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Un atasco en Bangkok

En el lugar y momento menos pensado uno puede aprender nuevas lecciones de vida. 

El señor Lee es uno de los pocos taxistas de Bangkok que acepta cobrar por metro. El resto de los choferes prefiere el sistema del regateo. Este consiste en poner un alto precio por tramo, escuchar la contraoferta del turista y negociar un monto en un sobreactuado ritual que deja conformes a ambas partes.

Aunque el pasajero se sienta satisfecho, en realidad el que más gana es el chofer. El tramo que va desde la céntrica calle Rambutti hasta el Shopping Siam Parangon costará 46 pesos en el mejor de los regateos. Mientras que con el taxímetro saldrá solo 30.

Lee no se prende al juego. “Yo no te engaño. Tú no me engañas. Mentir es malo”, expresa en un inglés de primer año de academia. El hombre, de pelo canoso, corta estatura y ojos negros, acepta llevarme hasta el centro comercial.

Nacido en la isla de Hainan, China, 86 años atrás, Lee se mudó hasta Bangkok por una cuestión elemental: tenía hambre. Fue en la década de los cincuenta, en la época de Mao Tsé-Tung, de quien prefiere no hablar.

Cuando pregunto qué opina del hombre que instauró la Revolución Cultural, cambia radicalmente de tema. Algo similar me sucedió en Laos, cuando consultaba a la gente sobre el régimen comunista.

"No money, no honey" ("sin dinero no hay miel") es una frase trillada en Bangkok que Lee repite hasta el cansancio. "Es todo cuestión de plata. Como la canción: money, money, money", cuenta, mientras tararea la canción de Liza Minnelli chasqueando los dedos de su mano izquierda.

Miles de historias como la de Lee

Bangkok, la capital de Tailandia, es punto de partida para viajeros que recorren el sudeste asiático. La ciudad se palpita por la noche, en la concurrida avenida Khao San, donde se puede encontrar desde comida al paso hasta masajes por muy poco dinero.

También es una de las capitales más caóticas y contaminadas de la región. A tal punto que la Oficina de Transporte, Políticas de Tránsito y Planeamiento de la ciudad registró 7.384.934 vehículos en la calle.

Por día se anotan 1.536 autos nuevos en esta urbe y alrededores, con un incremento del 40% anual. En horas pico, el promedio de velocidad de un móvil que ingresa al centro es de 16,5 kilómetros por hora.

La dependencia prometió megaobras para solucionar los constantes atascos en el tránsito. Invirtió en colectivos nuevos con aire acondicionado, incrementó la cantidad de paradas y conexiones con los trenes eléctricos y puso en marcha nueva infraestructura vial en los principales centros de la ciudad.

Pese a los esfuerzos, el tráfico continúa siendo caótico, especialmente de julio a septiembre, cuando las escuelas permanecen en plena actividad.

Lee trabaja de 6 a 18 horas todos los días del año. Con lo que gana puede pagar el alquiler y la comida, que es cada vez más cara.

“Usted es joven. Tiene hermanos, padres, amigos. Pero cuando es viejo como yo, se queda solo. Entonces trabaja, trabaja, trabaja. No le queda tiempo para pensar. Si piensa, se pone triste. Si se pone triste, se enferma. Si se enferma, no tiene quién lo cuide”, exclama, suavizando sus alargados ojos negros.

El atasco nos impide avanzar. Hay seis carriles demorados, tres de un lado y tres del otro. Las motos de tres ruedas (llamadas tuk tuk) burlan las vías selectivas y se cruzan por la derecha. Aclaración: en Tailandia se conduce por la izquierda.

Para cambiar el clima, pregunto si tiene algo de música de su país. “¿Quieres música de China? Pues bien, escucha esto”, dice. Y saca un CD grabado de la guantera del auto que coloca en el estéreo. Lo que suena a continuación sorprende.

Es la canción Obladí Obladá de los Beatles; tan alegre, tan energética, que logra amainar el clima denso que antes reinaba. Lee intenta bajarse del auto para bailar en la calle. Lo hace, el tráfico es infernal.

Pienso que en cada uno de esos carriles hay al menos una historia como la de Lee. Y yo dirgiéndome a un lujoso centro comercial. La culpa me invade. Le pido que regrese al auto.

El hombre retoma el control del volante. El CD de los Beatles continúa con When I am Sixty-Four. "Si piensas demasiado, te pones triste y enfermas. Yo trato de estar contento. Estoy bien. Mi corazón está limpio", asegura. Y baila.

Al cabo de 45 minutos llegamos a destino. Pregunto si piensa volver a su país. Lee medita unos instantes y aclara que al dejar China abandonó a su esposa y a su hijo, de quienes nunca más escuchó hablar.

Por falta de dinero ya no puede volver a su tierra. Tampoco ponerse en contacto con su familia. Si no tiene con qué mantenerlos, es mejor que no aparezca, opinan ellos. Si hoy le preguntas qué edad tiene su hijo, responderá: “No estoy seguro. Creo que 56”.