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Cena y cuartetazo

En los bares del 3º y 5º puentes se baila, pero en tono tranquilo, íntimo y romántico.

La primera noche, la cena es en el restaurante Michelangelo y la elección general es insalata dei frutti di mare, sopa crema fredda di patate e porri, risotto dei funghi, fileto di abadeco cotto a bassa temperatura, una selección de quesos y de postre, cannoli siciliani alla ricota con salsa all’arancia, todo esto servido en porciones de degustación que permiten probar de todo y quedar livianos para encarar el baile, próxima etapa en el derrotero.

Todos los días hay diferentes opciones de baile. En los bares del 3º y 5º puentes se baila, pero en tono tranquilo, íntimo y romántico. En cambio, en la cubierta del piso 9, al aire libre, se realizan las fiestas más movidas. Noche a noche, y siempre con diferentes temas, van desde la fiesta italiana a la noche de cumbia, la de forró o la fiesta de los ‘70.

El grupo del Colegio Nacional no es parejo entre hombres y mujeres, pero eso es lo que menos importa. Al momento de la fiesta, todos bailan con todos, todos se divierten y se contagia la alegría general.

En el grupo, los más agitadores fueron Rosario, Mauro y Laurita quienes, sin soltar sus caipirinhas y cervezas, se mezclaron con otros argentinos y con una numerosa presencia de brasileños a los que incitaron a bailar y saltar al ritmo de cuartetazo.
Poco después de medianoche, una tanda de porciones de pizzas declara el fin de la fiesta. Para los que quieren seguir, la disco sigue abierta hasta las 3 de la mañana, pero este no es el caso de nuestro grupo, que al día siguiente debe madrugar para aprovechar a pleno la escala en Río de Janeiro.

Como no todos conocen la ciudad, deciden comprar la excursión que se vende en el barco. Una recorrida rápida por las playas de Copacabana, Ipanema, Leblón; la visita al imponente Cristo Redentor, y la subida en funicular al Pan de Azúcar, brindaron un pantallazo básico de la cidade maravilhosa.

Desde allí, regreso al barco para un almuerzo bien tardío y a prepararse para disfrutar de el atardecer mientras se deja la Bahía de Guanabara atrás. Luego del agitado tour y la tarde en la piscina, muchos optan por el reparador masaje. El Spa Salute Saturnia del Costa Fortuna incluye un centro de belleza con sauna, baño turco, fitness center para tratamientos estéticos y masajes y un gimnasio vidriado, con equipamiento de última generación.

Los dos días de navegación que separan a Río de Buenos Aires, son de plena actividad. Desayunos en el bullicio del bufet o en la paz del balcón del camarote; horas de sol y piscina; la “cena del capitán”, en que la que todos lucen ropa más formal, y la muy divertida “noche italiana”, cuando sorpresivamente algunos mozos bailan con la gente y otros, desde un balcón-escenario improvisado, danzan una coreografía precisa y divertida, digna de puntuarse con un 10 de “galerita” Pachano.

Históricamente se pensaba que los viajes en crucero eran para gente grande que todo el día vestía ropas arregladas y se cuidaban las formas al extremo. Hoy, en un crucero conviven en armonía familias con chicos (para los que hay actividades especiales durante todo el día) y grupos de adolescentes y jóvenes que disfrutan del sol y bailan en la disco hasta el amanecer.

Los amigos de la “promoción ’90” comprobaron que el crucero es una gran forma de disfrutar un viaje en grupo, con actividades para todos y libertad de movimientos y seguramente serán parte de ese 40 por ciento de personas que repiten la “experiencia crucero” por lo menos una vez.