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Ruta mediterránea por los pueblos de la Costa Brava

Un recorrido sobre la costa de Gerona, en Cataluña. Casas blancas, construcciones medievales, pinos sobre el mar y aguas azules forman un combo difícil de resistir.

La Costa Brava es una dosis concentrada del carácter del Mediterráneo. Casas blancas con puertas azules, flores de Santa Rita adornando paredes y balcones y un olor a pinos que se mezcla con el de la sal del mar son algunas señas de identidad de esta región española con pasado pesquero.

Se trata de una serie de pueblos que se despliegan por las comarcas de Alt Empordà y Baix Empordà en Gerona, la provincia catalana vecina a Francia. Por su ubicación y su tradición, son destino principalmente de turismo interno, además de francés e inglés.

Las elecciones para combinarlos son múltiples, y la mejor manera de recorrerlos es alquilando un auto desde Barcelona. Una buena opción para trazar la ruta es comenzar por Cadaqués, uno de los más cercanos a Francia y aislados a nivel geográfico, y seguir en dirección sur hacia Calella de Palafrugell y Begur, que están mejor comunicados entre sí.

Allí esperan, al final de calles serpenteantes y estrechas, playas de piedra o arena fina, árboles junto al mar y aguas claras que por tramos son verde esmeralda y por otros, azul o turquesa.

DATOS. Información útil para disfrutar de la Costa Brava.

Con el sello de Dalí

A unas dos horas y media de Barcelona en auto se encuentra Cadaqués, imprescindible por su estética, su entorno natural y su vínculo con el artista de mirada penetrante y bigotes raros. El pueblo está inmerso en el Parque Natural Cap de Creus, un área agreste con acantilados filosos y numerosas calas, como llaman los españoles a las bahías pequeñas.

En el núcleo antiguo de Cadaqués, la iglesia de Santa María corona una postal dominada por fachadas blancas que se levantan junto al mar. Calles laberínticas, tejas gastadas y flores por todos lados caracterizan a este pueblo, que ofrece restaurantes de nivel y donde se puede pasear entre negocios con productos de cerámica, indumentaria de verano y adornos con motivos de mar.

La costa es más bien pedregosa, y el agua, transparente y fresca. Por su ubicación, es normal que al atardecer el viento haga sentir su fuerza sobre las olas azules.

Muchos fueron los artistas que encontraron inspiración en este enclave; entre ellos, Federico García Lorca, Luis Buñuel y Salvador Dalí. De este último se puede visitar la Casa-Museo en Portlligat (ver aparte). Además, su presencia sigue latente a través de una estatua en la costa y de dibujos que lo retratan con antiparras entre las callejuelas.

Calas escondidas

Barquitos de pescadores y casas pegadas a la playa son claros símbolos de la historia de Calella de Palafrugell. Lo separa de Cadaqués un camino de una hora y media y, si bien a nivel arquitectónico son similares, la infraestructura en cuanto a servicios es menor en Calella de Palafrugell.

Sus playas de arena fina y calas perfectamente delimitadas son quizás el mayor atractivo de este pueblo tranquilo. Rodeadas de vegetación y de construcciones encaladas, invitan a nadar en las aguas calmas y de color esmeralda del Mediterráneo.

El paseo por sus callecitas puede complementarse con una vuelta por Pals, una villa medieval amurallada cuyo casco antiguo se ubica en lo alto de una montaña, rodeada por campos de girasoles.

Vestigios de la Edad Media

A unos 25 minutos de Calella de Palafrugell se accede a Begur, un pueblo medieval en el que las casas blancas de puertas azules desaparecen y la piedra pasa a dominar la imagen. Una iglesia gótica, torres defensivas contra el ataque de piratas, un castillo medieval y casas “indianas” (edificios coloniales construidos por los locales que en siglo XIX hicieron su fortuna en Cuba) hablan por sí mismas del intenso pasado de Begur.

Hoy es un pueblo con una desarrollada propuesta en gastronomía, locales comerciales y eventos, ideal para pasar las tardecitas de verano. La “contra” es que se trata de un destino en el que las calas (Sa Tuna y Sa Riera) se ubican a unos tres kilómetros del centro, por lo que es necesario desplazarse en auto o en moto.

En ese sentido, se puede completar el paseo con un día de playa en Aiguablava, un paraíso a cinco minutos de Begur con forma de pinos, arena fina y mar de colores infinitos.