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Pueblo manso, amigo de los colores

Salvador de Bahia fue inspiración de Jorge Amado, quien la describió como un pueblo “bueno, amigo de los colores chillones, bullanguero, manso y amable”. El Pelourinho es como un viaje al pasado. La cercana Praia do Forte merece una visita o una estadía.

Enviada especial

Dijo Jorge Amado de Salvador de Bahía: “Es un pueblo bueno, amigo de los colores chillones, bullanguero, manso y amable”. La descripción del lugar que fue inspiración de gran parte de la obra del escritor cobra vida desde el momento en que se arriba al aeropuerto Luís Eduardo Magalhães.

Antes de traspasar la puerta hacia el calor y la humedad que acompañará el resto de la travesía, una bahiana nos recibe con una enorme sonrisa y nos pone una pulsera en la que se lee: “Recuerdo del Señor del Buen Fin de Bahía”, mientras nos invita a pedir tres deseos, con la promesa de que se cumplirán si dejamos que la cinta se corte por desgaste natural.

Mientras recorremos los casi 30 kilómetros que separan el aeropuerto del centro, el guía se despacha con algunos datos de la inabarcable metrópoli que de a poco se irá imponiendo ante nosotros: Salvador es la capital del estado de Bahía y primera capital de Brasil, antes de que Río de Janeiro se hiciera con el título, a mediados del 1700.

Con tres millones de habitantes, es la tercera ciudad más poblada de Brasil y tiene un clima tropical cálido, que hace del destino uno de los más elegidos por aquellos que quieren sol, arena y mar.

Pero si hay algo que hace especial a Salvador es que, justamente, no todo su atractivo está en las playas, sino apenas una parte de él. De ahí que popularmente se la conoce como “la capital cultural del país”, donde la herencia de indígenas, europeos y africanos hace de la diversidad uno de los principales atractivos para los de afuera.

Mientras el guía –ni argentino ni brasileño, uruguayo– nos explica que Bahía se caracteriza por su sincretismo religioso, mezcla de religiones cristianas y afrobrasileñas, el ómnibus en el que viajamos pasa por un edificio gigante que resulta ser una de las sedes más importantes (y sin dudas la más imponente) de la Iglesia Universal de Dios.

El contraste entre favelas y edificios lujosos se hace evidente, en tanto nos sumergimos en la ciudad y cuando el mar asoma por primera vez, el paisaje parece acomodarse a los ojos de los turistas.

Ahí está la casa de Caetano Veloso; la Fundación Casa de Jorge Amado; el faro de Barra (zona bien provista de hoteles y gastronomía, ideal para el turista); el infaltable Cristo, y las calles que en febrero estallan con el Carnaval, el encuentro más importante del calendario bahiano y la fecha más solicitada por los viajeros.

Viaje en el tiempo

Ir al centro histórico de Salvador es como subirse al DeLorean (el auto de Volver al futuro) y bajarse 400 años en el pasado. La arquitectura colonial, el colorido de las edificaciones y las bahianas vendiendo artesanías o preparando acarajé en cada esquina, parecen elementos salidos de una película histórica con una ambientación digna de un Oscar.

Entonces, el guía nos hace saber que estamos en el renombrado Pelourinho, un barrio que en tiempos de la colonia fue el lugar en el que, entre otras cosas, los esclavos eran azotados y que ahora se transformó en un polo cultural designado como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En sus calles de subidas y bajadas no llama la atención ver gente bailando capoeira o danzando al ritmo de una comparsa que por unos minutos se lleva la atención de todos.

Atención que más tarde vuelve a direccionarse al guía uruguayo, quien responde la pregunta de un viajero sorprendido por la cantidad de iglesias que pasamos hasta el momento. Al parecer, la leyenda dice que en Salvador hay una iglesia por cada día del año y, justo cuando nos enteramos del dato de difícil comprobación, pasamos por la puerta de la barroca iglesia de San Francisco.

El bono contribución para entrar es de 5 reales y aquellos que accedimos a pagarlo (el propio Francisco de Asís difícilmente hubiese estado de acuerdo con cobrar entrada) nos encontramos con una espectacular obra repleta de oro y de visitantes obnubilados.

Mientras la parada obligada para comprar presentes entretenía a los más pudientes (todo costaba arriba de 10 reales), otros aprovecharon para dejar la famosa pulsera de los deseos en las rejas de la iglesia de Nuestro Señor de Bonfim, donde todos los años se realiza una multitudinaria fiesta que reúne a cerca de 800 mil personas y que es considerada más profana que religiosa.

Terminado el recorrido por el centro histórico y con la fuerte sensación de que queda mucho más por conocer, nos dirigimos al Mercado Modelo. Se trata de un edificio de 150 años que reúne a cientos de puestos de artesanías y comidas típicas, donde los turistas pueden acceder por poco dinero a un recuerdo representativo de Salvador.

El lugar permite una vista privilegiada de la Bahía de Todos los Santos y del ascensor Lacerda, una estructura enorme que facilita el paso desde la parte baja de la ciudad hacia la alta, y viceversa.

Por último, no se puede describir Salvador y no referirse a la diversidad de sus playas. La capital bahiana ofrece piletas y aguas mansas para quienes gustan nadar o bucear; también hay lugares ideales para los deportes acuáticos, y playas preparadas especialmente para hacer ejercicios. Claro que también hay espacios propicios para la reposera y el relax, y otros para disfrutar del buen comer y beber, con una vista inigualable.

La diversidad cultural y la multiplicidad de ofertas de Salvador de Bahía la transforman en un lugar ideal para familias inquietas o parejas en pleno romance. Y que cada cual elija su propia aventura.

Datos

Nombre oficial: República Federal del Brasil.

Capital: Brasilia.

Gobierno: democracia parlamentaria con régimen presidencialista

Población: 185.000.000.

Superficie total: 8.547.403 kilómetros cuadrados.

Idioma: portugués.

Moneda: real.