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Qué hacer en el verano olímpico

Vista del Tower Bridge (puente de la torre) desde las aguas del emblemático Támesis, con un barco de la Armada y la bandera inglesa en primer plano
Vista del Tower Bridge (puente de la torre) desde las aguas del emblemático Támesis, con un barco de la Armada y la bandera inglesa en primer plano

Al margen de la conmoción que provocan los Juegos Olímpicos, Londres mantiene su flema inglesa, su ácido humor y su inacabable oferta cultural.

Londres es de las pocas ciudades que, cual esponja urbana, es capaz de absorber el impacto de unas Olimpíadas manteniendo a flote su descomunal oferta cultural, articulada a través de sus museos, galerías de arte, teatros, monumentos, paseos, palacios, jardines, mercados, tiendas y rincones que resultan inabarcables incluso para los propios residentes.

Y también son los londinenses, gente acostumbrada a convivir cada día con el turista, quienes ayudan a dar esa imagen de normalidad, sin histerias ni patriotismos de ocasión, como lo demuestran las escasas banderas británicas colgadas de balcones particulares y lugares públicos.

Eso sí, caminar al atardecer por Regent Street o Marble Arch o la misma Trafalgar Square, es algo más complicado que de costumbre.

Se observa un gran despliegue para apoyar a los visitantes durante este mes olímpico. Miles de guías (stewards), policías y voluntarios se encuentran por doquier orientando y asesorando pacientemente acerca de medios de transporte, direcciones concretas, pronóstico del tiempo, zonas comerciales, áreas deportivas y cualquier otra pregunta rara que uno pueda imaginar.

Son muy pocos los eventos especiales diseñados para complementar a los Juegos Olímpicos. En el extremo nordeste de Hide Park tiene lugar el London Live, un reducto de pago al aire libre donde pueden verse los acontecimientos deportivos en pantalla gigante y asistir a conciertos de figuras del rock y pop británico.

Además, en el Museo Británico hay una exposición de medallas y objetos vinculados a las olimpíadas y a los juegos Paralímpicos. Y con indudable sentido de la oportunidad se ha estrenado una versión teatral de Carrozas de Fuego.

Ciudad accesible. Londres está al alcance de todos los bolsillos. Resulta paradójico que, en uno de los centros del capitalismo y sumidos en una ola mundial de querencias por la gestión privada de lo público, haya tantos lugares donde poder ingresar sin pagar ni un penique. Desde la insignia histórica, que es el Museo Británico, pasando por el Museo de Ciencias, la National Gallery, la Tate Modern y la Tate Gallery, por citar solamente algunos.

Hay un Londres típico y universal: Piccadilly Circus, Big Ben, abadía de Westminster, la torre y el puente de Londres, el London Eye, Madame Tussaud, etcétera. Pero hay otro Londres, de detalles que queremos resaltar esta vez y para ello voy al encuentro de Jorge Cónsole, amigo y periodista cordobés que lleva años radicado aquí. Con un café de por medio y una amplia caminata posterior, Jorge me ha revelado muchos de los aspectos y rincones incorporados a esta nota y que al turista de aluvión se le suelen escapar.

Y, más allá de este inestimable aporte, me quedo con una definición suya, cortita y rotunda, sobre esta ciudad: “Londres tiene onda”. Es verdad, sin entrar en comparaciones odiosas con otras grandes metrópolis, aquí la gente muestra un plus de cordialidad que facilita la integración del paseante. Una integración con tanto fundamento que posiblemente el término cosmopolita se acuñó en la ribera del Támesis, donde conviven más de 200 etnias.

Otro dato de la madurez social de los ingleses es su sentido del humor, su capacidad para tomarse a broma a sus propios mitos, como quedó plasmado en la impactante ceremonia inaugural de estos Juegos Olímpicos, donde James Bond observaba atónito cómo la (alter ego) Reina Isabel se lanzaba decidida en paracaídas sobre el estadio de Stratford. Y sin olvidar a Mr. Bean, poniendo en solfa a Carrozas de Fuego como “músico invitado” de la Orquesta Sinfónica de Londres.

