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Todo cambia, de León a Galicia

El puente del Paso Honroso, sobre el río Órbigo, de arquitectura medieval con 19 arcos.
El puente del Paso Honroso, sobre el río Órbigo, de arquitectura medieval con 19 arcos.

Seguimos la marcha hasta arribar a Sahagún, donde se cumple la mitad del camino en kilómetros. La escultura de un peregrino custodia el ingreso al albergue, que posee la particularidad de estar ubicado en la nave principal de la antigua iglesia reciclada de un monasterio cluniacense. 

Seguimos la marcha hasta arribar a Sahagún, donde se cumple la mitad del camino en kilómetros. La escultura de un peregrino custodia el ingreso al albergue, que posee la particularidad de estar ubicado en la nave principal de la antigua iglesia reciclada de un monasterio cluniacense. Gestionamos la carta peregrina donde se manifiesta que recorrimos efectivamente la mitad del camino.

Sahagún es una ciudad hermosa, con obras de arquitectura mudéjar realizadas en ladrillo por los maestros alarifes.

Siguen los campos de cereal y la soledad, en Burgo de Ranero nos sorprenden unas casas semienterradas que ahora se usan de bodegas, parecen montículos de tierra que poseen ventanas y puertas. Allí los vecinos ponen botellas de agua y frutas para los peregrinos.

Todo cambia al ingresar a León, centro urbano de importancia, con un casco histórico gótico muy conservado limpio y ordenado. Siguiendo el río, por la ciclovía, se llega al centro.

Al atardecer ya estábamos cruzando un impresionante puente medieval de 19 arcos, llamado puente del Paso Honroso, que posibilita el paso del río Órbigo y la conexión de las poblaciones de León con Astúrica Augusta.

Por la mañana ingresamos a Astorga ciudad donde convivieron astures, romanos y suevos, dejando su huella en la arquitectura. Más allá de las joyas arquitectónicas de todos los siglos y el edificio de Gaudí, nos atrajeron las charcuterías y chocolaterías.

Seguimos el peregrinaje desde allí hasta Santiago por territorio montañoso. Se suceden un pueblo tras otro, todos de piedra y en las espadañas de las iglesias, los típicos nidos de cigüeñas.

A la siesta estábamos subiendo a la Cruz de Ferro, hito del camino, con una diferencia de nivel de 800 metros y con un considerable esfuerzo hasta la cima. Es el punto más elevado del camino francés: 1.504 metros. De bajada, encontramos pueblos en ruinas muy viejos, como Manjarín donde sólo hay dos habitantes que mantienen un albergue.

Después debimos coronar dos nuevos puertos de altura, O Cebreiro y Alto do Poio, tremendas trepadas con 700 metros de desnivel en medio de bosques, que coronan el paso del macizo galaico-leonés.

En O Cebreiro pueblo prerromano, se desarrollaban las fiestas patronales a pulpo, vino tinto, conjuntos musicales con gaitas, tambores y flautines.

Como estamos entrando en Galicia, todo se modifica, el idioma, las construcciones, las comidas. En Alto do Poio se ubica el monumento al peregrino; con la debida foto, cerramos la etapa en la comunidad de Castilla y León.

Desde los Pirineos en el límite este de España, hemos cruzado las comunidades autónomas de Navarra, La Rioja y Castilla y León, un total de 596 kilómetros y ahora entramos en la comunidad autónoma de Galicia, con la llegada a la parroquia (forma en que se denomina a las aldeas) de Cocello de Pedrafita de O Cebreiro, portal de ingreso a Galicia y puerto de altura a 1.330 metros sobre el nivel del mar. Aquí en 1072 Alfonso VI fundó un monasterio y un hospital para los peregrinos que, junto con la iglesia, son las construcciones más viejas.

Después de superar el Alto do Poio, otro puerto de altura donde los peregrinos que van llegando se instalan a hidratarse en los bares del final de la subida, atravesamos una suma de pequeñas aldeas, con nombres tales como Padornelo, Fonfría, O Biduelo y Fillobal. Entre una y otra, circulamos por perdidos senderos en el bosque. Es una sensación increíble andar entre robles, hayas y castaños con los terraplenes laterales cubiertos de helechos.