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Entre chamanes y curanderas

En el mercado 9 de Octubre, de la ciudad ecuatoriana de Cuenca, las curanderas y chamanes poseen un lugar exclusivo donde trabajan diariamente. Son cinco mujeres con delantales ubicadas detrás de grandes montículos de hierbas medicinales. que utilizan para curaciones.

Arman ramos con altamisa, poleo, ruda, manzanilla, floripondio y otras hierbas, que reservan como secretos. Los pacientes esperan turno; cuando alguna de ellas los llama y tras una pequeña charla, comienza la curación. Mientras oran, golpean el cuerpo del enfermo con un ramo de hierbas y los aromas y las palabras invaden el aire.

Colocan ungüentos en la frente y el ombligo y se persignan, luego rocían con la boca una esencia sobre el cuerpo del solicitante. El “tratamiento” termina con la fricción de un huevo por el cuerpo, que luego rompen en una bolsa para leer la yema y dar el diagnóstico definitivo.

Las madres llevan niños para que los curen del mal de ojo, susto, aire y nervios y, en algunos casos, les recomiendan la ingesta de algunos yuyos. Muchos de los niños se someten al ritual con llantos pero finalmente se calman. Una vez más, en Latinoamérica se observa el tan presente sincretismo entre la medicina tradicional y la religión.

La productora de cigarrillos. En Vilcabamba, Ecuador, doña Zoila Ortega, de 97 años, es productora de cigarrillos. Esto no constituiría ninguna singularidad, si no fuera que ella sola realiza el proceso completo: planta el tabaco en su finca; lo cosecha; lo seca; arma los rollizos para dejarlo estacionar, y luego corta el tabaco. Esta última parte la realiza en la vereda, a mano, con una cuchilla sobre una tabla gastada, que habla de los miles de rollizos de tabacos que pasaron por allí.

La virtud de su producto radica en no utilizar ningún químico en la producción y en que los arma a mano, uno a uno.

Zoila está sentada en un enorme sofá, frente a una batea de algarrobo llena de tabaco. Arma 1.200 cigarrillos diarios, unas “60 cajillas”, y también vende de a 15, atados con una gomita, que resultan más baratos.

Ella no mira, sus manos hacen solas el trabajo mientras conversa, tal cual hizo durante sus casi 100 años, mientras el hijo se encarga de distribuir la mercadería por los distintos poblados. La marca de sus cigarrillos es Keico, el mismo de la fundación que la ayudó con la impresión de las cajillas.

Así, de esta manera, se pueden continuar enumerando otros oficios, como las vendedoras de espumilla, un merengue de colores que se sirve en cucuruchos, o los armadores artesanales de arreglos florales, que preparan ramos según la ocasión, y los constructores de caballitos de totora, sólo algunos de estos oficios que se conocen al recorrer distintos caminos.

Descubrir la cultura de los pueblos y vivenciarla es otra forma de viajar, no se deja el paisaje de lado aunque resalta la relación del hombre con la naturaleza.