buscar

Brasil, la costa del descubrimiento

La típica geografía costera del nordeste brasileño es una impronta en lo que llaman la costa del descubrimiento. En la foto, Porto Seguro.
La típica geografía costera del nordeste brasileño es una impronta en lo que llaman la costa del descubrimiento. En la foto, Porto Seguro.

Se la llama así porque allí llegaron los primeros navegantes portugueses en 1500. En realidad, es más que un destino, son tres: Porto Seguro, Arraial d’Ajuda y Trancoso.

Desde las alturas del casco antiguo se distingue a la perfección el encuentro de las aguas verde-turquesa del océano Atlántico y las del río Buranhem, de un tono más amarronado. Una larga barrera de coral, forma un muelle natural que las separa. Son las aguas donde arribaron en el 1500, los primeros expedicionarios con Pedro Álvarez Cabral a la cabeza, para dar nacimiento a lo que hoy es Brasil.

Por eso a estas tierras se les da el nombre de Costa del Descubrimiento, y en tren de descubrir, Porto Seguro es un buen punto de partida para descubrir las bellezas de esta parte de Sudamérica.

El casco histórico de Porto Seguro es un pequeño poblado situado sobre un morro, que conserva algunas referencias que motivaron declararlo Monumento Nacional. Entre ellas tres de las más antiguas iglesias del país: Nossa Senhora da Misericordia (1526), la que albergaba a negros y blancos pobres; Sao Benedito (1549), a la que acudían sólo negros, y Nossa Senhora da Penha (1730), frecuentada por los ricos y poderosos.

La pintura de las casas, una treta para engañar a los invasores.
La pintura de las casas, una treta para engañar a los invasores.

En el casco viejo se conservan más de 40 casas históricas, entre ellas la de uno de sus primeros pobladores, el Dr. Antonio Ricaldi, prestigioso médico. Hoy la casona es la sede del consulado de Portugal. A pocos pasos, la antigua casa de los jesuitas, quienes la habitaron hasta su expulsión y hoy residencia de los defensores del pueblo, es otra de las construcciones que se destacan. Más allá, la Casa de Lenha, allí donde almacenaban los cocos que cargaban en África y servían de lastre en el cruce del océano.

El resto de las casas, restauradas para los festejos de los 500 años del descubrimiento, lucen brillantes y en su mayoría han sido convertidas en posadas, comercios de artesanías o restaurantes. En estas construcciones con vista al mar, llama la atención que a pesar de ser una misma casa, tienen su frente pintado de tres colores diferentes.

Dicen que era una vieja treta para confundir a los que intentaran invadir el poblado. Mirándolas desde el mar con los catalejos, hacían pensar que en lugar de una casa eran tres y al calcular la cantidad de habitantes, triplicaban las cifras desalentando a los invasores de su propósito.

Una breve caminata nos lleva frente al Farol da Marinha donde, a la sombra de un canelo, despliega sus exquisiteces Neuza –patrimonio inmaterial de Brasil– quien ofrece el más rico acarajé de la región. La bahiana, vestida de blanco pero con ropas más livianas y actuales, prepara el típico bollo de raíces africanas en base a feijó, frito en aceite de dendé y relleno de choclo, camarones, verduras y vatapá bien picante; un manjar callejero de 10 reales.

El acarajé de Neuza, el más rico.
El acarajé de Neuza, el más rico.

Uno de los productos que da sustento a la zona es el cultivo del cacao. En la plaza del centro histórico, Newton carga sus años pero no deja de estar cada día en su puesto y ofrecer el cacao que él seca, cocina y mezcla con azúcar, elaborando un chocolate puro sin aceites ni agregados. Un sabor intenso y salvaje para una preparación ancestral.

Newton también produce licores a base de frutos de árboles del lugar. El más famoso el licor de jenipapo, de garantizadas (por él) propiedades medicinales y afrodisíacas. Para el final de la visita, no puede faltar una demostración de capoeira, la danza-combate también de raíces africanas, que se despliega al ritmo de los tambores y el berimbau.

Pasar por la pasarela

El eje de la actividad en Porto Seguro pasa por la Passarela do Alcool. A lo largo de la avenida Portugal, se montan pequeñas barracas donde los voluntariosos barman ofrecen sus tragos y los hacen probar y el desfile de turistas es incesante. “No pueden irse de Porto Seguro sin experimentar una capeta”, nos dice João, mientras maniobra las botellas y mezcla vodka, guaraná, licor de cacao, canela y leche condensada. Este diablo (tal el significado de la palabra) puede prepararse de más de 40 formas diferentes de acuerdo a las frutas que se utilicen para darle el sabor.

Coroa Bermelha, una de las playas más bonitas.
Coroa Bermelha, una de las playas más bonitas.

En las pocas cuadras de la Passarela, se alternan los negocios muy bien instalados de regalos y artesanías, restaurantes y bares con show en vivo, con los precarios puestos callejeros. Hay ofertas para todos los gustos y presupuestos.

La Passarela es el obligado punto de encuentro antes de la fiesta. Porque en Porto Seguro, el clima es siempre de fiesta. A toda hora, la música y el baile están presentes en las barracas como Axe Moi, Tôa Tôa o Barramares, o cruzando el río Buranhem hasta la isla dos Aquarios, gigantesco complejo de diversión dentro de un área verde llena de vegetación nativa, bromelias, palmeras y manglares.

Las playas

A la mañana siguiente el sol es implacable y cobra los desarreglos de la noche anterior. Desde muy temprano las playas comienzan a poblarse. Las más famosas son las alejadas algunos kilómetros del centro, como la de Itacimirim, que no es la más frecuentada pero tiene mucho público local debido a la cercanía con el centro.

En Taperapuá están las barracas más divertidas, donde la música no deja de sonar a toda hora. Una completa infraestructura brinda buenos restaurantes, shows y animación todo el tiempo.

A 10 kilómetros del centro, en la Orla Norte, está Ponta Grande, un punto panorámico ideal para fotografiar el mar y la ciudad.

La típica geografía costera del nordeste brasileño es una impronta en lo que llaman la costa del descubrimiento. En la foto, Porto Seguro.
La típica geografía costera del nordeste brasileño es una impronta en lo que llaman la costa del descubrimiento. En la foto, Porto Seguro.

Un poco más adelante está la playa de Muta, de arena fina y blanca y lugar elegido por los practicantes de deportes náuticos. Un lugar tranquilo con naturaleza intacta, coqueros y plantas de mango que dan sombra. Es el lugar elegido por los más lujosos resorts para establecerse.

Un poco más alejada y ya en otro municipio, el de Santa Cruz de Cabrália, está Coroa Vermelha, una de las playas más bonitas de la costa, tierra originaria de los pataxó, aborígenes que recibieron a los descubridores.

En las cercanías del mar, la comunidad pataxó armó un mercado artesanal (y no tanto), que se convirtió en un paseo obligado para turistas, y abrió la posibilidad de recorrer su hábitat en plena mata atlántica. En la reserva de Jaqueira, aún viven como antes: de la pesca y la artesanía y cultivan y preparan sus medicinas. Se los ve circular con el cuerpo pintado y las cabezas emplumadas cazar con arco y flecha.