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Un pueblo para relajarse

ATARDECER EN PORT DE LA SELVA.
ATARDECER EN PORT DE LA SELVA.

El Port de la Selva, nombre oficial en catalán (Puerto de la Selva, en español) es un idílico pueblo de 600 habitantes estables que se multiplican por miles cada verano con la llegada de turistas.

Para llegar a Port de la Selva, hay que partir desde Barcelona, por la carretera AP7, de peaje, o por la nacional N-II aunque esta última tiene como límite máximo de velocidad los 80 kilómetros y es de una vía de ida y otra de vuelta, atraviesa numeroso pueblos, detalles que sumados demoran la llegada.

Luego de recorrer 130 kilómetros hay que tomar la salida a Figueres, con rumbo a Portbou y tras unos 30 kilómetros más, se arriba a Port de la Selva.

También se puede llegar en tren desde la Estación Sants de Barcelona hasta Llança y desde allí tomar un ómnibus para recorrer los últimos ocho kilómetros.

A Port de la Selva, al margen de los buzos, también llegan amantes del trekking, del windsurf, ciclistas y motoqueros. Los cultores del windsurf arriban cuando sopla el Tramontana, viento norte que favorece la actividad.

El pueblo tiene una vista espectacular con una bahía que se llena de barcos durante el verano, cuenta con varios hostales y un par de hoteles de gran nivel, además de tres camping que también trabajan muy bien con los turistas.

Una pequeña oficina de turismo, muy bien atendida, entrega información y folletos a los visitantes, y organiza caminatas y recorridos por los alrededores.

Durante julio y agosto el Ayuntamiento organiza diversos eventos los fines de semana, como conciertos musicales, juegos para niños, y actividades deportivas.

Dos discotecas hacen las delicias de los jóvenes mientras la gente mayor puede disfrutar de sus playas durante el día o hacer caminatas por el Parc Natural del Cap de Creus, visitar el Monasterio Sant Pere de Rodes, o pasear en bicicleta por el Camino de Ronda que bordea el mar durante ocho kilómetros.

ATARDECER EN PORT DE LA SELVA.
ATARDECER EN PORT DE LA SELVA.

Cuestión de paladar

La gastronomía catalana, en base a pescado y arroces con mariscos, es la característica de Port de la Selva, como buen vecino del Mediterráneo. A esos platos se los acompaña con buenos vinos del Penedés y cavas de Peralada, que pueden saborearse en los distintos bares ubicados sobre la costa marítima. La visión es inmejorable, el mar y las primeras estribaciones de los Pirineos.

Exitoso destino que superó su pasado

Aunque su pasado más remoto lo encontramos en documentos del año 974, lo cierto es que el pueblo, surgido como un caserío donde los pescadores guardaban sus enseres y vivían en Selva de Mar, unos dos kilómetros hacia el interior para protegerse de los piratas que navegaban por la zona, es en 1725 cuando se da cuenta de la construcción de la primera iglesia y en 1787 logra independizarse según un decreto del rey Carlos III.

Lo que entonces era un tranquilo pueblo de pescadores, con el paso del tiempo se convirtió de manera paulatina en un atractivo turístico que sigue colmando sus pequeñas y estrechas calles hasta la actualidad, a pesar de la crisis que afecta a varios países europeos.

Pero la historia más reciente de este pueblo acaba de resurgir de las aguas del Mediterráneo con el reciente hallazgo en una pequeña playa cercana, de una vieja bomba, de cinco kilos y de medio metro de largo, arrojada durante la Guerra Civil española por los aviones del dictador Francisco Franco.

El pueblo fue bombardeado en numerosas ocasiones, pero los ataques mayores se produjeron el 3 de noviembre de 1938 y el 5 de febrero de 1939, con el trágico saldo de muchos vecinos muertos y la destrucción del 70 por ciento de las construcciones del pueblo.

Precisamente recientemente, el escritor catalán Vincentç Relats presentó su libro El Port de la Selva Sota Les Bombes, donde afirma que el sostenido ensañamiento con esta población fue porque ahí se encontró una base de abastecimientos para el ejército republicano y se construía un muelle para los barcos. Ese muelle, convertido hoy en puerto, sirve de amarradero de los buques de pesca que todos los días salen por la madrugada a realizar su faena y regresan por la tarde con su cargamento, despertando la curiosidad de los turistas por ver el producto de la pesca.