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Curazao y Aruba: filibusteros a la vista

UNA POSTAL, LOS BOTES PREPARADOS PARA LAS EXCURSIONES.
UNA POSTAL, LOS BOTES PREPARADOS PARA LAS EXCURSIONES.

Tenderse al sol en una playa de Curazao o Aruba y dejar volar la imaginación, puede convertirse en una fantástica película de piratas. Pero hay más para hacer, sobre todo si la visita es escala de un crucero y las horas se deben aprovechar al máximo.

El hombre está cómodamente apoltronado en una reposera, con la mirada fija en el infinito horizonte turquesa del Caribe, mientras imagina que allá, a lo lejos, hasta donde le permiten llegar sus ojos, aparece el velamen de una nave. Un poco fantasioso, imagina que es un barco tripulado por piratas o filibusteros, que encaran su proa hacia esas tranquilas y bellas playas donde él se dora al sol (ver La felicidad en una isla).

Abona su fantasía el hecho de que no fueron pocos los piratas que surcaron esas aguas y desembarcaron en las Antillas Holandesas.

A los pocos minutos la realidad le muestra una nave, sí, pero blanca e inmensa, con chimeneas, sin velas y con mucha gente en la cubierta. Es un crucero, uno de tantos, que se aproxima al puerto de la isla. Un poco curioso y algo aburrido, se acerca al espigón donde comienzan a bajar los cruceristas. Y se mezcla entre los recién llegados, para sentirse uno de ellos.

“Somos jubilados canadienses y cuando llega el frío en el norte -cuentan Hellen y Kurt- nos instalamos aquí”. La casualidad los une mientras toman cerveza helada en el bar Stone, frente al gigantesco puente giratorio Queen Emma, que une la capital, Willemstad, dividida en dos por un brazo de mar. Curazao está a muy pocas millas marinas de Venezuela, pero aquí la historia es otra, aunque cuando se originaron los movimientos independentistas de las colonias hispanas, aquí se refugió nada menos que Simón Bolívar.

La isla es chica, tiene unos 444 kilómetros cuadrados y cerca de 146.000 habitantes. Básicamente se hablan cuatro idiomas: inglés, holandés, papiamento y español. A Kurt le sorprende cuando le cuentan que en la población hay más de 100 nacionalidades.

Hay muchos afro-caribeños que le ponen color y ritmo a la isla y a la noche, por una recomendación, van a ver el show de baile Bulawaya. ¡Una maravilla!

Curazao parece pintada el mismo día que llega el viajero. Es un dato poco conocido, pero ocurre que cuando se construyen edificios y viviendas, la arena que se usa para preparar el revoque es muy salitrosa.

Por eso, un par de años después hay que volver a pintar todo, porque la humedad contenida en los muros, destruye rápidamente los colores. Si después de leer esto alguien piensa en instalar una pinturería, sepa que ya llega tarde.

Calles y avenidas son un primor: todo limpio, todo prolijo, a pesar del vendaval permanente de turistas. Se ven muchos policías a pie y otros en bicicleta, que van y vienen por el circuito asignado. El tránsito es intenso y bastante desordenado.

Si dispone de una billetera generosa, deje a su esposa retozar libremente por el centro, porque las tiendas de marca y los shopping la pueden volver loca de felicidad. Las mejores marcas internacionales de ropa, calzado y joyerías tienen alguna sucursal ahí. Otro dato, hay cerca de veinte tiendas que le pueden recalentar la tarjeta a quien no esté preparado: venden exclusivamente piezas hechas con diamantes.

Mientras ella se divierte, le aconsejo hacer un break en algún bar para disfrutar una copita del famoso “licor de Curazao”. Inolvidable: pura dulzura hecha con la corteza de naranjas de la isla.

Si dispone de un par de días más le sugiero un chapuzón en la playa de Grote Knipe, pequeña y protegida de las olas. Casi una pileta de color turquesa.

La costa norte de Curazao depara muchas sorpresas, porque el oleaje que producen los vientos alisios al atardecer, poblaron esa extensión de cavernas, puentes naturales y grandes canaletas formadas por el derrumbe de los techos de antiguas grutas.

Hay muchas alternativas de paseos para el turismo. Las mejores: el semisubmarino Sea World Explorer que navega sobre los corales y tiene, debajo de su línea de flotación, un “observatorio” con cómodos asientos para que los pasajeros disfruten del fondo del mar como si estuvieran en un submarino.

Casi todas las playas de Curazao están diseminadas a lo largo de la calma y protegida costa sudoeste, donde las aguas son calmas y limpias como un cristal. En algunas se cobra la admisión que a veces incluyen un sillón playero.

A pesar de que no es común, ni una práctica aceptable, podrá ver visitantes europeas tomando el sol en topless. Por favor tome en cuenta que no está permitido por la ley, pero que es tolerado en muchas playas.

Hay pequeñas playas privadas escondidas, como la del Amor, la Pretu o la Hula, todos lugares a los que sólo se puede llegar en bote.

Otra alternativa es un paseo en bus por la ciudad para conocer los lugares históricos, que decidieron a la Unesco a declarar a Curazao Patrimonio de la Humanidad. Si viaja con niños llévelos a ver el show de los delfines en el Acuario Curazao. Ellos también merecen lo suyo. Hay mucho más pero el tiempo apremia, ya que los pasajeros del crucero deben volver a bordo y los horarios de embarque son sagrados.

No especule. Un íntimo amigo que se descuidó, quedó varado en el puerto de Estocolmo. Los problemas que tuvo y lo que gastó en avión para alcanzar el buque en Helsinski, casi le cuestan el divorcio.

Una vez a bordo, ya la cena está servida y los viajeros se ven con un atractivo color caribeño. Algunos cruceristas, antes de irse a dormir, van por “la copa del día”: un trago que se llama Melón Rita, mezcla perfecta de tequila Oro José Cuervo, Triple Sec, Midori, licor de Melón y Sweet & Sour. El cóctel cuesta U 6,75. Al día siguiente, todos coinciden en que descansaron muy relajados.

Espen, el capitán noruego, ya había puesto rumbo a Aruba. A la mañana siguiente desembarcarán en el puerto exclusivo para los cruceros.

Lo que hay que saber. Cómo llegar. Copa tiene vuelos desde Córdoba a Aruba, con escala en Panamá. Tarifa publicada: desde U 1.100 por persona.

Crucero. El crucero desde Panamá a Cartagena, Bonaire, Curazao y Aruba, cuesta alrededor de $ 12.000 por persona con aéreo.