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Panamá, el Canal y mucho más

Cada vez son más los turistas que eligen Panamá, ya sea para pasar allí sus vacaciones, como para hacer una escala en sus viajes.

Panamá a menudo no figura en lugar destacado de los folletos y programas de los operadores turísticos, como oferta de temporada. Sin embargo, cada vez está más presente en la demanda de viajeros empedernidos que no piensan sólo en disfrutar las vacaciones echados al sol en una playa paradisíaca.

Claro que allí también existe esa oferta, de playas, mar y palmeras, como las de Boca del Toro o las islas de San Blas, territorio tribal de la etnia kuna, ambos sobre el Caribe. Pero eso será motivo de otra visita y de otro informe.

En esta oportunidad, la ciudad de Panamá, el archifamoso  canal que lleva su nombre y una cercana reserva aborigen, de la etnia emberá, abierta al turismo y donde se puede compartir la vida cotidiana con sus miembros, son los motivos de esta nota.

Cuando la aerolínea Copa decidió radicarse en Córdoba y unir diariamente esta ciudad con la capital panameña, en vuelos de poco más de seis horas, Panamá fue descubierta por miles de cordobeses. Los aviones de Copa salen del aeropuerto local con su pasaje dividido casi en tercios: uno, pasajeros que buscan el Hub de la Américas, como se le llama a Panamá, para tomar alguna de las cientos de conexiones que permite; otro, empresarios y clientes corporativos que viajan a vender, comprar o cerrar negocios, ya sea en la misma Panamá o en algunos de los destinos que alcanzan aquellas conexiones, y el último tercio, ahora sí, turistas que van a Panamá. Quizá se sorprenda escuchando una tonada cordobesa.

Pero, además, están los turistas que a la ida o a la vuelta de sus viajes de vacaciones, en el Caribe, México, República Dominicana, Cuba o los Estados Unidos, hacen una estadía de dos o tres días en Panamá.

Entonces, la pregunta es: ¿Qué hacer en esa ciudad y sus alrededores, en tan corto tiempo? Hay alternativas que bien valen la pena.

Esclusas de Miraflores. La República de Panamá está íntimamente ligada a la historia, en gran medida trágica, de la construcción del Canal, ese tajo que se le hizo a la cintura de América, como la parte más angosta de un cuerpo (aunque muchos no puedan aplicarlo a su anatomía), para unir ambos océanos, el Pacífico y el Atlántico.

Son solamente 80 kilómetros los que separan a los dos mares y el ingenio del hombre puso su impronta allí con el Canal. Fueron los franceses quienes iniciaron la tarea, pero fracasaron en el intento, entonces aparecieron los estadounidenses, que además de aplicar el sentido común y la practicidad que suele caracterizarlos, ejercitaron lo que mejor saben hacer: vieron el negocio.

Sobre cómo funcionan las esclusas, especie de escalones que enormes barcos cargueros “suben y bajan” flotando en el agua; por qué fracasaron los franceses y tuvieron éxito los norteamericanos; cómo son los barcos que transitan el canal, en cuántas horas, cuántos por día y mucha  más información, el visitante la recibe en el Centro de Visitantes de la esclusas de Miraflores.

Como muestra, van algunos  datos: el Canal de Panamá perteneció a EE UU hasta el 31 de diciembre de 1999. Desde el mediodía de ese día, el Canal es propiedad del estado panameño y la administra la entidad gubernamental Autoridad del Canal de Panamá.

El año pasado se batió el récord de monto por peaje pagado: el crucero Norwegian Pearl pagó 375.000 dólares, a razón de 120 dólares por pasajero. Por otra parte, el peaje más barato que se pagó fue el que tuvo que abonar el nadador norteamericano Richard Halliburton, en 1928: 37 centavos de dólar. Halliburton fue pesado y medido, como hacen con los barcos, para saber cuánto tenía que pagar. Tardó 10 días en cruzar el Canal.

Por último, cabe mencionar que el pasado miércoles 13 de octubre, cuando en Chile eran rescatados los 33 mineros atrapados en la mina San José, cruzó el Canal de Panamá el barco número un millón.

Caminar y comprar. Si usted no es un viajero de negocios, en busca de algunos de los 70 bancos que conforman la "city" panameña, la mayoría de ellos en la calle 50; o detrás de algún negocio de los que propone la zona libre de Colón, sobre el Atlántico; o interesado en alguna de las muchas inversiones inmobiliarias que le están cambiando el rostro a la ciudad, o busca proteger su capital en una cuenta cifrada, entonces póngase calzado cómodo y ropa liviana, no olvide su cámara fotográfica, lleve algo para protegerse de las frecuentes lluvias tropicales y recorra la ciudad.

Lo más aconsejable es hacerlo acompañado de un guía turístico o en una de las excursiones  que ofrecen las agencias de viaje. Con un paseo de dos a dos horas y media, podrá recorrer las ruinas de la vieja ciudad y el casco antiguo, Patrimonio de la Humanidad, que está siendo recuperado y puesto en valor con parte de los 2.000 millones de dólares que produce el Canal anualmente.

Caminar por esas callecitas empedradas, rodeado de balcones floridos en construcciones coloniales, lo transportarán a aquellas épocas en que Panamá era vía de tránsito del cargamento de otro y plata proveniente del Alto Perú y con destino final a la corona en España.   Épocas también de ataques de corsarios y piratas, como Henry Morgan, que la saqueó e incendió.

El extremo donde se ubica la Plaza de Francia es un punto estratégico. Al frente de la plaza se ubica la Embajada de Francia, un hermoso edificio de color celeste y debajo de la explanada, la Bóvedas, antiguas celdas de la prisión, hoy convertidas en un lujoso restaurante y tiendas de diseño.

A metros de allí, el antiguo Club Unión y desde uno de sus costados, una vista privilegiada de la ciudad moderna, con centenares de grúas que asemejan a una danza de cigüeñas entre las torres que van ganando altura.
Otra visión desde este punto es la llamada Cinta Costera, amplia franja de terreno ganado al mar, convertida en una avenida con grandes espacios verdes y vías de circulación que agilizan el tránsito y que corre paralela a la avenida Balboa, entre el mercado de mariscos y la marina Miramar.

El recorrido comprende también, el Teatro Nacional, la plaza Bolívar y la iglesia de Santo Domingo, con su Arco Chato, bajo el cual, se dice, se tomó la decisión de construir el canal.

Unas cuadras más adentro, la plaza de la Independencia está rodeada por la iglesia Catedral, el Palacio Presidencial, el Museo del Canal y el Palacio Municipal. Detrás de este, a 100 metros, la iglesia San José atesora su altar totalmente bañado en oro.

Allí cerca hay un sector de la ciudad vieja, habitada por los sectores de menores recursos, por donde los panameños aconsejan no circular.

Para las compras, hay varias alternativas: Albrook Mall, Multicentro Mall, Multiplaza Pacific, entre otros. El primero tiene fama de ser el más barato. No piense el viajero que encontrará los mismos precios que en Miami, por ejemplo, pero sí hay una gran variedad de productos: vestimenta, calzado, electrónica, fotografía, relojería y artículos deportivos, entre otros.