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Los tesoros de San Andrés

El mar de siete colores en San Andrés. Foto: Colombia Travel.
El mar de siete colores en San Andrés. Foto: Colombia Travel.

La isla colombiana recibe turistas todo el año, y los argentinos están entre los principales visitantes extranjeros. Por qué atrae y cuáles son los encantos más destacados del ícono caribeño que sedujeron también al mítico corsario Henry Morgan. 

Toda isla encierra tesoros y San Andrés no es la excepción. La diferencia es que, más allá de las innumerables leyendas que se tejen alrededor del corsario Henry Morgan, los tesoros de San Andrés están a la vista de todos.

Entre ellos se cuentan las sorprendentes y múltiples tonalidades que regala un mar de aguas cristalinas, arenas blancas, palmeras y peces, de todo tipo de tamaño y color, a un golpe de vista.

También mantarrayas, erizos y estrellas de mar, los pulmones de manglares, un clima tropical y hasta las carcasas de barcos frenados hace años por la barrera coralina que regala una mansa bahía en las mejores playas.

Snorkel y buceo, las actividades preferidas.
Snorkel y buceo, las actividades preferidas.

Todo eso sazonado por una gastronomía para paladares que disfrutan de pescados y frutos marinos al ritmo del reggae y el calypso.

Y hay más, pero eso basta y sobra como carta de presentación para este archipiélago ubicado a unos 770 kilómetros al noroeste de la Colombia continental.

Por si faltaba algo, la imagen de la cartografía ampliada se confabula con el marketing turístico: al ojo satelital, San Andrés luce como un caballito de mar, en cuyo lomo van montados unos 90 mil habitantes que viven casi pura y exclusivamente de lo que mueven las personas que van detrás de las experiencias que promete el Caribe colombiano.

No es poco: en todas las familias hay por lo menos un integrante que trabaja en forma directa para el turismo. Eso provoca una abundante oferta de servicios, con precios y calidad variados, difíciles de ignorar en un paraíso que abre sus brazos incluso bajo el mar.

No en vano la práctica de snorkel o de buceo está entre las preferidas y West View es un punto de referencia insoslayable. Por menos de dos dólares se accede a una profunda y cristalina piscina natural en la que cada sumergida es una postal inolvidable del mundo submarino.

En la zona hay además un parque ecológico con plantaciones frutales entre las que destaca el árbol del pan, que entrega la bread fruit (fruto de pan), presente en casi todo plato típico de la isla.

En carrito

Aunque la isla cuenta con un servicio de transporte urbano, es común que los turistas paguen unos 60 dólares para alquilar mulitas doble tracción o entre 30 y 40 dólares por carritos de golf. Con movilidad propia, la travesía huele a aventura.

El camino clásico es el anillo costero. Si se parte del área céntrica, ubicada al norte de la isla, se puede bajar hacia el sur por el oeste. A poco de andar empieza a asomar el área que concentra a los habitantes nativos.

Mar con aguas cristalinas, de distintas tonalidades, bordeado por arenas blancas en Johnny Cay, pequeño cayo frente a San Andrés.
Mar con aguas cristalinas, de distintas tonalidades, bordeado por arenas blancas en Johnny Cay, pequeño cayo frente a San Andrés.

En ese sector, el punto más alto de la isla, se instaló la iglesia Bautista, que como construcción prefabricada fue traída en barco desde Alabama (Estados Unidos) en 1844 y la encabezó Philip Beekman Livingston Jr., el pastor que impulsó la liberación de los esclavos africanos.

Más adelante aparece la Cueva de Morgan, en rigor, una especie de gruta coralina sobre la que descansa la creencia de los isleños de que fue usada por el pirata Henry Morgan para esconder parte de los tesoros con los que se quedaba, cuando se reabastecía en San Andrés.

Luego, siempre camino al sur, aparece el Cove, un área propicia para el buceo, ya que en prácticamente en toda la costa la profundidad del mar es abrupta apenas se toca agua.

En la punta sur se encuentra el hoyo soplador, una suerte de géiser marino producto de túneles en una formación coralina que, cuando el oleaje toma fuerza, exhala agua hacia arriba en la superficie rocosa.

Rose Cay, o Acuario, donde se nada entre peces multicolores.
Rose Cay, o Acuario, donde se nada entre peces multicolores.

La vuelta

En la escalada inicial hacia el norte está la playa Charquitos, recomendada para familias con niños pequeños, ya que los arrecifes retienen las corrientes del mar. También asoma Sound Bay, que es la zona más elegida por los lugareños, y las playas de San Luis.

Más adelante está Rocky Cay, que mira de frente al Acuario (Rose Cay), un cayo paradisíaco de arenas coralinas donde se nada en medio de mantarrayas y peces multicolores. Además, se puede cruzar de uno a otro islote caminando por el mar.

Lo habitual es que una excursión a esa zona incluya también pasar por Johnny Cay, otro cayo inolvidable al que se llega en lancha, abrazado por un mar más inquieto y poblado de las típicas palmeras caribeñas de sombras reparadoras en días de sol dominante.

Otra excursión recomendada es la travesía en kayak por los frondosos manglares, árboles con alta tolerancia a la sal que crecen cerca de la costa y cuya biomasa aloja una gran cantidad de especies acuáticas y anfibias, además de ser hábitat de aves.

Después está la bahía de San Andrés y el inicio de la denominada zona rosa, que aglutina al área comercial (bajo influencia libanesa), con bares, restaurantes y el área peatonal que corre paralela a la playa, donde el reggae, la salsa, el merengue o el vallenato inundan el aire desde el amanecer hasta las apacibles madrugadas.

*Especial