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Un destino muy movido

(Fotomontaje de Javier Candellero).
(Fotomontaje de Javier Candellero).

Le dicen el “Caribe brasileño” y razones hay que lo justifican: el color turquesa de sus aguas, las playas de arenas blancas y finas y la vegetación autóctona, son algunas de ellas.

La mala suerte le dio su nombre a Angra dos Reis, ya que uno de los barcos de una expedición portuguesa encalló en la ensenada existente en el lugar el 6 de enero de 1502. De ahí su bautismo como Angra dos Reis, la “ensenada de los reyes”.

Es parte del Estado de Río de Janeiro y su geografía se reparte entre el litoral y 365 islas, las cuales, dicen, están disponibles una para cada día del año.

De ese archipiélago, la mayor es Isla Grande, un destino donde es conveniente moverse todo el tiempo para alcanzar a hacer y conocer todo, como su enorme variedad de playas. Por eso se sugiere no “casarse” con ninguna en particular, para poder experimentar nuevas aventuras día a día.

Al sur de Río de Janeiro, en el litoral fluminense, unos 160 kilómetros separan Isla Grande de la capital del carnaval. Conocida como el “Caribe brasileño” y famosa por su playa Lopes Mendes, es considerado uno de los puntos turísticos más destacados de la región, debido a que preserva su floresta tropical, densa y exuberante.

Para acceder a estas “playas caribeñas” es necesario pasar previamente por Angra dos Reis y luego de una hora de navegación en catamarán, se pisa tierra firme en el punto más importante de la isla, Villa de Abraão.

Éste es el principal núcleo urbano, dotado de una infraestructura tan sencilla como cómoda atiende a las necesidades de los visitantes.

La isla cuenta con una costa de aproximadamente 130 kilómetros y hace honor a su nombre con los 192 kilómetros cuadrados de superficie, que la posicionan como la mayor del litoral de Angra. Playas por doquier rodeadas de los matizados y diáfanos tonos verdes que pintan sus costas.

Pueblo de pescadores, donde reina la tranquilidad y el buen humor carioca, sus callecitas de tierra en su mayoría y muy angostas, sólo son transitadas por turistas que hablan diversos idiomas y exponen sus cuerpos al calor húmedo.

En la villa está prohibido el uso de automóviles salvo, claro está, el camión recolector de residuos, el de bomberos o la patrulla policial, con los cuales uno se cruza cada tanto. No más que eso. La belleza de la isla reside en su frescura y simpleza.

Este refugio de la naturaleza conserva su estado primitivo y sugiere un ritmo de vida lento y distendido. En Abraão no hay servicios con grandes lujos, lo suficiente para sentirse a gusto y experimentar unas vacaciones en sintonía con el medio ambiente. Tampoco existen grandes cadenas hoteleras que ostenten sistemas all inclusive, ni nada que perturbe o altere su entorno.

La altura de sus morros es impactante y exigente, para caminarlos, pero el premio de estar en la cima es una inmejorable vista panorámica conjugada con el regocijo de respirar en la más pura y nutrida vegetación.

El famoso Pico de Papagayo, de 980 metros, brinda la posibilidad de disfrutar  un paisaje formidable de toda la isla, con una perspectiva de más de 300 grados.

La luminosidad de su mata atlántica resplandece diariamente con las generosas lluvias y se decora de una fauna nutrida, en la que predominan pequeñas lagartijas que se pasean por todas las paredes de la villa y conviven con los visitantes de manera natural y relajada.

El verde cae vertiginoso desde la altura de las montañas y choca con la suavidad de la arena o el turquesa de las aguas. La isla se preserva como una reserva biológica y en su contorno asoman playas para todos los gustos.

La belleza irrefutable de Isla Grande le permitió imponerse en el ranking de los destinos turísticos, luego de sortear una historia que relata una seguidilla de circunstancias particulares.

Primero, fue guarida de piratas; más tarde una colonia de leprosos, y por último una cárcel, a la que se transferían todo tipo de criminales, como en la austral de Ushuaia.

La Colonia Penal Cándido Mendes, edificada en 1926, sirvió de asilo a varias personalidades, hasta que en 1994 el gobierno decidió desactivar y dinamitar el presidio. Aún quedan algunos cimientos del edificio, revestidos en su interior con fotos y datos de aquella época.

Vamos a la playa. A varias de las tantas extensiones de arena se puede acceder por medio de senderos que atraviesan la selva y que sólo es posible recorrerlos a pie.

Las opciones de aventura al aire libre son inagotables. Por las calles hay mapas indicando los 16 caminos que marcan el rumbo a muchas de la cientos de playas que emergen alrededor de la isla.

Otra alternativa es hacerlo en barco o contratar excursiones que recorren por tramos, permitiendo conocer lugares disímiles en un solo día.

Más información

-Villa de Abraâo, el epicentro