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Una historia de miles de años y dioses

Como alguien dijo, India no es sólo un destino turístico; es, también, una experiencia. Intrigante, exasperante, inescrutable, indisciplinada.

La primera mañana en Delhi, la capital de los héroes épicos, me hizo pensar seriamente en cómo este país fue capaz de hacer del yoga un símbolo característico frente al resto del mundo.

El segundo país más poblado de la tierra no podía ser ni silencioso ni ordenado ni tranquilo. Lejos del blanco y el negro es una explosión de colores y, exigiendo al máximo el sentido olfativo, los olores se mezclan y combinan en resultados desconocidos. Ni tan desagradables ni tan dulces. Diferentes, como todo lo demás. Opuestos, como el yoga y la realidad del día a día, en la que la concentración en silencio también cumple un rol.

Entre las bocinas intermitentes; los animales que cruzan las calles aledañas a la autopista; las obras del nuevo metro, que unirá una punta de la ciudad con otra hacia el año 2015, y una suerte de reggaetón que aquí se llama panjabi, el guía comienza su relato en media lengua, entre inglés y español.

“Todos los ‘hindus’ creen que Dios es omnipresente. Uno no puede refugiarse dentro de un árbol para ver cómo fue sembrado. La mantequilla no puede verse en la leche. Uno no puede ver el aceite en la mostaza. La fragancia no puede olerse en la flor. Nosotros no podemos ver nuestras enfermedades dentro de nosotros. De la misma manera, aunque Dios en omnipresente, nosotros no podemos verlo.

Sólo sabemos que el alma reside dentro del cuerpo y Dios reside dentro del universo entero. Nosotros no podemos verlo debido a nuestra ignorancia”, dice.

Esta es sólo una primera explicación de miles de años de historia y más de mil dioses que integran la vida religiosa de los indios, dentro de la cual el hinduismo es casi la más importante del país, seguida por el budismo, el sincretismo y el sijismo, más una tercera parte de población musulmana y otro tanto de cristianos.

Abrir la mente. Imposible recorrer la India desde un paradigma cerrado. El viajero occidental debe, necesariamente, abrir su mente ni bien llega para disfrutar de otro mundo diametralmente opuesto a lo que conocemos desde que nacimos. En India, el otro somos nosotros. Es un trabalenguas, pero es así. Sin predisposición al descubrimiento, el viaje no habrá valido la pena y uno habrá vuelto sin haber comprendido nada.

En India no hay una historia única, una raza única, un desarrollo armónico y continuo de país. Conquistada decenas de veces en miles de años de historia, su diversidad modifica el paisaje, la cultura, los idiomas y las creencias cada 100 kilómetros de camino. Y lejos de lo que uno imagina al decidir el viaje, como muchas otras cosas más, sólo un 15 por ciento de la gente habla inglés. Quien lo habla asciende en la escala social y mejora su posición en el sistema de castas que, aunque prohibido por ley, aún dicta los destinos de millones de indios.

Lo profundamente espiritual no ha evitado el éxito de las películas de Bollywood, con una producción de 900 filmes al año, en su mayoría musicales e historias románticas. La pobreza se lleva con alegría, porque el buen karma facilitará una mejor reencarnación en la próxima vida, “la bella resignación a la vida que nos tocó vivir”. Animales, plantas e insectos son sagrados y no se ve con buena cara que uno los espante o aleje. “La vaca está allí parada en el medio de la calle porque, en su divinidad, dirige el tránsito. ¿Cuántos accidentes ha visto desde que llegó?”, asegura el guía.

Algunos récords. Es extraño pero la India, además de todo eso, posee algunos de los récords más interesantes que uno pueda imaginar: es la democracia más grande del mundo, nunca invadió otro país en 10.000 años de historia y aún más: destaca su rol en la creación del sistema numérico decimal, la gramática y fue el primer lugar donde se instaló una universidad, en el 700 AC.

Hoy su industria exporta software a 90 países; el 36 por ciento de los empleados de la Nasa son indios; el creador de hotmail es un local, y todo el mundo juega ajedrez, que fue inventado por estas tierras. Por sólo contar algunos tips.

La arquitectura, la mitología y los grandes poemas épicos –el Ramayana y el Mahabbarata– aún dictan usos y costumbres en un país donde persisten los casamientos arreglados y las hijas mujeres son aún consideradas un peso en las clases más bajas. Las casas familiares son sencillas y limpias. Los templos y palacios son una ofrenda a la belleza.

Para agendar

Costo del viaje. El paquete Esplendores de Rajasthan cuesta aproximadamente U 3.500, con pensión completa en hoteles 4* y 5* y guía local. Sin aéreo.
La mejor forma de llegar es con British Airways. Es la más directa, pero aún así son muchas horas de viaje.
Malaysian es otra opción, pero hay que hacer noche en Kuala Lumpur.
Para averiguar:    ventas@worldnetwork.com.ar

Algunos precios. Las bebidas gaseosas, como una Coca Cola, cuestan un promedio de U 0,50; los paseos en camello o elefante, cuestan de U 2 a U 5, según el resultado del "regateo". Para salir de shopping, es el paraíso del 5 x 1; en Delhi es todo es baratísimo.