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Por Roma y Milán en busca del cóctel perfecto

Recorrimos bares de esas dos ciudades para conocer más sobre los aperitivos, una tradición que se mantiene muy viva en Italia y que en nuestro país vuelve a ganar terreno.

Dentro de su vasta oferta cultural, que incluye su historia y su majestuosa arquitectura, Italia brinda una opción difícil de pasar por alto cuando estamos de visita: su gastronomía. Allí nacieron muchos de nuestros platos favoritos, como las pastas o la pizza, tradiciones que cruzaron fronteras para volverse clásicos también en otras partes del planeta. Probar un risotto o una focaccia en cualquier taberna italiana es un objetivo delicioso para aquellos que combinan los paisajes naturales con los que ofrece un plato bien servido.

Y también está la bebida, claro. Ciudades como Roma y Milán son capitales de la coctelería, no sólo porque allí se fabrican los fernet y los bitters emblemáticos del mundo, sino también porque cuentan con una gran variedad de bares que preservan el buen gusto y la tradición por esta cultura: espacios cómodos y originales, cócteles de autor, música al volumen justo y una clientela que sabe lo que ordena.

El aperitivo es una costumbre que se divisa en cada local, desde aquellas mesas que alojan a los que recién salen de sus puestos de trabajo –lo que acá todavía llamamos "after office"– hasta esos lugares en los que los clientes se acodan en la barra para charlar con el personal hasta la madrugada. Voy de Viaje acompañó a Pipi Yalour, bartender cordobesa y actual embajadora de Campari, a un recorrido por algunos de los bares de estas dos ciudades.

DATOS ÚTILES. Información útil para visitar Roma y Milán.

Milán: clásicos consagrados y en camino

Comencemos por Milán. Uno de los lugares más tradicionales, tanto por su historia como por su ubicación, es el Camparino, que se encuentra en el ingreso de la galería Vittorio Emanuele II. Su fachada vidriada y el cartel de neón nos dan la bienvenida y, una vez que llegamos a la barra, la sugerencia es pedir un clásico como Negroni o alguna variante más ligera, como el Mito o el Americano.

Bar Luce tiene muchos menos años (inauguró el año pasado), pero va camino a ser otro clásico. ¿La razón? Recrea la atmósfera de los cafés de Milán de las décadas de 1950 y 1960 y eso se nota apenas uno cruza la puerta: sus colores pasteles, la delicadeza de sus sillas y mesas y la prolijidad cromática de la barra dan cuenta de una decoración pensada al detalle. Quien lo diseñó fue nada menos que el director de cine Wes Anderson (Moonrise Kingdom, El gran Hotel Budapest), y ese solo dato ya amerita la visita. Sus flippers temáticos y la jukebox lo vuelven además un spot ideal para instagramear. Perfecto para tomar un macchiato, un vermut o una copa de vino, y degustar alguno de sus sándwiches a precios amigables.

Local de ambientación y espíritu clásicos, con parroquianos de todas las edades en sus mesas, el Bar Basso es otro punto obligado para los amantes de los cócteles. Según cuenta la leyenda, allí se inventó el Sbagliato, una variante del Negroni que lleva vino espumante en lugar de gin. Naturalmente, es uno de los tragos más solicitados. Sus bartenders lo preparan en unos grandes copones hasta la mitad de su capacidad con un cubo de hielo y acompañado de algo para picar.

Roma, a puerta cerrada

En nuestro paso por Roma, visitamos dos bares speakeasy, una tendencia que aumenta en Europa y que no tardará en llegar a esta parte del mundo (de hecho, ya arribaron a Buenos Aires). Se trata de lugares semiescondidos y que funcionan a puerta cerrada, a los que se puede ingresar previa reserva (una traducción muy local para esta modalidad sería “jugala callado”). Por lo general, ofrecen coctelería de primer nivel, con botellas de toda clase detrás de la barra.

Uno de ellos es Club Derrière, un bar de inspiración literaria, con bibliotecas como decoración y una carta de tragos muy cuidada; el otro, Jerry Thomas, está rankeado entre los mejores bares del mundo y cuenta con reglas estrictas para sus clientes. Entre ellas, que el bartender siempre tiene la razón y que no se aceptan tarjetas de crédito, de modo que hay que llevar algunos billetes. Pero la experiencia vale la pena: sus cócteles fueron algunos de los mejores de todo el viaje.

Las anteriores son apenas sugerencias, lugares recomendables para bajar un cambio y probar cócteles a cargo de alquimistas de las bebidas, una forma distinta de disfrutar de Italia.