buscar

Siete puertos en cuatro países

En un crucero por el Mediterráneo, visitamos Marsella, Génova, Nápoles, Palermo, Túnez, Palma de Mallorca y Barcelona.

Se podría denominar “circuito Mediterráneo” o se podría hablar  de cómo visitar siete puertos de cuatro países en un viaje de siete noches (ocho días) y no sucumbir en el intento. Hasta ahí sería solamente una “foto” del viaje. Pero fue mucho más. Un crucero a bordo de la clase Yacht Club del MSC Fantasía, es un lujo que alguna vez en la vida hay que darse.

Marsella, Génova, Nápoles, Palermo, Túnez, Palma de Mallorca y Barcelona, fueron los puertos visitados, siete ciudades de las que trataremos de rescatar los “imperdibles” de cada una en una visita de pocas horas, como lo permite el programa del crucero.

La partida. Barcelona, España, día 1. A las 18, el barco comienza a moverse hacia la salida del puerto. Ya en alta mar, bordea la Costa Brava hasta que aparece el cabo San Sebastián a babor (a la izquierda del barco), que marca la entrada al Golfo de León. Alrededor de las 8.30 se arriba al puerto de Marsella, tras 189 millas náuticas (350 km) de navegación.

Marsella. Francia, día 2. Alrededor de las 9, los viajeros pisan suelo francés. Marsella, segunda ciudad de Francia y capital de la región de Provenza, al oeste de la Costa Azul, fue fundada en el 600 a.C., o sea, cuenta con 2.600 años de antigüedad.

Rodeada de grandes macizos montañosos, cercanos a los Alpes, la ciudad mantiene una luminosidad excepcional, libre de esmog, gracias a que el sol brilla por allí más de 300 días al año y la zona es “barrida” por el Mistral, un fuerte viento del noroeste. Inviernos moderados, veranos calurosos y prados y campos coloridos, inspiraron a pintores como Cézanne, Braque y Marquet.

Una vez desembarcados, lo que hay que hacer es tomar uno de los ómnibus que llevan al centro de la ciudad o compartir un taxi entre cuatro pasajeros, a razón de 4 euros cada uno, y dirigirse al Puerto Viejo, donde cientos de veleros elevan sus mástiles dando la imagen de un enorme puercoespín flotando sobre las aguas.

Una vez allí, recorrer la Quai de la Tourette y doblar a la izquierda por la Quai du Port, entre puestos de pescados frescos y flores de colores increíbles.

También se puede caminar por estrechas callecitas que suben hacia la Catedral (en obras de puesta en valor) o visitar el Museo del Puerto Romano, donde podrá ver los restos de cómo era Marsella cuando fue fundada.

Finalmente, sentarse frente al puerto a tomar un café (1,50 euros), en uno de los pintorescos bares, a mirar pasar turistas, elegantes mujeres y simpáticos personajes, antes de regresar al barco.

A Génova. Italia, día 3. A las 18,30, el MSC Fantasía pone proa a Génova, donde arriba a las 8.30 del día siguiente, tras haber navegado 204 millas (377 km). Universitaria y arzobispal; el mayor puerto mercantil de Italia y ciudad capital de la provincia del mismo nombre y de Liguria, Génova es monumental.

Una vez en la Estación Marítima, a caminar. Por la vía Aldo Moro, paralela al puerto, hasta la vía San Lorenzo y por allí hasta la Piazza Matteotti y la Piazza de Ferrari, con el Palacio Ducal al frente.

Perderse por esas callejuelas empedradas; conocer la vía Garibaldi y la galería del mismo nombre; la Catedral; la iglesia de San Lorenzo, con sus mármoles de dos colores; los palacios, como el Bianco, el Rosso o el Spinola, y el teatro Carlo Felice, donde se anuncian La Traviata, El Barbero de Sevilla, Tosca y Anna Karenina, en un envidiable programa.

Allí cerca, la Puerta Soprana es el ingreso a la Génova medieval, y al costado, la casa de Cristóbal Colón. A las 16.30, a embarcarse, porque a las 17 el barco parte hacia Nápoles.

Nápoles. Italia, día 4. A las 11, el puerto de Nápoles aparece a la vista, luego de haber navegado 333 millas (616 km). Con poco más de un millón de habitantes, Nápoles es la tercera ciudad de Italia, capital de la provincia homónima y de la región de la Campania. En esta ciudad, donde los bocinazos, los gritos, las motos y la basura nos hacen sentir como en casa, es donde se puede percibir la "esencia" de muchos argentinos.

No bien en tierra, con solo cruzar desde la estación marítima hasta la plaza Municipio, se puede uno “meter” en la ciudad. A la izquierda se divisa el colosal castillo Maschio Angioino o Castel Nuovo, con sus cinco torres monumentales.

Al lado, el fastuoso Palacio Real y allí cerca, el famoso teatro San Carlo (1737), con capacidad para tres mil personas.

No se puede abandonar Nápoles sin probar una pizza con muzzarella de leche de búfala. Una delicia que cuesta 5 y 7 euros, según el lugar y la bebida con que la acompañe.

Otra alternativa es ir hasta la estación central del ferrocarril, por la avenida Umberto I, tomar allí un tren y en un viaje de unos 30 minutos visitar las ruinas de Pompeya. El costo total, ómnibus hasta la estación, y tren, ida y vuelta, cuatro euros.