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A pie o en bici: al aire libre por Ámsterdam

La capital de Holanda tiene el alma de un pueblo grande y cosmopolita. Tradición y vanguardia conviven en una ciudad con más bicicletas que personas.

“Montar en bicicleta, bailar, silbar, mirar el mundo, sentirme joven, saber que soy libre, eso es lo que anhelo”. Las palabras escritas por Ana Frank en 1943 en un duro contexto tienen un fuerte lazo con la esencia de la capital holandesa.

“Vive y deja vivir” es la declaración de principios en Ámsterdam, la ciudad a escala humana que se construye en libertad y que es posible conocer en paseos a pie o en bicicleta, el medio de transporte que siempre se apodera del cuadro, ya sea en movimiento o encadenado por todos lados.

Por ser una urbe "pañuelo", compacta y con distancias irrisorias, recorrerla es un placer low cost al aire libre.

DATOS. Información útil para recorrer Ámsterdam.

El punto inevitable es una cuadrícula de adoquines. Se trata de la plaza Dam, el corazón seco del centro histórico, donde lo único verde es la cúpula del Palacio Real. Al lado, la Nieuwe Kerk (iglesia nueva), que data del siglo XIV, se usa para la coronación de los monarcas, como la reina Beatriz en 1980 y los reyes Guillermo Alejandro y Máxima Zorreguieta en 2013. Enfrente, el obelisco de 22 metros del Monumento Nacional conmemora a los caídos holandeses durante la Segunda Guerra Mundial. Desde aquí comienzan todos los recorridos para conocer la atmósfera que “respira tolerancia, libertad y respeto”, según indica nuestro guía español bajo un increíble cielo despejado de agosto.

Desprejuiciada

Con naturalidad, todo está servido a los ojos del otro, pero paradójicamente nadie mira al de al lado. En los pasajes de baldosas húmedas del Barrio Rojo se exhiben unas 300 cabinas pequeñas, con ventanales de vidrio, tubos rojos de neón y cortinas abiertas que dejan ver a las mujeres en ropa interior, compenetradas en sus celulares a la espera de clientes. Para tomar nota: está prohibido sacarles fotos. En la zona XXX, los sexshops están siempre abiertos, al igual que los bares de striptease, las salas de video y los coffee shops de venta libre de marihuana y hachís a gusto.

De los 165 canales de la “Venecia del Norte”, cuatro están protegidos por la Unesco desde 2010: Singel, Herengracht, Keizergracht y Prinsengracht. Y, a falta de grandes monumentos, hay una hilera de fachadas levemente inclinadas y con cuello de botella que ribetean los canales y conforman un binomio perfecto.

También existe vida acuática en casas flotantes, con gas, luz, teléfono y conexión al sistema cloacal. “Los 2.500 propietarios pagan impuestos y permiso de amarre”, sostiene el guía mientras apunta el dato de color.

Laberinto de minúsculas callecitas

El muy pintoresco barrio Jordaan, con sus pequeñas callecitas y jardines escondidos, es un convite a disfrutar del paisaje y a tomar una cerveza al atardecer en el canal Brouwersgracht. De origen obrero, se trata de una zona elegante, con cafés y restaurantes coquetos, tiendas exclusivas y galerías de arte.

En Prinsengracht 263 se encuentra la Casa de Ana Frank, que recibe a más de un millón de visitantes por año, atraídos por la historia fustigada por la ocupación nazi y un cuaderno que dio la vuelta al mundo.

Rito natural

Otro imperdible es el mercado flotante de flores, sobre el canal Singel. De enero a julio, en época de tulipanes, es el lugar indicado para admirar la flor nacional en todo tipo de formas y tamaños.

Basta desandar las calles de Ámsterdam para notar cómo ostenta un semblante vivaz, sostenido sin pausas por el paso de las bicicletas, las embarcaciones que avanzan entre la madeja de puentes y la sana costumbre de decorarlo todo con flores, una pasión que no deja de ganar protagonismo en la vida de los holandeses. Por eso, aunque sea para curiosear, vale la pena visitar el Bloemenmarkt, que tiene más de un siglo de trayectoria.