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El barilochense más clásico

El Centro Cívico de San Carlos de Bariloche, una postal conocida de la ciudad rionegrina.
El Centro Cívico de San Carlos de Bariloche, una postal conocida de la ciudad rionegrina.

Bariloche nos recibe con lluvia, niebla y viento. Quizá, sabe que no será el actor central de nuestro primer día de viaje y eso le genera algún tipo de malestar. A pesar del clima, el avión de LAN nos regala un aterrizaje puntual y apacible.

Bariloche nos recibe con lluvia, niebla y viento. Quizá, sabe que no será el actor central de nuestro primer día de viaje y eso le genera algún tipo de malestar. A pesar del clima, el avión de LAN nos regala un aterrizaje puntual y apacible.

Ya en el prolijo aeropuerto Teniente Luis Candelaria, Matías, de Viajes Dannemann, nos guía hasta la camioneta para iniciar el transfer hasta el hotel. Durante el traslado, nos comenta que los emprendedores  turísticos vienen trabajando para complementar la nieve con otras opciones de esparcimiento: caminatas de montaña, navegación, paseos guiados.

El Centro Cívico de San Carlos de Bariloche, una postal conocida de la ciudad rionegrina.
El Centro Cívico de San Carlos de Bariloche, una postal conocida de la ciudad rionegrina.

Destaca  que han sabido sobreponerse a los fenómenos climáticos adversos, principalmente las cenizas, y que todos en la ciudad han comenzado a tomar conciencia de lo que el turismo significa para la economía de la región.

Afuera, el clima empeora y la lluvia se hace intensa, hasta que el imponente Llao Llao emerge del día gris. En un instante, entendemos que por el resto de la jornada el clima poco tendrá que ver con nuestro disfrute.

El té en el Winter

Tomar el té en el Llao Llao es una de las actividades indispensables durante una visita a San Carlos de Bariloche, tanto como subir al cerro Catedral o visitar el Nahuel Huapi.

La galería del Winter tiene la particularidad de poseer un esplendor que, lejos de impactar al visitante, lo traslada a un espacio cálido. La vista es al lago Moreno, que nos regala un verde oscuro que se corta por el viento. Todo confluye para brindarnos una experiencia gastronómica multisensorial incomparable.

Imponente, EL Llao Llao con su telón de montañas nevadas.
Imponente, EL Llao Llao con su telón de montañas nevadas.

Tres recomendaciones: priorizar las exquisiteces del bufé elaboradas con productos regionales y no dejar de probar la torta Llao Llao;  ante la tentación de un chocolate caliente, no deje de degustar las variedades de té exclusivas del hotel y, lo principal, reservar al menos con una semana de antelación.

Ubicadas en el ala Bustillo, las habitaciones Lago respetan la decoración original del hotel y tienen una vista de encanto: inmerso en el jardín del predio, el espejo de agua luce ahora un aquietado azul intenso, mientras que las aristas de luz solar que logran filtrarse a través de las espesas nubes dejan ver los picos nevados que lo rodean.

Construida en 1940, el ala Bustillo fue declarada monumento histórico municipal en 1999 y es por ello que no es posible introducir cambios edilicios.

Conscientes de las nuevas demandas, las autoridades del hotel emprendieron la edificación del ala Moreno, inaugurada en 2007. Se llega a través de un puente interno, que oficia como túnel del tiempo e introduce en la parte nueva, donde la historia es reemplazada por una oferta hotelera sofisticada y lujosa, pero sin perder el gusto clásico.

Las habitaciones se caracterizan por tener balcones que dan a las montañas y algunas cuentan con sauna e hidromasaje; pero, sin duda, las grandes atracciones del ala Moreno son el spa y la piscina climatizada.

Ubicadas en una posición estratégica, todos los atributos del paisaje se pueden observar desde las cabinas del spa: los recodos del lago, las montañas nevadas y los claroscuros que la luz produce sobre la vegetación patagónica, acompañan una sesión de relajación a cargo de personal especializado que forma parte del staff permanente del hotel. También es posible hacer un rato de sauna, húmedo o seco, o visitar el gimnasio en los días de lluvia, como el que nos tocó.

Mientras, los más chicos disfrutan de un variado play room, en el cual se pueden encontrar  hasta máquinas de Arcade, viejas glorias del entretenimiento de los años ‘90.

Sin embargo, todo parece menor al descubrir la pileta climatizada, la gran maravilla del Health Club. Dividida por temperaturas, en dos sectores, y acompañada por un hidromasaje, cuenta con una parte cubierta y otra exterior, donde los más intrépidos vivimos una experiencia inolvidable: nadar rodeados de montañas mientras el aguanieve y el viento sólo nos permitían sacar la nariz del agua.

Los dos pendientes 

El mal clima impidió conocer a fondo la cancha de golf, que cuenta con 18 hoyos. Si bien los obstáculos naturales son su principal característica, el personal encargado del área comentó que es una cancha bastante accesible para quienes juegan en ella por primera vez.

Quizá eclipsado por la gran cantidad de variantes actuales, vale señalar que en sus orígenes el Llao Llao se caracterizó por las excursiones de pesca de truchas. En la recepción hay fotos antiguas que retratan la captura de grandísimos ejemplares. El hotel ofrece excursiones de día entero y de medio día, en los distintos lugares habilitados.

El dato de color: durante una excursión, pregunté a uno de los guías si desde una de las costas del Brazo Tristeza podía tener algún pique de una trucha chica. Entre risas, me contestó que el padre había sacado una trucha de tres kilos justo, desde ese lugar unos meses antes. Igual, no creo que haya tenido más de dos kilos, los pescadores somos de exagerar un poco.

La visita 

En el mundo existen dos tipos de guías. Los enamorados del lugar que representan y los demás. Hay un método muy sencillo para saber ante qué tipo de guía uno se encuentra durante un recorrido: hacer una pregunta imposible de contestar. Los enamorados piensan un momento, y responden “no sé”; los otros contestan al azar, quizás invadidos por la impostura.

Daniela y el Llao Llao parecen corresponderse desde el inicio de los tiempos y para cada ambiente que visitamos nos reserva un dato de color. Desde la foto “Ike” Eisenhower en el rellano de la escalera hasta los nuevas generaciones de visitantes que se asustan por el crujir de la madera en los pasillos cercanos a la habitación presidencial.

La cena 

Luego de un baño reparador -el hotel cuenta con peluquería, en caso de querer llegar bien peinados a la cena después de disfrutar del agua- en el Lobby Bar nos aguardan con tapas y buenas opciones de coctelería clásica, aunque siempre en Bariloche es recomendable probar una de las variadas y muy buenas opciones de cerveza regional.

En el cálido restaurante Patagonia se sirve la cena, me vuelvo inclinar por la especialidad regional y la empanada de trucha y la brochette de cordero me devuelven con creces la apuesta. Cuando la mayor parte del hotel duerme, el barman del Lobby Bar me agasaja con una variante del Cosmopolitan hecha con frutos rojos de la zona, el cóctel corola y sintetiza mi experiencia Llao Llao.

* Enviado especial