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Tras los muros, las alhajas

Jardines de Menara, antaño usado por los sultanes para sus encuentros amorosos.
Jardines de Menara, antaño usado por los sultanes para sus encuentros amorosos.

Los palacios árabes han sabido guardar de miradas indiscretas las refinadas costumbres practicadas en su interior.

Los palacios árabes han sabido guardar de miradas indiscretas las refinadas costumbres practicadas en su interior. Ese espíritu sibarita, trasladado a nuestros días, se evidencia en la sabia mezcla de aromas de especias, decorados de sobrios colores, tramas de un tacto delicado y un carácter sensitivo de sus moradores que potencia todas estas agradables experiencias.

Y es allí, donde radica uno de los contrastes más impactantes de una ciudad como Marrakech, porque en sus calles manda el descuido, la improvisación y el bullicio. Al caminar por esas arterias angostas, en busca del alojamiento o del restaurante elegido, se nos puede encoger el alma imaginando lo que nos espera. Sin embargo, en los interiores estalla el buen gusto ante nuestros ojos atónitos y para muestra, voy a describir algunos ejemplos de estilo, sensualidad y elegancia.

Para comenzar, algunos testimonios del esplendoroso legado de dinastías pasadas, como las Tumbas Saadíes, donde el mármol de Carrara armoniza con la madera y el yeso, rodeando unos jardines de adelfas palmeras y rosales. Allí están enterrados, desde el siglo XVI, los miembros reales de la dinastía saadí.

El visir y su harén. El palacio Bahía (se pronuncia Bajía), erigido a finales del siglo 19, fue la residencia del visir (el cargo más alto luego del monarca), de sus cuatro esposas y 24 concubinas, que completaban su harén. A pesar de que sus dependencias no están amuebladas, es fácil hacerse una idea del lujo que brotaba en sus salones y jardines.

La madera de cedro, el estuco en yeso y los azulejos de origen andalusí, dan un aspecto imponente a sus paredes. Pero pocos años después de ser inaugurado, llegaron los franceses y al visir se le acabó la fiesta. Huyó con lo puesto y no se sabe cuántas concubinas pudieron o quisieron seguirle.

La Madraza de Ben Yusuf  fue una escuela universitaria coránica de gran prestigio, donde se enseñaba teología, derecho coránico, lengua y literatura árabes, astronomía y matemáticas. Llegaron a alojarse allí, en el siglo XV, casi mil estudiantes, y es digno de observar su patio central y los pequeños dormitorios.

Ya en la actualidad, los Riad –viviendas árabes reacondicionadas para el alojamiento de turistas– son la opción más recomendable para una estadía en Marrakech.

Entre los más bellos se cuenta el Riad Belle Epoque, una antigua casa de dos plantas restaurada como pequeño hotel, ubicado en la zona antigua de la medina. Hacia su patio interior, que incluye una pequeña piscina, dan las ocho habitaciones que llevan el nombre de otras tantas mujeres famosas de aquellos años, que han dado nombre al coqueto establecimiento (Mata Hari, Isadora Duncan, Coco Chanel, etcétera).

El verde de la vegetación, el azul del agua y los tonos ocres y rojizos de la sala de ocio que rodea el patio, se mezclan en armonía junto con el silencio acogedor, sutilmente interrumpido por la cordialidad del personal que nos acerca el desayuno o nos asesora sobre los secretos de la ciudad, marcando con su calidez y cercanía una clara diferencia con la atención de los hoteles tradicionales.

El Mythic Oriental Spa, a pocos pasos del Belle Epoque, es un espacio de bienestar donde todo está preparado para ofrecernos lo que seguramente serán los momentos más relajados de las vacaciones. Claros y sombras se reparten en los ambientes plenos de fragancias embriagadoras.

Se puede optar por un tratamiento de depuración de la piel previo a un masaje corporal. Tras más de dos horas de disfrute, todavía nos quedará saborear un té moruno con masas árabes en el solárium de la parte superior del edificio. El ritual ha terminado, pero uno se quedaría a vivir allí.