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El barco que surca Castilla

La ciudad de Segovia, España, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco (Fotomontaje / Javier Candellero).
La ciudad de Segovia, España, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco (Fotomontaje / Javier Candellero).

La ciudad de Segovia, España, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1985.

La ciudad de Segovia está empapada de la historia dos veces milenaria de las cuatro culturas que construyeron España: romana, árabe, judía y cristiana. Y, como no podía ser de otra forma, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en 1985.

Su emplazamiento geográfico es único, al estar encaramada en la roca que delimita dos profundos valles, los de los ríos Eresma y Clamores, que la hacen parecer la quilla de un navío gigantesco que surca Castilla.

Y este “barco” dejó, en su larga travesía por la historia, grandes monasterios; iglesias románicas, y calles y barrios incomparables, donde se respira el aire limpio del cercano Parque Nacional de la Sierra del Guadarrama.

El famoso acueducto es una obra maestra de la ingeniería romana e ícono indiscutible de Segovia. Estamos ante el más grande y mejor conservado del mundo, ya que llegó intacto a la actualidad.

Todo en él es misterioso. Se ignora cuándo se construyó, pero su increíble presencia partió por la mitad a Segovia y condicionó su urbanismo desde sus orígenes. Nadie sabe el porqué se construyó esta grandiosa infraestructura, para llevar agua a un pequeño campamento ya que en la época romana Segovia era un simple asentamiento de la legión.

No en vano su leyenda atribuye la construcción al mismísimo demonio. A nosotros nos gusta narrar que lo hicieron sólo por la belleza, para demostrar  que el hombre es capaz de cualquier cosa, sobre todo los romanos, conocedores de que tenían la trascendencia asegurada.

Larga historia

Pero además, Segovia es la joya de Castilla y su reina más famosa, Isabel la Católica, fue coronada como tal allí, en la iglesia de San Miguel (1474).

Y el magnífico Alcázar, construido hace más de 900 años y que fue la residencia favorita de Alfonso X el Sabio, conserva la Sala del Trono con la famosa inscripción “Tanto Monta, Monta Tanto”.

Allí firmaron los reyes Católicos la “Concordia de Segovia”, que fijaba el reparto de las atribuciones de gobierno entre ambos cónyuges en sus respectivos territorios, Castilla y Aragón.

Musa de poetas 

Pasear por Segovia y ver cómo se confunde sutilmente la naturaleza con los monumentos, es algo indescriptible que inspiró a poetas y artistas, como a los dos grandes poetas místicos: Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz que vivieron con intensidad la ciudad que amaron.

Los restos de San Juan de la Cruz están incorruptos, en el monasterio que levantaron con sus propias manos los Carmelitas Descalzos. El inmenso poeta castellano analizó el alma humana desde su verso y su prosa:

“¡Oh llama de amor viva, / que tiernamente hieres / de mi alma en el más profundo centro!…” / “Vivo sin vivir en mí, / y tan alta vida espero, / que muero porque no muero...”

Antonio Machado, el mejor de los poetas, el caminante, el  humilde profesor sevillano, hizo su camino al andar con enseñanzas y escrituras en tierras de Castilla.

En Segovia se puede visitar su casa, como detenida en el tiempo, tanto, que parece que el poeta acaba de salir:

“Castilla mística y guerrera / Castilla gentil, humilde y brava / Castilla del desdén y de la fuerza”.

En Segovia todo parece místico y auténtico y buen ejemplo de ello es la iglesia medieval de la Veracruz (1208), con su atípica planta dodecagonal a imagen de la basílica de la Roca, en Jerusalén, construida por los caballeros Templarios.

Mitad monjes, mitad guerreros, fueron apartados por el poder, pero aún permanece en esta iglesia esotérica y extraña su halo mágico.

También merece una visita en esta zona la Casa de la Moneda, el edificio industrial más antiguo de mundo.

Por la Calle Mayor

Caminar por la Calle Mayor entre mesones, prodiga aromas de hornos de leña y asado, mientras se observan tiendas de tronío (señorío, clase) y fachadas engalanadas con filigranas de esgrafiados, hasta llegar a la maravillosa plaza de Medina del Campo, donde la estatua de Juan Bravo se rodea de palacios renacentistas, iglesias románicas y museos de arte contemporáneo. Juan Bravo fue un comunero que luchó por las libertades en Castilla, contra la opresión de los señores feudales.

El efecto que produce la imagen de este “Che” Guevara del siglo XIV, que sujeta la bandera con valentía y en conmovedora soledad, es absolutamente  dramático.

Por fin se arriba a la Dama de las Catedrales, la última catedral gótica de España que, como el resto de la ciudad, se alza desafiando el paso del tiempo y domina el paisaje desde el punto más alto de la ciudad.

Detrás de la Dama se encuentra el precioso parque del Paseo del Salón, que data de 1786, pulmón de la vieja y fenomenalmente conservada judería que llegó a tener cinco sinagogas. En la actualidad se puede visitar la Sinagoga Mayor, actual iglesia del Corpus Christi.

Desde allí, la visión de las murallas y la sierra, y el pinar que alberga al antiguo cementerio judío, con sus tumbas antropomórficas excavadas en la roca, es una sensación irrepetible.

A pedir de boca

La gastronomía segoviana, tan lejos del mar, con sus duras tierras castellanas, ofrece una de las mejores cocinas de España. Si un argentino muere por un buen asado, en Segovia encuentran su paraíso con sus corderos y cochinillos lechales, simplemente asados en antiguos hornos de leña a cargo del maestro asador.

Todos los productos del cerdo son buenos en Segovia y como decimos en España: “del cerdo nos gustan hasta los andares”,  morcillas, chorizos y casquería.

Guisos, como los judiones de La Granja; la sopa castellana; truchas; cangrejos de río; bacalao, o setas de la sierra, pueden completar el menú, en el que no puede faltar el exquisito ponche segoviano, una jugosa tarta de mazapán, crema pastelera y bizcocho almibarado.

Todas estas viandas están regadas con los vinos tintos de Rivera del Duero y los blancos de Rueda, sin duda entre los mejores de todo el país.

Ernest Hemingway fue un fanático de Segovia y dijo en uno de sus múltiples viajes a Madrid: “Teniendo tan cerca el Escorial, Segovia, sus asados, pienso en la pena de tener que morir un día y dejar todo eso atrás”.

*Especial