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Las tres islas tres

Un paisaje que se repite en las tres islas caribeñas que visita el crucero. En este caso es Aruba, pero las playas de Curazao y Bonaire son similares.
Un paisaje que se repite en las tres islas caribeñas que visita el crucero. En este caso es Aruba, pero las playas de Curazao y Bonaire son similares.

El viaje implica que esa noche y todo el día siguiente serán de navegación, por lo que habrá que programar las actividades para pasar el tiempo y disfrutar.

Alrededor de las 21, el Monarch de Pullmantur suelta amarras y pone proa hacia el mar Caribe. Desde el puente de mando se informa que el destino es Curazao, a 466 millas náuticas de distancia, algo así como 750 kilómetros.

El viaje implica que esa noche y todo el día siguiente serán de navegación, por lo que habrá que programar las actividades para pasar el tiempo y disfrutar.

Curazao y su toque holandés en las construcciones.
Curazao y su toque holandés en las construcciones.

En el camarote, todas las noches, sobre la cama, está el Diario de a bordo, en el que informan desde la hora en que saldrá y se pondrá el Sol y el pronóstico del tiempo, hasta todo lo que se puede hacer en el barco, desde la mañana hasta la hora de irse a dormir.

En el barco hay un mostrador en el que se pueden hacer las reservas para las excursiones que se programan en cada escala, algo recomendable si no conoce el destino a visitar. Sin embargo, si quiere bajar por su cuenta, con programa propio, lo puede hacer.

Las tres islas

Cabría hacer una descripción, contarle al lector cómo son estas islas de Caribe sur. No es difícil hacerlo.

Si algo distingue al Caribe es el color de sus aguas, con tonos azules y turquesas de la más amplia e inimaginable gama, y además transparentes y por si fuera poco, cálidas.

Canal de Panamá. Las esclusas de Miraflores, visita obligada en la escala del Monarch. Excursión por el día.
Canal de Panamá. Las esclusas de Miraflores, visita obligada en la escala del Monarch. Excursión por el día.

Las playas son de arenas finas y blancas, de origen volcánico y coralinas, lo cual evita que bajo los radiantes rayos del sol se calienten y quemen los pies al caminar por ellas. En estas playas, se puede caminar descalzo tranquilamente.

La arquitectura de las tres islas es la típica del Caribe con marcada influencia holandesa, particularmente en los colores pasteles, fuertes o más tenues, pero muy alegres que caracteriza a la región. Incluso, hay una historia en Curazao según la cual las casas eran blancas, pero un gobernador del siglo 19 se quejaba de su crónico dolor de cabeza y mandó a pintar todas las construcciones de colores.

Otra cosa en común es el uso de varios idiomas, entre ellos el inglés y el español, pero dos más prevalecen: el holandés y el papiamento. Y a la hora de buscar similitudes, el color de la piel de los descendientes afrocaribeños de los primeros esclavos llegados a estas islas es otra marca registrada.

A partir de estas características, Curazao, Bonaire y Aruba se parecen entre sí y con otras islas de la región, todas parte de lo que se conoció hasta alrededor de 2010 como las Antillas Holandesas, conformadas por seis islas-países dependientes de la corona de los Países Bajos. La única excepción es Sint Maarten, cuya mitad es francesa (Saint Martin).

Arquitectura típica en las construcciones de Bonaire, un estilo caribeño común a las tres islas
Arquitectura típica en las construcciones de Bonaire, un estilo caribeño común a las tres islas

Pero, volvamos al Monarch y su derrotero por el Caribe sur: tras una noche y un día de navegación, desde Cartagena, arriba a las 8 al puerto de Curazao. Luego de los trámites normales de migración, los pasajeros comienzan el desembarco. Abajo, en la explanada del puerto, aguardan los buses y vehículos que los llevarán a las excursiones.

A las 18.30 los huéspedes deberán estar de regreso, todos a bordo, porque a las 19 el barco zarpará rumbo a otro destino. Y valga una advertencia: la nave no espera; si se retrasó y llegó cuando el barco ya partió, deberá conseguir por su cuenta los recursos necesarios para alcanzar el crucero en el siguiente puerto.

Y así, luego llegará el turno de Bonaire y después Aruba, y más tarde el puerto de Colón, en Panamá para, desde allí, regresar a Cartagena, donde finalizarán los servicios de Pullmantur. Recordamos que desde este mes, el itinerario tiene un cambio: en lugar de Bonaire, se hace escala en el puerto venezolano de La Guaira.

Un rincón exclusivo a bordo

Si algo distingue a los cruceros es el hecho de que uno viaja como si lo hiciera en un hotel. Y por qué digo esto. Bueno, cuando uno se aloja en un hotel, al segundo o tercer día ya conoce al personal, a los mozos, a la mucama y quizá hasta al gerente.

En el crucero pasa algo similar: la mucama (en este caso mucamo), es siempre la misma; los mozos del restaurante, donde cada pasajero tiene asignada su mesa; los barman de cada uno de los bares; los miembros de los equipos de entretenimiento, y hasta el personal de seguridad, son siempre los mismos.

Y hasta el capitán del crucero es accesible, no sólo en el cóctel de bienvenida, sino en alguna de sus recorridas por el barco. En el Monarch, el capitán es Arkadiusz Branka, un cordial y simpático polaco que habla muy bien el español y tiene muchas anécdotas para contar, además de brindar jugosos detalles sobre el manejo de un barco de esas características.

Y así como en los hoteles hay suites y en algunos resorts sectores VIP privados, en el Monarch hay un área exclusiva que lo hace sentir al huésped como que está en un oasis privado.

Se trata del The Waves Yacht Club, un amplio espacio ubicado en la cubierta 11 del barco que parece un gran living, mesas y cómodos sillones; una larga barra en el bar, donde reinan Jazmín, experta en tragos y cócteles, y su eterna sonrisa; Lina y su personalidad chispeante, y el galante brasileño Andrés; Wi-Fi para los huéspedes que acceden al VIP, y servicio de comidas y bebidas, con bufet self service caliente y frío todos los días, desde las 7 hasta medianoche.

Dos puertas, una a cada lado del salón, comunican con un área privada de la cubierta donde hay mesas y sillones y amplias tumbonas para tomar sol, leer o simplemente tenderse a descansar. En ese sector hay servicio de bebidas todo el día y se puede fumar.

Sólo tienen acceso a The Waves Yacht Club los huéspedes alojados en las suites RS-ST-GT (13 suites) y categoría JT (50 suites), con el pago de un suplemento de U 75 por adulto.

Es una tarifa extra que, si el pasajero puede afrontarla, resulta muy recomendable. Diría que es un servicio determinante en lo que hace a la calidad del viaje, un lujo que bien merece la pena darse si el presupuesto se lo permite.