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Una tarde en el gran salar

Salar de Atacama. Setenta kilómetros al sur de San Pedro y a 2.305 metros sobre el nivel del mar.
Salar de Atacama. Setenta kilómetros al sur de San Pedro y a 2.305 metros sobre el nivel del mar.

La siesta nos encuentra en el camino al Salar de Atacama. Antes de la meta, una breve escala en Toconao, pueblo típico de la región.

La siesta nos encuentra en el camino al Salar de Atacama. Antes de la meta, una breve escala en Toconao, pueblo típico de la región.
Casi solitario, el pueblo muestra las cicatrices de la inundación reciente cuando se desbordó el río Jere, que lo atraviesa.

El implacable sol castiga al pueblo que muestra perfiles fantasmales por el demoledor calor, que obliga a resguardarse, y porque la población masculina en su mayoría trabaja en las minas no metálicas del gran salar, en la extracción de litio, bórax y salitre.

En torno a la plaza, pequeño corazón urbano, somnolientos comercios de artesanías esperan a los turistas. La atención la acapara el viejo campanario de San Lucas, del siglo XVII, que por el impacto de un terremoto quedó depositado sobre el terreno tras ser desprendido de la iglesia, la que quedó destruida. El actual templo, de sencilla factura, está atrás del campanario, lo que indudablemente es una curiosidad.

En Toconao, las viviendas son austeras. La mayoría construidas con piedra liparita, cuya principal propiedad es aislar los efectos del calor en verano y del frío en el invierno.

Laguna Chaxa. La laguna Chaxa está dentro del Salar de Atacama, el más grande de Chile, ubicado a 70 kilómetros al sur de San Pedro y a 2.305 metros sobre el nivel del mar. Para quienes conocen el gran salar de Uyuni (en Bolivia), este resulta muy diferente.

El salar boliviano se presenta como un gran espejo llano, mientras éste tiene una superficie irregular que se asemeja a una inmensa torta decorada con picos de merengue con dulce de leche. Son costras de sal con acumulación de cristales.

El salar es parte de la Reserva Nacional Los Flamencos, abarca tres mil kilómetros cuadrados y atesora el 40 por ciento de las reservas mundiales de litio. Allí se concentran poblaciones de flamencos andinos, chilenos y en menor medida, James, acompañados por patos y gansos.

Atardece, el sol despliega sus rayos sobre la laguna. Como en un tácito acuerdo, los turistas se agolpan en la punta del muelle e imitan a los flamencos.

Una Babel a los pies del Licancabur

San Pedro de Atacama aglutina a descendientes de diversas comunidades aborígenes que se dedican a la agricultura y al creciente fenómeno del turismo. Esperan que un próximo censo confirme la presunción generalizada de que el pueblo supera holgadamente los 5 mil habitantes.

Calles de tierra y antiguas construcciones de adobe atraen a turistas europeos, norteamericanos y brasileños, que lo visitan en búsqueda de culturas precolombinas.

La peatonal Caracoles junta a locales y extranjeros en un intenso trajinar que se extiende a la madrugada en pubs, fondas, restaurantes y fiestas clandestinas, tal como en las ciudades grandes. Inevitable es analizar los efectos de la transculturación y el impacto de la llegada de gente de otras latitudes.

Ajenos a estos análisis globalizadores, la antigua plaza con gigantes aguaribayes es flanqueada por la iglesia, que atestigua registros de construcción de 1774, y por el Museo Arqueológico Gustavo Le Paige, nombre que recuerda al jesuita belga que marcó un antes y un después en la región con investigaciones históricas y arqueológicas.

La iglesia, de adobe, tiene techumbre de madera de cactus, vigas de algarrobo, atadas con cuero y muestra en sus muros exteriores las marcas del adobe dañado por la lluvia.

San Pedro de Atacama, bello pueblo oasis junto a la desembocadura del río San Pedro, atesora un valioso linaje ancestral.

Entre la cordillera de la Sal al poniente y la cordillera de los Andes al oriente, tiene un 60 por ciento de población flotante, conformada por turistas y jóvenes que migraron de otras ciudades de Chile atraídos por empleos bien remunerados, generados por el turismo.

Cuando las luces del día buscan otras latitudes, luminosas estrellas cubren a San Pedro, sencillo pueblo que entre multitudes foráneas, quiere preservar la cultura atacameña.