Para evocar el pasado jesuita

Es innegable que dos hechos, los 400 años de la Universidad Nacional y la pertenencia del Papa Francisco a la orden, marcan una revalorización y mayor interés por los tesoros jesuitas que la provincia de Córdoba preserva.

El valor relevante y único de esos testimonios culturales y arquitectónicos, llevaron a la Unesco a incluir “El camino de las Estancias y la Manzana Jesuítica”, en la lista del Patrimonio de la Humanidad. Ahora el mundo entero puede descubrirlas, conocerlas y disfrutarlas.

La Estancia Caroya, a 44 ¬kilómetros de la ciudad de Córdoba, es el primer establecimiento rural fundado por la orden, en 1616.

La estancia comprende la residencia, organizada en torno a un amplio patio central y un frondoso jardín, además de la capilla, el perchel, el tajamar, los restos del molino y las acequias, que constituyen un destacado ejemplo de arquitectura residencial en el medio rural.

La Estancia de Jesús María fue el segundo núcleo productivo del sistema organizado por la Compañía de Jesús. Se construyó a partir de 1618, a 48 kilómetros al norte de la ciudad de Córdoba.

Esta estancia se caracterizó por su producción vitivinícola, que alcanzó tal grado de calidad y desarrollo, que su fama trascendió las fronteras y se prolonga hasta la actualidad.

El lagrimilla, exquisito vino elaborado a partir del mosto de 48 mil cepas cultivadas, poseía un sabor tan singular que lo llevó a convertirse en el primer vino americano degustado en la mesa real de Felipe V en Madrid.

La iglesia, de fachada sobria y nave única abovedada, muestra en su interior una importante cúpula central. Junto a la sacristía, la elegante espadaña de piedra completa la arquitectura de la finca.

La Estancia Alta Gracia, ubicada a 36 kilómetros al sudoeste de Córdoba ciudad, en 1659 dejó atrás la originaria construcción de adobe y se transformó en una estructura de cal y piedra que, con su estilo barroco, desafió la arquitectura de la época.

Estaba conformada por la residencia; el obraje, destinado principalmente a la producción textil; la carpintería y los hornos; la ranchería y sus 60 cuartos para trabajadores; el tajamar, dique artificial utilizado para el riego de los cultivos, y, obviamente, la iglesia. Su santuario es una verdadera joya del barroco colonial.

Única en el país por su fachada sin torres, posee un perfil de curvas interrumpidas y pilastras apareadas que rememoran el barroco italiano tardío.

En 1683, finalmente, se consolidó la estancia La Candelaria en manos jesuitas. Llegó a ser el mejor ejemplo de un establecimiento serrano productor de ganadería extensiva, fundamentalmente mular, destinado al tráfico de bienes desde y hacia el Alto Perú.

En los parajes rurales, a 220 kilómetros al noroeste de la ciudad de Córdoba, el entorno marcó la diferencia arquitectónica con las otras estancias jesuíticas.

La iglesia, con sus muros rocosos y sus líneas austeras, sobresale por su espadaña barroca que acuna tres campanas. Permanece casi intacta, blanca de cal, excepto en el altar que se destacan sus colores pasteles y ornamentos simples, con algunas imágenes y una talla en madera de la Virgen de la Candelaria.

Sobre un paisaje de pampa de altura, en el macizo serrano, la estancia de La Candelaria conserva rasgos de sus tiempos originarios, todo sumido en una profunda y cautivante soledad.

La estancia Santa Catalina es la más grande de todas las estancias jesuíticas y fue fundada en 1622, a unos 70 kilómetros de la ciudad de Córdoba. Santa Catalina es conocida por su iglesia, ejemplo del barroco colonial en Argentina, visiblemente influenciado por la arquitectura centroeuropea del mismo estilo.

A la monumental iglesia se le fueron sumando las demás construcciones del predio, al estilo del Medievo, claustros cercando patios; galerías con bóvedas de cañón; talleres; caballerizas; depósitos, y huertas.

En lo que antes era la ranchería de indígenas y esclavos, hoy se erige una pulpería campestre, donde el turista puede almorzar rodeado de artesanías y antigüedades.

Cada una de las estancias cuenta con guías especializados que saben hacer del recorrido algo inolvidable. Conocer este legado histórico se transforma en una experiencia única y maravillosa.

Lo que hay que saber

Alojamiento.
Santa Rosa de Calamuchita: hoteles, para 2 personas, de $ 200 a $ 350; departamentos para 4/6 personas, $ 450; cabañas para 4 / 6 personas, $ 550.

La Cumbrecita: hoteles, para dos personas, con desayuno, desde $ 400 por día. Santa Rosa de Calamuchita: cabañas para dos personas, desde ; cabañas para cuatro personas, desde $ 800.

Villa General Belgrano: Cabañas y apart cabañas, sin desayuno, dos plazas, $ 700; cuatro plazas, $ 1,100; cinco plazas, $ 1.300; desayuno, por persona, $ 25.

Alta Gracia: hotel tres estrellas, con desayuno, para dos personas, $ 1.016; Suite, con desayuno, $ 1.314. Hotel una estrella, con desayuno, para dos personas, $ 475; para tres personas, $ 580; adicional por persona, $ 100.

Villa Carlos Paz: hotel una estrella, con desayuno, para dos personas, $ 240; para tres personas, $ 330. Hotel dos estrellas, con desayuno, para dos, $ 350; para tres, $ 420, y para cuatro, $ 500. Hotel cuatro estrellas, sin desayuno, para dos, $ 950; para tres, $ 1.100; para cuatro, $ 1.300. Desayuno, por persona, $ 90.

Mina Clavero: hotel tres estrellas; con desayuno, para dos personas, $ 540; para tres, $ 750. Hotel una estrella, con desayuno, para dos, $ 240; para tres, $ 280; departamento para cuatro, $ 340. Cabañas, tres estrellas; con desayuno, dos plazas, $ 350; tres plazas, $ 420, y cuatro plazas, $ 490.

Gastronomía. Platos típicos centroeuropeos: trucha a la crema gratinada, $ 60; tabla de fiambres completa, $ 55; plato alemán (carré de cerdo ahumado con chucrut, puré de manzana y salchicha alemana), $ 80. Café $ 10 a $ 18; desayunos, de $ 20 a $ 40; gaseosas, $ 10 a $ 18; parrillada para dos, de $ 130 a ; plato de pastas, $ 38; milanesa napolitana con guarnición, $ 60; pejerrey con guarnición, $ 50; pizzas, desde $ 40; cervezas, desde $ 25, y vino de la casa, $ 30.