Recomendaciones. Para facilitar la elaboración de un itinerario alternativo por la capital británica, que bien puede complementarse con el recorrido por los lugares tradicionales, resumimos nuestras recomendaciones y consejos:

El Travelcard Day. Es el pase diario ideal para programar el uso del transporte público. Sirve para el subte (underground), los trenes, los ómnibus y, con un pequeño recargo, es posible pasear en barco por el Támesis desde el Big Ben hasta el Tower Bridge, ahorrándose los cruceros turísticos que cobran más caro y ofrecen lo mismo.

El precio por las dos zonas principales, 7 libras, queda compensado a partir del tercer trayecto en que se utilice. En las líneas 9 y 15 de buses, aun podemos subirnos a los icónicos ómnibus antiguos de dos pisos.

Las joyas de la Corona. En el Palacio de Buckingham, además de la típica ceremonia del cambio de guardia, se puede admirar una exposición temporal de alrededor de 10.000 diamantes incrustados en joyas adquiridas por miembros de seis monarquías diferentes a lo largo de tres siglos.

Messi no está en Paddington. Es uno de los grandes fiascos para los argentinos que paseen por este Londres olímpico. Se había anunciado que algunas estaciones de subte serían renombradas para destacar a grandes deportistas mundiales. No hay rastros visibles de ello, al menos para los que se lleguen a Paddington Station, nodo que llevaría el nombre de Lionel Messi. Nada aquí recuerda a la "Pulga", ni siquiera se vende alguna camiseta suya en las tiendas de la estación. Mejor ahorrarse el viaje.

Pero Harry Potter sí. Está en King Cross. ¿Se acuerdan de esa escena en la que Harry y su pandilla traspasan la pared de un andén para tomar el tren a Hogwarts? Allí se filmó esa secuencia y existe el Andén 9¾, fácilmente localizable en la estación de King Cross.

Y si esta evocación nos sabe a poco, podemos seguir recorriendo referencias cinematográficas, no hay que olvidar que Londres es un gigantesco set de series y películas. Hagamos una lista: Match Point; Notting Hill; Lluvia en los zapatos; Closer; El diario de Bridget Jones; Blow Up; Gandhi; El día del chacal; The italian job... me cansé, sigan ustedes.

Carnaval de Notting Hill. Es un barrio de alto estándar que antiguamente fue residencia de la numerosa inmigración jamaiquina que se estableció en la ciudad. Hoy es la celebración de este tipo más grande de Europa y se realiza el último fin de semana de agosto.

San Martín y Sherlock Holmes. Eran vecinos en Baker Street, arteria importante de Westminster. En el 211B de esta calle, Arthur Conan Doyle fijó la residencia ficticia de su universal Sherlock Holmes, que hoy es un pequeño museo. A unos 50 metros, se encuentra una placa azul en el frente de la casa donde nuestro prócer se alojó en 1911 por algunos meses, en los que tomó contacto con personalidades inglesas que le ayudaron a definir su plan de liberación del Virreinato y a crear la Logia Lautaro.

I want a "lomito", please. Cuesta creerlo, pero en los límites de la zona financiera, al norte de Tower Bridge, uno entra a un pequeño y cálido local, pide un "Fernando" y un lomito y le responden, con tonada, "¿lo queerés con huevo y toomate?". Son Pipo, Hernán y compañía, cordobeses audaces que están acostumbrando a los brokers a pasarse del steak a la "milanga", como lo llaman al sándwich de milanesa.

Lo digo con conocimiento de causa: un “Potro”, como bautizaron al lomito clásico (en recuerdo a Rodrigo, el ídolo ausente), sabe igual que en el parque Sarmiento o en Colón al 5000. Es Moo Grill, en Internet www.moogrill.com.uk

No habrá un antes ni un después para la capital británica, tras acabar los Juegos, como sucedió por ejemplo con Barcelona. Los londinenses, casi con displicencia, añadirán otra medallita en su nutrida pechera, pero este hito dentro de unos años habrá sido superado por la dinámica permanente que genera esta descomunal urbe, que como un Aleph borgeano, es capaz de resumir desde un solo punto toda una visión del mundo, el que fue, el que es y el que será.