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Odiseas casi irreales que ocurrieron en el Orient Express

En sus pasillos se filmó James Bond, personificado por Sean Connery (Venice Simplon-Orient-Express)
En sus pasillos se filmó James Bond, personificado por Sean Connery (Venice Simplon-Orient-Express)

Desde la firma del cese de la Primera Guerra Mundial, hasta un rey como maquinista: el tren que inspiró a Ágatha Christie acumula historias dignas de novela.

"Las cinco de la mañana es una hora horrorosamente intempestiva para subir a un tren. Faltaban todavía dos horas para el amanecer. Consciente de ello y complacido por una delicada misión satisfactoriamente cumplida, monsieur Poirot se arrebujó en un rincón y se quedó dormido." La frase es de Ágatha Christie en su libro Asesinato en el Orient Express, y Poirot, es el detective encargado de resolver dicho crimen.

Década de 1930, mujeres aristocráticas con tapados de piel y hombres fumando cigarros, las vías congeladas y el pasaje de las principales ciudades europeas pasando como ráfagas por las ventanillas, el ambiente era perfecto para situar a esta novela detectivesca que catapultó la fama del tren hasta nuestros días.

Esta es quizás la historia más conocida del Orient Express, pero fuera del terreno de la literatura, sus anécdotas no se quedan atrás.

Leyenda viva

En 1920, el presidente francés Paul Deschanel, aparentemente luego de tomar un tranquilizante, cayó del vagón donde se alojaba a la oscuridad de la noche. Al cabo de unas horas apareció, en pijama en la casa de un vigilante de un paso a nivel, sin comprender bien qué había pasado.

A principios del siglo XX, el Rey, Ferdinand I de Bulgaria, solía detenerlo cuando pasaba por sus dominios para conducirlo a toda velocidad, poniendo en peligro a los pasajeros con su escaso dominio de la máquina. En otra ocasión, el Zar Nicolas II, pidió por anticipado que para su viaje fuera construida una decoración especifica en los vagones que él y su séquito utilizarían en su visita oficial a Francia.

Otra gran odisea que parece de libro, sucedió en 1929. Tras quedar bloqueado por la nieve en Turquía, los pasajeros tuvieron que sobrevivir cinco días a temperaturas por debajo de los -25º, con las reservas de carbón y comida agotadas. Salían solo a buscar leña y cazar animales para alimentarse.

El 11 de noviembre de 1918 las vías fueron testigo de una de las firmas más importantes de la historia de Europa. Alrededor de las cinco de la mañana representantes de los Aliados y del Imperio Alemán firmaron en uno de sus vagones el fin de la Primera Guerra Mundial. Por su carga simbólica, los alemanes reutilizaron este vagón como despacho durante la II Guerra Mundial y para que Francia firmara la rendición ante Alemania.

Todo lo ocurrido en el Orient Express podría ser creación de un escritor imaginativo, tanto lo bueno como lo malo.