buscar

Paseos cercanos con té de coca

Quito quedó a unos kilómetros y el fresco indica que vamos llegando a la sierra.

Quito quedó a unos kilómetros y el fresco indica que vamos llegando a la sierra. Son unos 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar y se sienten en las sienes y nuca. Y hay que tomar té de coca, para no sentirse atontado.

Hay un circuito que es posible realizar en dos o tres días de recorrido, por la provincia de Imbabura. La mejor forma de recorrerlo es con alojamiento y comidas en la hermosas estancias y haciendas de la zona, como la Pinsaqui, donde paró Simón Bolívar en sus expediciones militares entre Ecuador y Colombia.

La Compañía de Jesús es una hacienda en la que se puede disfrutar de la gran maravilla de las rosas. Las rosas ocupan hectáreas y hectáreas con versiones en 70 colores. El sol sólo les da de lleno en el solsticio de junio y el equinoccio de diciembre. Los incas lo sabían y sus antecesores también. Por eso, la gente aún mira el sol para regar la tierra y adaptarla a sus necesidades cotidianas.

En tanto, la bella y antigua hacienda San Agustín de Callo, atendida como las demás por sus amables dueños, muestra una serie de edificios construidos sobre antiguas viviendas indígenas.

En el camino, se atraviesa la avenida de los Volcanes, el lago Cuicocha, la Reserva Ecológica Cotocachi-Coyapas, el Parque Nacional Cotopaxi y la pintoresca feria de Otavalo, donde se hacen  las mejores compras de artesanía local de toda índole.

Algún tramo del camino hay que hacerlo a bordo de Ferrocarriles del Ecuador, símbolo patrimonial vivo, puesto en valor por el gobierno de Ecuador después de 103 años de su creación.

El tren atraviesa una de las rutas más difíciles del mundo para su construcción, baja la montaña en zigzag, para en todos los pequeños pueblos donde hay estación y facilita la interacción de comunidades locales con los viajeros a través de visitas, organización de bares y cantinas pequeñas o permitiéndoles vender sus artesanías.

Ícono de la ingeniería, el Tren de los Andes fue y es parte de la historia ecuatoriana. Volvió tras 30 años de abandono y se transformó en atractivo turístico cultural que vale la pena transitar.