Cinco cosas para hacer en El Durazno

Agua cristalina, playitas de arena y un entorno tapizado de verde caracterizan al río El Durazno, que nace en la ladera este del cerro Champaquí. Hay que juntar coraje para sumergirse en el agua fría y transparente, que por momento forma ollitas donde se puede nadar. Un punto muy elegido es el que se encuentra en torno al vado, apenas se ingresa a la localidad. Quienes busquen un lugar más tranquilo pueden bordear el curso de agua hacia el norte: ahí esperan las playitas con menos gente. Leer en ese entorno natural es un placer.

Cómo llegar: El Durazno está en el Valle de Calamuchita, a unos 135 kilómetros de Córdoba capital. Se llega por RP 5 hasta Santa Rosa, donde hay que tomar la RP 228. Antes de arribar a Villa Yacanto, a mano izquierda, está el ingreso al camino de tierra que conduce a El Durazno. (Foto: Florencia Vigilante).

El Durazno es, ante todo, un lugar tranquilo y silencioso. Sus calles de tierra con nombres de árboles y de animales (como Las Calandrias y Los Espinillos) invitan a caminar sin tiempo y a detenerse para apreciar un eucaliptus, una flor o una panorámica de las montañas.

Hay árboles adornados, una capilla, carteles que advierten que la velocidad máxima es de 20 km/h porque hay niños jugando, un banco para descansar en el medio del camino y hasta una máquina abandonada que los vecinos recuperaron y que hoy da la bienvenida al pueblo. También se puede disfrutar de una feria de artesanías y de espectáculos a la gorra al atardecer. (Foto: Florencia Vigilante).

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En medio de un bosquecito de pinos, en una cabaña de madera a la que se accede por una escalera, funciona la casa de té Lahuen. La intención de sus dueños fue crear un espacio que pareciera salido de un cuento. Por eso, el lugar está lleno de duendes, banderines de colores que cuelgan del techo, atrapasueños y más. Al sentarse, uno automáticamente se empieza a relajar. Después de un té con torta, es difícil irse.

Algunos precios: té en hebras para uno, $ 70; café con leche, $ 60; tortas, $ 95 la porción. (Foto: Florencia Vigilante).

Un ícono de El Durazno es el puente colgante de madera que se encuentra junto al vado de ingreso. Al atravesarlo, vale detenerse a mitad de camino para mirar el río que pasa por debajo, las familias que toman mate, los nenes que juegan en la arena y la gente que hace kayak. Precaución: sólo pueden cruzar cinco personas a la vez. (Foto: Florencia Vigilante).

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Patios del Durazno es un hotel boutique que funciona en una antigua casona de adobe. De estilo colonial, tiene rincones de sobra para relajarse: uno puede dormir la siesta en una hamaca paraguaya que cuelga sobre la pileta, sentarse a leer en un salón ambientado con muebles antiguos, probar los sabores serranos que ofrece su comedor o jugar un juego de mesa en una galería rodeada de verde. También forman parte del complejo el restaurante La Pulpería y una capilla, de acceso público. Una habitación doble con media pensión (desayuno y cena) cuesta a partir de $ 3.200 por noche.

Otras opciones de alojamiento en la zona son cabañas, casas de alquiler y campings. (Foto: Florencia Vigilante).