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Porto Maravilha, la nueva entrada a Río

Entre las obras que dejaron los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro está la revitalización de la zona portuaria. Dos museos, cuyas estructuras son un arte en sí mismas, murales y un paseo frente al mar conforman algunas de las nuevas atracciones.

El viejo y oscuro viaducto desapareció. En su lugar, ahora están las vías de un moderno tren que parte desde el nuevo Porto Maravilha y llega al aeropuerto de vuelos domésticos Santos Dumont. Estamos en Gamboa, barrio céntrico de Río de Janeiro, en Brasil, un lugar que salió de las sombras y se convirtió, en el marco de las últimas Olimpíadas, en un importante punto turístico.

De un lado de la avenida Rodrigues Alves se puede ver el puerto y el inmenso mar y, a lo lejos, el puente que une Río con Niteroi. Del otro, la ciudad a la que alguna vez desembarcaron miles de esclavos africanos.

Está nublado pero hace calor. Clima ideal para caminar. Camila Feher, nuestra guía -la mejor de Río de Janeiro- cuenta que Porto Maravilha se puso en valor inspirado en Puerto Madero. Hoy, arriban turistas de todas partes del mundo en lujosos cruceros.

DATOS. Información útil para conocer Porto Maravilha en Río.

La nueva Río

El proyecto de revitalización del “Río profundo” es uno de los más ambiciosos para una ciudad que acaba de sumar importantes obras de infraestructura. Allí, lo antiguo y lo moderno se llevan muy bien. Desde la Plaza Mauá, en la zona del puerto, se pueden ver dos museos cuyos edificios son una obra de arte en sí mismos: el Museo de Arte de Río (MAR) y el Museo del Mañana.

El primero se inauguró en 2013. Un enorme techo ondulado, que simula las olas del mar que tiene en frente, une el antiguo palacete de Don Juan IV -construido a comienzos del siglo XX- con otro de estilo moderno.

El Museo del Mañana, en cambio, es una enorme estructura moderna y futurista que parece flotar sobre el mar. Lo diseñó el arquitecto español Santiago Calatrava –quien ideó el Puente de la Mujer, en Puerto Madero- y fue inaugurado en diciembre de 2015. La gente hace largas filas para ingresar a ver las muestras de proyectos tecnológicos.

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Paseo de color

La música brasileña que surge desde el escenario que se montó frente al puerto para seguir los Juegos Olímpicos alegra aún más el paseo bautizado como Boulevard Olímpico. Se puede caminar frente a los bodegones y contemplar los murales en los viejos edificios, algunos en ruinas, que miran al mar.

Uno resalta entre el resto. La gigantesca obra de Eduardo Kobra, inaugurada recientemente, refleja a los cinco continentes. El colorido mural, con rostros que representan a cada región, tiene 180 metros de largo y 2.600 metros cuadrados. “Es el mural étnico más grande del mundo”, cuenta Camila. Junto al grupo de periodistas invitados por Aerolíneas Argentinas y Sheraton improvisamos unas fotos.

Unos metros más adelante, ya en la “Pequeña África”, entre modernos edificios corporativos y antiguas casas de estilo colonial, vemos ruinas del lugar por donde desembarcaron miles de esclavos provenientes de África.

Las Olimpíadas sirvieron para poner en valor a un sector de la ciudad que estaba muy degradado. “Antes nadie venía al Centro. Era un lugar peligroso y no había ningún atractivo. Ahora, está surgiendo y hay varios proyectos inmobiliarios para que no sólo sea un lugar de paseo sino también para vivir”, cuenta Manoela Barcellos, del Sheraton.

Al igual que la geografía del resto de Río, en el Centro también hay casas antiguas y precarias construidas sobre morros. “¿Ven que las calles son angostas? Es para proteger a las casas del sol y del calor”, revela Camila y agrega un dato curioso sobre las viviendas coloridas y cubiertas de azulejos del siglo XIX: “Las rejas rectas de los balcones se ponían en casas donde vivían hombres. Si había mujeres, las hacían curvas, para que entraran con sus vestidos”. Hay varias en venta. “Desde que se puso en valor esta zona, salen sus millones”, asegura la guía.

Un hotel de lujo sobre el mar

La sugerencia de uno de los empleados del hotel Sheraton Grand Río de salir al balcón de la habitación para reponernos del viaje no falla. Desde allí, la vista de Leblon, una de las playas más populares de Río de Janeiro, es impagable. De un lado del hotel está el mar. Del otro, la colorida favela de Vidigal y la figura del Cristo Redentor de fondo.

Leblon es uno de los barrios más chic de la “Ciudad maravillosa”. El edificio del hotel se ve imponente desde la avenida costera. Tiene 26 pisos y 538 habitaciones y, como punto distintivo, es el único con salida directa al mar.

Tres piletas; un jacuzzi al aire libre; canchas de tenis; restaurantes con menús gourmet y vistas preciosas a las playas de Vidigal, Leblon e Ipanema; spa con peluquería incluida; gimnasio y un bar son algunos de los atractivos del hotel.

Sheraton Grand Río fue remodelado con una inversión de 55 millones de dólares. En sus instalaciones disfrutamos de unos masajes en el Shine Spa, con el sonido de las olas rompiendo en el mar de fondo. El momento de relajación se completa sobre un camastro a metros de la playa o unos minutos en el sauna y, luego, en una sala en la que los huéspedes se pueden servir bebidas y dulces antes de salir a seguir disfrutando de la ciudad.

Por la noche, antes de regresar a la habitación, pasamos por Dry Martini, el bar ubicado junto a la pileta del hotel. La carta cuenta con el clásico trago que le da nombre al lugar. La preparación del Dry Martini, a cargo del barman, es un espectáculo en sí mismo.