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Una vida simple y real

Praia do Forte mantiene una identidad y belleza particulares que conserva gracias a la firme regulación en materia de construcción, basada en el respeto a la naturaleza.
Praia do Forte mantiene una identidad y belleza particulares que conserva gracias a la firme regulación en materia de construcción, basada en el respeto a la naturaleza.

“Luego de las lluvias, la riqueza de lo que florece y la frescura y la fragancia presentes en todas partes son abrumadoras”. Isak Dinesen, seudónimo de la escritora danesa Karen Christentze Dinesen.

El minibús nos conduce por la Ruta de los Cocoteros desde el aeropuerto de Salvador de Bahía hasta Praia do Forte. Son 55 kilómetros de autopista que corre hacia el norte paralela al mar. A medida que abandonamos la ciudad, el cemento va dejando lugar a planicies de hierba salpicadas de cocoteros.

A mitad de camino, la vegetación se va tornando más espesa hasta llegar a la exuberancia verde y casi obscena de la Reserva de Sapiranga. “La mata atlántica, esa selva tropical que hoy sólo conserva el 10 por ciento de su superficie original (y con peligro de desaparición), es una de las mayores biodiversidades del planeta. Alberga a más de 450 especies de árboles por hectárea y casi 1.600.000 especies de animales, incluidos insectos”.

Dice el informe que leo mientras el paisaje transcurre por la ventanilla. Estos números enormes y contundentes, me ayudan a entender el paisaje y valorar su riqueza.

Hace años, en la década del ’60, Klaus Peters entendió que había que hacer algo para protegerlo. Puso manos a la obra, invirtió gran parte de su fortuna en comprar 30 mil hectáreas de una vieja fazenda de cocos y diseñó su propio proyecto ecológico. Tomando como lema “gozar sin destruir”, destinó 650 hectáreas al área de reserva, 250 hectáreas a un hotel eco-resort y diseñó un pueblo respetando el estilo y las costumbres de los pescadores que ya estaban instalados. Reguló las construcciones con la consigna de que ninguna construcción debería superar la altura de un coqueiro y otorgó la propiedad de las casas a los pescadores, con la única condición de que no las vendieran, que fueran pasando a sus hijos y sucesores. Eso permitió que el pueblo cobre una identidad y una belleza particular que hasta ahora conserva.

La villa mágica. La villa cobra vida al atardecer. Lo noto cuando comienzo mi caminata desde la playa en forma curva, justo frente a la iglesia.

En el agua mansa, descansan los barquitos pesqueros y chapotean los chicos del pueblo iluminados por la luz naranja del sol escondiéndose. Poco más allá, las barracas con sillas y mesas balconeando sobre la arena lucen las infaltables cervezas. Los clientes eligen para picotear, cangrejos hervidos, langostas o peixe (pescado) frito. Pero también compran el queijo quente (queso caliente) o las castanhas que ofrecen los vendedores ambulantes. En la pequeña capilla, comienza la misa a la que acuden apenas una decena de fieles, que cantan canciones sacras con la cadencia propia del nordeste.

A partir de la iglesia con su plaza, nace la calle principal. Esta calle y la paralela, son las únicas empedradas y de tránsito exclusivamente peatonal. Aunque debemos hacer excepción de los taxi-triciclo, que llevan a tres pasajeros y también circulan por allí entre la gente. En los últimos dos años, la afluencia de turismo comenzó a transformar las casas en pequeñas tiendas y restaurantes. A lo largo de la calle se alternan boutiques, puestos de artesanía, gastronomía de todas las etnias, barcitos para tomar cerveza o caipirinha y mesas donde cada tarde se juntan los jugadores de dominó y se trenzan en apasionantes partidas.

En nuestra caminata, casi tropezamos con una banda de cinco músicos que desfilan y van recolectando gente que danza a su alrededor. Todo lo que pasa es encantador, simple y real. Tan simple como sacar las sillas a la vereda y conversar bajo la luz de la luna, mientras las cosas suceden. Pero no sólo conversar se puede en la Villa. A la noche, los bares muestran toda su actividad. El elegido por casi todos es el Bar do Souza, donde son célebres sus bolinhos de peixe, su música en vivo y las fiestas de viernes y sábado. En Praia do Forte, las distancias no son largas. Pero a la madrugada y después de varias caipirinhas quizá sea necesario recurrir a un vehículo. En ese caso, el elegido es el tuc-tuc, una especie de motito carrozada que convierte el viaje en un paseo divertido y modo seguro de regresar al hotel.

Qué hacer. Ruinas de la Casa da Torre de García D'Ávila. Se la considera la primera gran edificación portuguesa en Brasil. Asemeja un castillo medieval y fue la residencia de los García D'Ávila, dueños de más de 800 mil kilómetros cuadrados, o sea el 10% de la superficie total de Brasil y mayor latifundio del mundo. Hoy es patrimonio histórico y cultural brasileño. Allí está la iglesia Nuestra Señora de la Concepción, el edificio religioso más antiguo del país.

Piscinas do Lorde y Papa-gente. Ubicadas al norte del pueblo. Con marea baja, los arrecifes forman un área de piscinas naturales que son perfectas para practicar snorkeling y avistar coloridos peces.

Reserva de Sapiranga. Es el santuario ecológico creado por Klaus Peters. Formada por mata atlántica es el hábitat natural de diferentes especies de flores y plantas nativas.

Son 600 hectáreas de senderos bajo la arboleda, donde se observan orquídeas salvajes, pájaros, monos, mariposas, perezosos y coatíes. Hay servicio de guías. Para los que gustan de actividades más movidas, hay paseos en cuadriciclo, tirolesa y bóia-cross, flotadores individuales para deslizarse por los rápidos del río Pojuca que termina con un baño y masaje natural en una cascada.

Instituto Baleia Jubarte. Proyecto de monitoreo y conservación de la variedad de ballena jubarte. Entre julio y octubre, se hacen paseos por alta mar acompañados por biólogos para contemplarlas y comprender sus hábitos y costumbres.

Lo que hay que saber

Cómo llegar. Aéreo con GOL desde Córdoba a Salvador de Bahía, ida y vuelta, $ 2.846, más impuestos y tasas.
En Internet: www.voegol.com.br

Traslado. Salvador de Bahía a Praia do Forte en taxi hasta cuatro personas U 64,45.

Alojamiento. En el Tivoli Ecoresort Praia Do Forte: habitación Premium doble por noche desde U 744. Posibilidad de alojar hasta dos adultos y dos menores. Incluye: trago de bienvenida, desayuno y cena en restaurante Goa (bebidas sin alcohol incluidas); programa de entretenimiento y deportes y Club infantil para menores de 4 a 11 años. No incluye impuesto del 5 por ciento.
Otras opciones. En Posada Vila dos Corais habitación por noche desde, U 250.
Pousada Porto do Sol, habitación por noche desde, U 163.
Visita a proyecto Tamar: U 3.

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