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San Jacinto, soledad frente al mar

Desde los Andes centrales, hay que viajar con rumbo al océano Pacífico en busca de San Jacinto. Es un pequeño pueblo costero ecuatoriano, con siete kilómetros de playas. Su identidad es haber logrado vivir en armonía con la naturaleza. 

El ómnibus parte a temprana hora desde la localidad de Zumbahua, en los Andes centrales de Ecuador, rumbo a la costa del Pacífico y mientras rezonga en las subidas, deja a su paso una tela de humo negro a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar. El destino es San Jacinto, pueblo de pescadores de la provincia de Manabí, en la costa del Pacífico.

El viaje atraviesa pequeños pueblos semi rurales en los que el ómnibus se detiene para subir pasajeros que llevan paquetes de verduras y gallos de riña, entre otros animales, y vendedores de comidas típicas que se abren paso en esa densidad humana.

Al atardecer arriba a la ciudad de Porto Viejo después de 10 horas donde el traslado lo hacen conductores independientes que recorren la Terminal en búsqueda de clientes. En nuestro caso optamos por una “buseta”, pequeño ómnibus de tránsito interurbano, que hace el recorrido por extensos arrozales. Quedamos como únicos pasajeros y nos acercamos al chofer para conversar y consultar sobre los recursos turísticos del balneario San Jacinto y la oferta de alojamiento.

Tras 35 kilómetros, detuvo el rodado en un paraje con un cartel que se presenta “Casamar”. Ingresamos a un patio lleno de plantas que se abre a cabañas de palma y madera. Sin dudas, un hermoso y apacible espacio donde todo gira en torno a la biodiversidad y la ecología.

La consigna es que cada uno se hace cargo de la limpieza, el agua se usa racionalmente y quien lo desea puede colaborar en la huerta orgánica.

La administradora es Cristina quien forma parte de la ONG BioClick, de base ambientalista, que desarrolla proyectos en la zona y recibe voluntarios a los que ofrece alojamiento y comida mientras colaboran en las distintas tareas.

Pasamos una noche entre tules que protegen de los mosquitos y deja colar el viento fresco del mar. Lagartijas y lagartos cruzan por todos lados, son parte de Calamar y son inofensivos.

Por la mañana, durante el desayuno, pasan los pescadores a ofrecer el producto del trabajo de la noche, pescado fresco a un precio increíble.

El pueblo

San Jacinto es un pequeño poblado costero de unos 3.000 habitantes que conviven en armonía con la naturaleza. Se dedican al turismo y la pesca de altura. Se trata de una comunidad muy amigable y sencilla que no tarda en generar un clima de seguridad y paz en el visitante.

Cuenta con una amplia infraestructura hotelera y un sinnúmero de oferta gastronómica especializada en pescados y mariscos.

La playa tiene una extensión de siete kilómetros con una gran diversidad de ecosistemas con manglares hacia el extremo sur que es lugar de nidada de abundantes aves y bosque espinoso en la costa hacia el norte.

Centenares de coloridas embarcaciones de pescadores durante el día descansan en la costa mientras los propietarios le hacen mantenimiento. Cada febrero la comunidad se congrega para festejar el día de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de los pescadores y de la isla de Cuba. Un pequeño santuario en el centro de San Jacinto recibe agradecimientos y peticiones. San Jacinto, es lugar perfecto para el descanso de cara al mar y a corta distancia entre otros centros turísticos como Manta, Crucita o Puerto López.

Excursión a Chirije

Invitados nos dirigimos al asentamiento arqueológico de Chirije a unas horas de caminata por la playa que nos permite observar el trabajo de los pescadores que trasladan sus embarcaciones al mar, ayudados rodillos de ceibo, mientras otros acomodan las redes y demás pertrechos de pesca.

Pasamos frente a ellos que demuestran la alegría de hacerse a la mar, con chanzas y chistes. Comienza la bajamar que deja la playa limpia y lisa en una invitación a caminarla mientras las suaves olas mojan los pies.

El mar, la playa muy ancha y enormes acantilados constituyen el paisaje que por momentos deja ver algunas rocas que emergen.

Una caminata de aproximadamente dos horas en completa soledad y que sólo se interrumpe con el paso de los barcos, en una playa interminable, que las partes bajas de los acantilados deja ver el monte seco tropical.

A mitad de camino aparece el asentamiento de un ingeniero francés que conoció el lugar y decidió quedarse a vivir en total armonía con la naturaleza, casi sin dejar huella, en completa soledad y sin accesibilidad de caminos, sólo a través de la playa.

Lo saludamos y mostró lo construido por él mismo: vivienda, salones, huertas, paneles y apenas salió su carácter de ermitaño, entendimos que debíamos partir.

Todo el sector es una reserva natural con abundante fauna y flora autóctona.

Más adelante, unas cabañas que surgen entre los árboles anuncian Chirije, donde hay un asentamiento arqueológico con enterramientos humanos y un ecolodge muy exclusivo.

La empalizada de cañas rodea el complejo que consta de una decena de chozas, construidas con técnicas autóctonas, y que se dispersan en torno a patios con flora local. Ese espacio, rodeado de mar y monte, transmite una sensación de tranquilidad y paz.

Recorrimos los distintos patios y en uno de ellos está el Museo de Sitio con piezas arqueológicas de distintas culturas. Los chirijes, comerciantes y navegantes, avanzaron desde México a Chile por todos los países de esa ruta.

Lo más importante son los enterramientos encontrados en la etapa de excavación donde afloraron huesos, cerámicas, piedras y conchas spondylus, elemento sagrado de las culturas aborígenes del Pacífico.

Un cartel anuncia: “Turismo ufológico y astroturismo” y remite a los cientos de avistajes de ovnis que se suceden en el lugar.

Otros carteles difunden la llegada de extraterrestres; promociona campamentos espirituales y contacto con el cosmos.

Los sucesivos avistajes dieron fama a Chirije que figura en la hoja de ruta de los aficionados al tema a la hora de realizar reuniones y seminarios.

Y hubo que comenzar el regreso, por una playa que parecía interminable en una soledad que hizo exclusivo el paisaje.

El sol pintaba con colores y brillos un atardecer soñado y sin dudar, nos arrojamos a las aguas tibias del mar.

Lo que hay que saber

San Jacinto es parte de lo que se denomina Ruta del Sol.

En San Jacinto, el clima y el mar permanecen cálidos todo el año.

Aéreo. Con LAN, Córdoba / Guayaquil / Córdoba, con escala en Lima, tarifa publicada, precio final, en pesos 18.447.

Alojamiento. En Casamar las cabañas son de dos a ocho personas y las tarifas van desde U 8 a U 15 por persona.

En Chirije Ecolodge la habitación doble por noche van de U 80 a U 100.

Mototaxi: un medio cómodo, rápido y barato para movilizarse entre las playas.

Museo de Sitio, en Internet: http://www.chirije.com