Arlesienne de Bizet (es decir, “la chica de Arles”).

La “Ciudad de Van Gogh" llaman a Arles desde que el artista holandés la inmortalizó en sus cuadros. (Gentileza: Pierre Dumas)
La “Ciudad de Van Gogh" llaman a Arles desde que el artista holandés la inmortalizó en sus cuadros. (Gentileza: Pierre Dumas)

La historia vuelve a cruzarse con el viajero en Los Alyscamps, una antigua necrópolis que muchos visitan para tratar de recrear en sus fotos las mismas perspectivas que pintó Van Gogh. En este lugar, tan famoso que mereció una mención en la Divina Comedia de Dante Alighieri, se conservan sarcófagos de piedra heredados de una de las más antiguas comunidades cristianas de las Galias.

La fuerza del pasado no hace mella, sin embargo, en el alegre presente de Arles, una ciudad conocida por su movida cultural, que incluye los Encuentros de fotografía entre julio y septiembre, y el espectacular complejo creativo LUMA, con una distintiva silueta diseñada por Frank Gehry. Vale la pena esperar al atardecer para ver cómo se refleja el sol—con esa luz especial que Van Gogh buscaba en el sur de Francia— en la moderna torre del edificio. Porque en Arles, sin dudas, la vida discurre con un ritmo más tranquilo que en las grandes ciudades de Francia: hay tiempo para tomarse un café en la Plaza del Foro (donde perdura el famoso café pintado por Van Gogh, que hoy lleva su nombre) y para recorrer con tranquilidad el mercado que se monta en las calles los miércoles y sábados por la mañana. Lleno de frutas, especias, flores (lavandas, por supuesto), quesos, croissants, arroz, aceite de oliva, coloridas telas y artesanías, todo es una tentación de aromas y sabores que brillan todo el año bajo el sol provenzal.

Nîmes y su casa cuadrada

La antigua provincia romana, sin embargo, no se agota en Arles. Todo lo contrario: aún queda por ver una de sus grandes joyas en Nîmes, que hoy tiene unos 150 mil habitantes, pero ya tenía unos 20 mil —número notable para la época— en torno al siglo 2. Aunque sin saberlo, son muchos los que pronuncian su nombre a diario cuando hablan del denim, la famosa tela que se popularizó a partir del siglo 19 y que significa, justamente, “de Nîmes”.

Bastante más grande que Arles, sigue siendo una ciudad fácilmente caminable, que se ganó el apodo de la “Roma francesa” gracias a sus monumentos, sus avenidas y sus templos. De clima agradable, es otro de los destinos que simbolizan el savoir vivre francés, hecho de excelente gastronomía, refinados perfumes y diseño.

Se sabe que los romanos eran grandes constructores y esto se divisa a los largo de los edificios antiguos en ambas ciudades. (Gentileza: Pierre Dumas)
Se sabe que los romanos eran grandes constructores y esto se divisa a los largo de los edificios antiguos en ambas ciudades. (Gentileza: Pierre Dumas)

Hoy el pasado romano que hizo famosa a Nîmes es tangible todavía en la Torre Magna, en las murallas de la ciudad, en el anfiteatro magníficamente conservado —vale la pena pasear de noche junto a sus arcos iluminados— y sobre todo en la famosa Maison Carrée (Casa Cuadrada) que es uno de sus grandes orgullos.

A pesar de su nombre, la Maison Carrée no es una verdadera casa (y ni siquiera es cuadrada): en verdad es un templo de planta rectangular, levantado poco antes de la era cristiana, que tiene la rara particularidad de no haber sido alterada a lo largo de los siglos.

Mientras otros templos y monumentos romanos sufrían daños o cambiaban de destino —de templo a iglesia cristiana era el camino más directo—, la Maison Carrée atravesó los años airosa y hoy parece haber llegado intacta de un curioso viaje en el tiempo. Se conserva su entrada de 15 escalones, su podio y el antiguo lugar de culto, enmarcado por columnas y frontispicios que hace algunos años fueron restaurados y hoy lucen tan lozanos como hace dos mil años. Hace apenas tres meses, el antiguo templo romano de Nîmes entró por fin en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco, una antigua aspiración de la ciudad finalmente lograda.

Glanum y el Pont du Gard

El gusto romano por las termas encontró su expresión en Glanum, un antiguo centro religioso que tuvo su apogeo en tiempos de Augusto y con el tiempo quedó relegado por el esplendor de las ciudades vecinas. Muchos la conocen como la “Pompeya de las Galias”, evocando la magnífica ciudad romana destruida a comienzos de nuestra era por una violenta erupción del Vesubio. Aquí no hubo volcán: solo el paso del tiempo alcanzó para dejarla en el olvido, hasta que fue recuperada a principios del siglo 20 y convertida en uno de los centros de peregrinación de la “Francia romana”.

Pequeñas y acogedoras son Arles y Nîmes, ambas localidades francesas ubicadas en el puerto de Marsella. (Gentileza: Pierre Dumas)
Pequeñas y acogedoras son Arles y Nîmes, ambas localidades francesas ubicadas en el puerto de Marsella. (Gentileza: Pierre Dumas)

Glanum ostenta una avenida principal que conserva sus antiguos revestimientos y las columnas de varios templos. Para ponerlos en contexto, lo mejor es visitar el centro de interpretación local y el museo del cercano pueblo de Saint-Rémy-de-Provence. Allí también se encuentra Les Antiques, dos monumentos que representan el Arco del Triunfo y el Mausoleo, en el antiguo ingreso a Glanum.

Viaje en el tiempo. Hay puntos de interés en Arles y Nîmes que permiten conocer construcciones del siglo 2. (Gentileza: Pierre Dumas)
Viaje en el tiempo. Hay puntos de interés en Arles y Nîmes que permiten conocer construcciones del siglo 2. (Gentileza: Pierre Dumas)

Finalmente, este viaje en el tiempo no estaría completo sin conocer el Pont du Gard, es decir, el puente sobre el río Gard, el mayor acueducto de la Antigüedad. Se sabe que los romanos eran grandes constructores, y sin dudas lo prueban en esta obra enorme que servía para abastecer de agua a Nîmes, pero por donde también pasaban peatones y carros. Pese a su tamaño, se construyó en sólo cinco años. Hay puntos de interés a ambos lados del puente: sobre la margen derecha, hay una playa de río y un restaurante panorámico; sobre la izquierda, un centro de visitantes que brinda información y tiene un pequeño museo. Cualquiera sea el lado elegido, el atardecer será inolvidable y le pondrá un broche de oro al viaje por los vestigios romanos de Francia.

Datos útiles

Cómo llegar. Marsella recibe vuelos de toda Europa y es también uno de los principales puertos del Mediterráneo, que recibe cruceros durante gran parte del año. Desde allí es posible llegar a Arles y Nîmes en tren, autobús o auto (la mejor manera para disfrutar las rutas y pequeños pueblos de la región).

Cuándo ir. Todo el año. El verano puede ser muy caluroso, pero hay playas cercanas (lo cual también implica muchos veraneantes de toda Europa y más dificultades para conseguir alojamiento). El invierno es templado y permite moverse con más facilidad, pero hay menos eventos y espectáculos.

Qué comer. La gastronomía provenzal es uno de los orgullos de Francia. Se distingue por el aceite de oliva, los cítricos, los pescados, las hierbas, el alioli, la bouillabaisse (sopa de pescado), la tapenade (crema de aceitunas), la ratatouille o la ensalada Niçoise.

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