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Brasil: las playas más lindas

Los amplios piletones naturales se encuentran a un centenar de metros de la costa y a los que se accede en jangadas. Allí es posible descubrir parte del mundo submarino.
Los amplios piletones naturales se encuentran a un centenar de metros de la costa y a los que se accede en jangadas. Allí es posible descubrir parte del mundo submarino.

En varias oportunidades, las playas de Porto de Galinhas fueron elegidas las más lindas de Brasil. Visitamos, además, Recife, la actual capital del estado, y Olinda, que lo fue antes y que concentra buena parte del tesoro cultural de la región, como su carnaval. 

En un portugués pausado, que nadie puede dejar de entender, el hombre invita a subir a la jangada, pequeña embarcación que nos llevará hacia algo muy parecido al paraíso. El destino no está más allá de unos 100 metros de la costa.

Como si se tratara de un gondolero en plena Venecia, ayudado por un extenso palo con el que toma impulso desde el fondo del mar, en unos pocos minutos estaremos en las piscinas naturales de Porto de Galinhas, el principal atractivo de esta villa encantadora bordeada por aguas turquesas, playas extensas y cálidas que la han transformado en una de las vedettes del nordeste brasileño.

El oleaje de Maracaípe, ideal para los surfistas.
El oleaje de Maracaípe, ideal para los surfistas.

Allí, en esas piletas transparentes, formadas por arrecifes y que quedan a la vista cuando la bajamar hace su trabajo, se puede nadar junto a decenas de coloridos peces que rodean a los visitantes a cambio de algo para comer. La excursión, que no puede excederse de los 45 minutos por motivos de preservación del lugar, tiene un costo por persona de 20 reales. “Es el paseo más barato de Brasil”, aporta, pícaro, desde el timonel el responsable de la tripulación. Tiene razón.

Este lugar, ubicado a unos 60 kilómetros de Recife, capital del estado de Pernambuco, fue elegido en varias oportunidades como la playa más bonita de Brasil. Teniendo en cuenta que el vecino país cuenta con unos 8.000 kilómetros de costa, obtener ese galardón no es tarea sencilla.

Pero Porto de Galinhas es mucho más que estos pozos acuáticos ubicados a metros de la playa céntrica de la ciudad. Más de un millón de turistas por año, la gran mayoría brasileños provenientes del sur del país, llegan hasta aquí hipnotizados por el color y la temperatura cálida de estas aguas que bañan el Atlántico.

A la playa

Los 18 kilómetros de playa que conforman este destino turístico, que no ha parado de crecer en los últimos 20 años, se dividen en cuatro sectores a los que no se puede dejar de visitar.

Los amplios piletones naturales se encuentran a un centenar de metros de la costa y a los que se accede en jangadas. Allí es posible descubrir parte del mundo submarino.
Los amplios piletones naturales se encuentran a un centenar de metros de la costa y a los que se accede en jangadas. Allí es posible descubrir parte del mundo submarino.

Muro Alto es la playa del norte. Una larga y recta barrera de arrecifes separa la arena del mar abierto. Y ese espacio, convertido casi en una mega pileta natural, es ideal para nadar o practicar deportes acuáticos.

Al lugar, el más alejado del centro, hay que llegar con algún medio de movilidad. Contratar una excursión en buggy es una muy buena opción. De lo contrario hay combis que llegan hasta allí.

Del norte hacia el centro, nos encontramos con Cupe. Los principales hoteles de Porto están afincados en este sector. Y todos tienen salida a esta extensa playa de arena fina en la que hay lugar de sobra para no sentirse invadido por nadie. El mar aquí es inquieto pero nunca violento. Su oleaje permite nadar y también barrenar a aquellos más intrépidos.

Por último, y más al sur de las piscinas naturales de las que ya hablamos, aparece la bella Maracaípe. Esta playa, la más extrema del lugar, es ideal para los surfistas que, desde muy temprano por las mañanas, aprovechan para intentar domar a las olas más salvajes del lugar.

Sobre el final de esta playa llegamos al Pontal de Maracaípe, donde el mar se encuentra con el río que le da nombre a la playa. Aquí, el paseo obligado nos lleva nuevamente a las jangadas y a ponernos otra vez cara a cara con la naturaleza.

Hipocampo. Aunque no debería hacerse, los locales sacan a estos  “caballitos de mar” para las fotos
Hipocampo. Aunque no debería hacerse, los locales sacan a estos “caballitos de mar” para las fotos

En un paseo por este río que no supera la hora de duración, los jangaderos se arrojan al agua en busca de una especie única: los hipocampos. Con una destreza envidiable bucean por unos minutos entre manglares hasta atrapar los preciados caballitos de mar que, tras las fotos de rigor dentro de unos frascos de vidrio, son devueltos a su hábitat. La escapada y los 20 reales que cuesta la excursión valen la pena.

¿Y el clima? Con una temperatura promedio anual de 26 grados centígrados, las condiciones del tiempo aquí son un aliado para aquellos que vienen con el objetivo de explotar al máximo la playa. Al momento de planificar, tener en cuenta que de mayo a julio se concentra la temporada de lluvias.