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Una laguna rosa para visitar cerca de Cancún

A 283 kilómetros de esa ciudad turística, se encuentra Las Coloradas, un pequeño pueblo con grandes tesoros naturales.

México es un país encantador, capaz de sorprender constantemente. De norte a sur y de este a oeste enamora con sus paisajes y cada uno de sus 32 estados tiene alguna porción de mapa que merece ser caminada.

Desde Cancún, el centro turístico más reconocido del suelo maya, se puede ir tras un destino poco usual. El asfalto de la 180D lleva hacia la colorida y colonial Valladolid, en el Estado de Yucatán. Desde ese punto, la descuidada ruta 295 conduce hasta el pequeño pueblo de Las Coloradas, donde espera un escenario prometedor.

Después de recorrer 283 kilómetros –los últimos, de ripio– aparece el letrero de bienvenida. El destino brota entre una avenida de tierra y las palmeras que la decoran. Tres flamencos en miniatura saludan a los visitantes.

Al final de la calle principal se percibe la presencia de la playa que, bañada por el Golfo de México, lucha en vano por ser la atracción central. Los ojos, hasta entonces escépticos, giran instintivamente hacia la derecha, donde una laguna de color rosa aparece ante la cámara.

Agua de color

La laguna rosada de Las Coloradas es un paisaje inimaginable y uno no lo puede creer a menos que esté ahí, mirándolo y escuchando la lucha de los fotógrafos por obtener la mejor instantánea.

El horizonte de color rosa contrasta con la claridad del cielo. Los tonos cambian según la posición del sol: el atardecer regala un rosa oscuro, mientras que durante el mediodía el agua se vuelve fluorescente.

La concentración de sal –que da origen a la industria salinera en la región–, bacterias y microorganismos es la responsable de que el agua se tiña de este tono; según informa un motociclista devenido en guía turístico mientras ofrece un paseo en moto alrededor de la laguna.

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Tortugas y flamencos

Los algo más de mil habitantes de este poblado se dividen entre las labores turísticas, la extracción de sal y la vida marina.

Las Coloradas goza de los beneficios del mar y, como huésped transitorio, es absurdo no ir tras ellos. Descansar del sol bajo una palapa –como llaman a los techos de paja– y probar un pescado asado acompañado de agua de coco resulta casi imprescindible.

Las playas aledañas forman parte de una zona protegida. Al lugar llegan tortugas marinas a depositar sus huevos, por lo que hay que ser cuidadoso en las áreas marcadas para protegerlos.

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Según la época del año –preferentemente de abril a junio–, en la Reserva de la Biósfera Río Lagartos (a 22 kilómetros de Las Coloradas) se pueden ver flamencos rosados. Para eso es necesario navegar en lancha dentro del parque natural (en Cancún, Mérida y Valladolid se ofrecen estos tours).

Sumergirse en esta atmósfera de paz y alejarse del bullicio de las grandes ciudades es un gran plan en el sureste mexicano.