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Praga, la perla de Bohemia

Ha visto pasar muchas guerras pero, afortunadamente, Praga logró salvar su rico patrimonio.

Si hay una ciudad con suerte, esa es Praga. En su milenaria vida, ha visto pasar muchas guerras cada vez más destructivas, pero ha logrado mantener a salvo su bellísimo patrimonio.

Pero también tuvo buenos gestores que, salvo excepciones, se hicieron los sordos ante planes de modernización arquitectónica, que pudieron arruinar a la perla de Bohemia.

Su casco histórico, fácil de recorrer a pie, es un compendio de gótico y barroco, una mezcla de la exquisitez del imperio austrohúngaro y también de la fascinación que sus habitantes han sentido por la belle époque parisiense, tanto en lo cultural y artístico, como en los ambientes donde se reúnen a conversar desde hace dos siglos.

No hay que dejar de pasar por algunos de estos maravillosos cafés: Slavia, Louvre, Lucerna, Imperial, Orient, Praga y el Café de la Casa Municipal.

Ese encanto praguense ni siquiera decayó con el aburrimiento comunista, décadas en las que los checos lucharon por no perder su identidad. Recuérdense como muestra, aquellas inolvidables jornadas de la “primavera de Praga”.

Castillo y plaza Vieja. La colina principal de la ciudad alberga el Castillo Real, una agrupación de edificios administrativos, religiosos y nobles, que demanda al menos medio día para recorrer.

De ese conjunto, no hay que perderse la catedral de San Vito, símbolo de la capital y de toda la República Checa, tanto por su historia tempestuosa como por su valor artístico, con una maravillosa fachada gótica y un aún más interesante interior,  donde resaltan los vitrales de diferentes estilos y épocas, a cual más hermoso.

Bajando la colina, está la Ciudad Chica (Mala Strana), calles y callejuelas salpicadas de suntuosos templos barrocos y palacios renacentistas. A Mozart le gustaba la bohemia de este barrio y tocó, alguna que otra vez, en la iglesia de San Nicolás.

El puente de Carlos es el nexo más antiguo entre las dos zonas más interesantes de la ciudad y es el más pintoresco para cruzar a pie el Moldava, porque está salpicado de estatuas religiosas barrocas y en cada extremo se erigen sendas torres.

Al otro lado del río Moldava está la Ciudad Vieja, en cuya plaza principal se agrupan varias referencias para el visitante, como el templo de Nuestra Señora de Tyn, cuyas torres son un símbolo de la ciudad, aunque su puerta principal ha sido extrañamente taponada por un edificio municipal.

Pero es el reloj astronómico, sobre la torre del Ayuntamiento, el que se lleva todas las miradas, especialmente cuando las campanadas anuncian cada hora, mientras por encima del reloj asoman figuras de madera que representan a Jesús y los doce apóstoles.

Una vez finalizada la turística ceremonia, es apropiado subir al mirador de la misma torre, donde Praga se posa a nuestros pies en 360º.

Teatro, música y Kafka. El teatro negro es la mejor opción posible, si deseamos acercarnos a las señales culturales distintivas de los checos. Inspirado en las sombras chinas, su evolución ha sido más rica y compleja, hasta convertirse en un verdadero antídoto contra cualquier crisis de imaginación.

La temática es variada, pero siempre está presente la sugestión creada por actores que se confunden con la negritud del fondo y dinamizan numerosos objetos coloridos con asombroso ritmo narrativo.

Especialmente recomendable es Los aspectos de Alicia, una versión basada en Alicia en el país de las maravillas, a cargo del teatro Ta Fantástika, cuya sala está a muy pocos pasos de la plaza Vieja.

Y aunque la música ha dado notables referencias clásicas como Dvorak, el propio Smetana, Janácek y Martinú, la pintura también ha legado el talento de Antón Mucha (pronúnciese Muja), un artista nacido en Praga a finales del siglo 19, que tras cosechar cierta fama en su país acabó convirtiéndose en referente del art nouveau, como no... en París.

Mucha es reconocido por manejar un enfoque del cuerpo femenino que se anticipó varias décadas a los clisés de la segunda mitad del siglo pasado. En Praga nunca falta una exposición con sus sensuales cuadros.

Y ya que de museos vamos, recomendamos algunos muy curiosos, como el Museo de la Tortura o  el Sex Machines Museum, con todas las connotaciones que sus propios nombres sugieren.

Aunque, para extraño y absurdo, nada mejor que dejarnos llevar hasta la casa de quien, desde la literatura, enalteció estas sensaciones: a Franz Kafka esta ciudad le marcó en gran parte su estilo y su temática. Un museo de ambiente cerrado y algo sórdido, solamente recomendable para admiradores del autor de El Proceso.

Praga es música. Lo corroboran las decenas de conciertos que abarcan todos los géneros. Muchas iglesias se transforman, al caer la tarde, en recintos de música clásica en vivo. A destacar, la monumental Sala Smetana en la Casa Municipal; la iglesia de San Simón, escenario principal de la Orquesta Sinfónica de Praga, y los conciertos regulares de órgano en la Basílica de Santiago.