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Merlo al aire libre

Con su paisaje y particular microclima, la villa puntana invita a vivirla a pleno en contacto con la naturaleza.

El centro histórico de Merlo encuentra su encanto en las callecitas angostas, floridas y con farolas –como Coronel Moreau– que confluyen en la plaza Sobremonte, rodeada de barcitos y una antigua pulpería, todos los lugares con mesas en las veredas para ver la vida más larga Una cerveza artesanal en la mano. Y, en una esquina, enceguecen los blancos de la capilla de Nuestra Señora del Rosario, de formas simples, construida en 1720. 

Se trata de una ciudad que no para crecer con múltiples alternativas y que, con fortuna geográfica, la suma de la porción urbana, un paisaje impactante que se hermana con el clima seco y soleado. Esta combinación generó que la población se quintuplicara en los últimos 20 años y que ahora abundan las historias de personas que llegaron y que no cambian este lugar por ningún otro.

Caminatas ATP

El trekking más popular es el Salto del Tabaquillo (a 1.480 msnm), una caminata guiada que se inicia en la Reserva Florofaunística, en Rincón del Este, luego del espectáculo que da desde hace 20 años la Guardaparque. Todas las mañanas, a las 11.30 y con un corazón de vaca como señuelo, llama a un águila mora que y cerca para que baje, velozmente, a alimentarse. Luego organizamos el trayecto de unas cinco horas –ida y vuelta– hasta el salto, bordeando el arroyo El Molino.

Se atraviesan bosques con molles, talas y espinillos, entre otros árboles; se trepan piedras; y entre tanto aparecen pequeños saltos y ollas para darse un refresco. Luego de dos horas se llega a la meta: una casca de 18 metros. El regreso es distinto. La caminata se combina con una escalada por cable de acero, y luego se cruza de cerro en tirolesa.

Parque temático

Al regreso de la aventura toca conocer el parque Yucatán-Tierra de Comechingones, un paseo al aire libre que recrea la vida de los antiguos habitantes de San Luis y Córdoba. Antonio Serrano, el lugar de las especies autóctonas (chañar, algarrobo, molle, jarilla) exhibe las imágenes cotidianas a través de las figuras realizadas por la escultora merlina Viviana Palestrini.

Si bien los carteles brindan información sobre distintas costumbres, también se puede solicitar una visita al emprendimiento, que es recomendable para acercar didácticamente a chicos y no tanto a la cultura de los comechingones. 

Desde lo alto

Otro buen plan es dirigirse a Cabeza del Indio, un emprendimiento familiar con una privilegiada vista panorámica de la villa puntana. Está en un desvío ripioso del barrio Pasos Malos, que se extiende a la vera de Piedra Blanca, uno de los tres arroyos que forman ollas de agua clara y fresca para bañarse.

Más que un restaurante, puede decirse que es un paseo, ya que la gente va a mitigar el calor por la mañana y luego aprovecha para degustar sabores autóctonos y disfrutar de un momento ameno con la urbanización allá abajo. Es cierto que la visual es muy buena y que el almacén tiene tentadores productos regionales, pero lo mejor es cuando a las mesas dispuestas en quinchos abiertos llegan los abundantes platos con provoleta de queso de cabra, chivito al disco con papas o vacío relleno al horno de barro.

Por la tarde, se puede continuar en las alturas para llegar al archivo de la sierra, a 2.200 msnm, y consecuentemente a los miradores del Sol y del Cóndor, puntos insoslayables de la postal merlina. Desde el principio se puede apreciar el verde del Valle de Conlara, una planicie de 120 km de largo por 45 km de ancho que se extiende hacia la Sierra de los Comechingones y las Sierras Centrales. Aquí no falta el rincón de los artesanos y las ofertas de vuelos de bautismo en parapente. Desde el segundo, el atardecer es imperdible, acompañado por la inmensidad del paisaje y el grupo de cóndores que sobrevuela la quebrada.