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Pura diversión y adrenalina

BEACH PARK.
BEACH PARK.

Beach Park, que abrió sus puertas hace 28 años, es hoy un enorme polo de diversión. Un complejo único en América latina, al que se accede por 120 reales (hay promociones para ir más de una jornada). Pensado para pasar el día completo en familia, ofrece diversión para los más chicos y los grandes.

“El Enigma de la Esfinge” es el primer desafío con el que se tientan los visitantes. Se trata de un conjunto de toboganes de 24 metros de altura y tres toboganes acuáticos de 16, 14 y ocho metros, de los que es posible arrojarse con gomones o no. El más alto, llamado “Sarcófago”, es un tobogán cerrado que permite un descenso a 80 kilómetros por hora, en la oscuridad.

Al frente de este corolario de desafíos al miedo, se encuentra “La Isla del Tesoro”, un barco pirata con cañones de agua, donde hay más de 70 juegos para los niños. Todos, por completo, con el agua como principal protagonista.

Luego de ir a una enorme pileta con olas artificiales, viajar por el interior del parque en gomones o dejarse caer de una torre con tubos para descenso a altas velocidades, impulsados por cañones de agua, aparece el mayor de todos los desafíos.

El "Insano". Se trata de un tobogán acuático con 41 metros de altura, "el equivalente a un edificio de 14 pisos", según la descripción oficial. A no menos de 100 kilómetros por horas, tras subir a pie durante varios minutos, el visitante, si se anima, cae a una pileta en sólo tres o cuatro segundos.

De los miles de turistas que a diario recorren el parque, pocos son los que se animan a arrojarse. Durante unas milésimas de segundo, el cuerpo de los osados queda en el aire, con el vacío de contexto, una experiencia de pánico. La caída es acompañada por los gritos de los que observan desde abajo, riendo de las caras desencajadas de aquellos que se atrevieron al desafío.

Entre los que se arrojan desde la altura y aquellos que miran desde abajo, hay un tercer grupo: los que se animaron a escalar la torre que lleva al punto más alto del tobogán, pero temblaron al final.

Al llegar a la cima, donde comienza el tobogán blanco, la vista panorámica que permite contemplar el mar, el parque entero y los hoteles que lo rodean, es otra prueba al temor. “Te das cuenta que somos muy pequeños en este universo”, concluyó un visitante antes de descender... por las mismas escaleras. Sol, playa, mar, confort, diversión, modernidad e historia confluyen en Fortaleza, al norte de Brasil, donde todo parece preparado para olvidarse del mundo.