buscar

La Pampa: los ciervos braman en el bosque

Una población estimada en 2.000 ejemplares de ciervos colorados tiene su hábitat en los bosques de caldenes de la Reserva Parque Luro.
Una población estimada en 2.000 ejemplares de ciervos colorados tiene su hábitat en los bosques de caldenes de la Reserva Parque Luro.

Entre marzo y abril, en la provincia de La Pampa tiene lugar la brama de los ciervos. Un espectáculo tan único como inolvidable y que se puede presenciar en la Reserva Parque Luro, en lo que fue estancia y coto de caza de Pedro Olegario Luro.

La primera luz de la mañana se filtra entre los caldenes que iluminan de amarillo los altos pastizales. Recién comenzó el otoño y los vientos frescos que llegan desde el sur empiezan a soplar un poco más fuerte, levantan algo de polvareda sobre las huellas que serpentean en el bosque. “Hay que caminar en silencio, porque si hacemos ruido los animales que anden por ahí se van a espantar”, indica Federico, el guía con quien buscamos ciervos colorados desde hace ya media hora.

Los ciervos colorados son la postal más buscada del Parque Luro, una enorme reserva provincial ubicada en el nordeste de La Pampa, a poco más de 30 kilómetros de la ciudad de Santa Rosa.

Esta área protegida ocupa una zona de 7.500 hectáreas de bosques de caldenes que pertenecieron a Pedro Olegario Luro, un hacendado que se hiciera de estas tierras a poco de concluida la Campaña del Desierto, luego de casarse con Arminda Roca, sobrina de Julio Argentino Roca.

“Después de la victoria de Roca, el gobierno nacional autorizó el reparto de algunas de las tierras conquistadas entre los oficiales que habían participado de la campaña, entre los que estaba Ataliva Roca, el hermano de Julio Roca. Ataliva recibió 180 mil hectáreas y le cedió algo más de 20 mil a su hija Arminda. Por eso, después de su casamiento, estas tierras pasaron a pertenecer a Luro”, explica Federico mientras seguimos internándonos en los pastizales en búsqueda de los ciervos, hasta el momento esquivos. En 1910, Pedro Olegario Luro construyó en estas tierras una lujosa casona que funcionó como casco de su estancia y cuyo estilo imitaba los castillos centroeuropeos de finales del siglo 19. Alrededor de la fastuosa mansión, Luro levantó un extraordinario coto de caza, el primero de la Argentina, al que invitaba regularmente personajes de la nobleza europea que había conocido en sus viajes al Viejo Continente.

Formado tanto por especies autóctonas como introducidas, el coto ofrecía a los visitantes la posibilidad de hacerse con presas como pumas, jabalíes o ciervos colorados. “Al principio el coto de caza funcionó muy bien, pero al desatarse la Primera Guerra Mundial los europeos dejaron de venir y la estancia entró en una etapa de gran declinación y decadencia. Por eso, Luro perdió la propiedad que quedó para el Banco Hipotecario, con quien tenía una importante deuda.

En ese contexto, no existiendo ya el coto de caza, los ciervos colorados empezaron a reproducirse en gran cantidad, de manera libre y natural, hasta convertirse en parte importante de la fauna de esta región”, precisa Federico, justo cuando abandonamos la espesura de los pastizales y empezamos a caminar por una huella que corta un campo abierto al que el sol le da de lleno.

Los ciervos que trajo Pedro Luro hace más de 100 años provenían de la zona de los Cárpatos, en el oriente europeo. “Estos animales se adaptaron muy bien a la región, especialmente en las zonas de bosques de caldenes. Por eso se reprodujeron muy rápidamente y hoy se estima que existen dos mil ejemplares en el área”, detalla Federico, y agrega que “la mejor época para hacer avistaje de ciervos es el comienzo del otoño, entre el final de marzo y el final de abril, ya que en esa época tiene lugar la brama. Es el período en el que los machos marcan su territorio frente a otros ejemplares de la misma especie, para seleccionar su propio harén y concretar la reproducción. Y una de las formas de marcar ese territorio es bramando, que es el nombre que recibe al sonido que hacen los machos en este proceso de territorialidad”, detalla Federico al tiempo que comenzamos a subir hacia el mirador de un pequeño monte.

“Desde aquí los vamos a ver”, anticipa, con sus binoculares en las manos. De repente, de los bosques de caldenes sale un enorme ciervo macho que levanta su cabeza coronada por un asta de nueve puntas. “Es un ejemplar muy grande”, me dice Federico. Justo cuando estoy ajustando la lente, el ciervo abre su boca y brama sonoramente un par de veces, al tiempo que un grupo de cinco hembras se le aproxima desde la espesura.

Quietos bajo el sol de la mañana, parecen olfatearnos a lo lejos hasta que todos, el macho y las hembras, se pierden en la oscuridad del bosque. A mi lado, Federico sonríe.

Al fin, la espera y la búsqueda han valido la pena.

Tierra de menonitas

Al sur de la Reserva Parque Luro, rumbo de las rutas provinciales 18 y 1, se encuentra la colonia menonita La Nueva Esperanza. Compuesta por 1.300 habitantes y asentada sobre una enorme superficie de 10 mil hectáreas muy cercanas a la ciudad de Guatraché.

“Nuestra vida está regida por los preceptos de la Biblia e intentamos ajustarnos a esta vida en la forma más austera posible, tratando de mantenernos alejados de algunos elementos de la modernidad que pueden llegar a contaminar nuestras tradiciones”, cuenta Abraham, quien trabaja como carpintero y tras llegar desde México, como la mayoría de los habitantes de la colonia.

“Hay algunos que también llegaron de Bolivia”, agrega en un castellano que parece conservar tonos alemanes.

En su casa no hay televisores ni computadoras, al igual que en el resto de las viviendas de la colonia. Apegados a una cultura en la que la religión se hace omnipresente, los habitantes de La Nueva Esperanza parecen inmersos en un universo de serena renuncia y evidente anacronismo. Llegados al lugar en 1987, viven aislados del mundo por voluntad propia, más allá del necesario intercambio producido con la gente de los pueblos cercanos por la compra y venta de productos.

Lo que hay que saber

VUELOS. Desde Buenos Aires, Aerolíneas Argentinas tiene vuelos diarios hasta Santa Rosa. Informes en: www.aerolineas.com.ar

ALOJAMIENTO. En Santa Rosa: Hotel Calfucurá (4*) en avenida San Martín 695). Tarifas: habitación single desde $ 495 y dobles $ 630. Informes: www.hotelcalfucura.com

En Parque Luro: en la reserva Parque Luro hay cabañas para dos personas con un costo de $ 600 durante el época de brama. Teléfonos (02954) 49-9000 y 155-53868.

Colonia menonita: se recomienda visitar la colonia menonita con un guía especializado. A tales fines, contactarse con la oficina de Turismo de Guatraché: www.turismoguatrache.com.ar