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A navegar con Pessoa

Mediterráneo. El poeta lusitano Fernando Pessoa escribió: “Navegar es preciso, vivir no es preciso". En este viaje, la propuesta es visitar cinco ciudades de cuatro países distintos, Génova (Italia), Marsella (París), Valencia (España) y Sintra y Lisboa (Portugal).

Nada es casual, pensaba mientras volaba sobre el Atlántico y disfrutaba leyendo a Fernando Pessoa cuando parafrasea a Pompeyo y a los antiguos navegantes de la liga Hanseática: “Navegar es preciso, vivir no es preciso”. Justo en ese momento, Caetano Veloso repetía por mis auriculares esa misma frase, “Navegar é preciso... viver não é preciso”, esta vez en su tema Os Argonautas.

La propuesta era disfrutar de las bondades del buque insignia de la flota de Costa Cruceros, el Costa Pacífica, que este año tendrá su primera campaña en las costas sudamericanas. Un corto viaje para conocer una ciudad cada día. Nada es casual. Ni siquiera el saber que el viaje tiene a Lisboa como destino final. Lisboa, la tierra donde Pessoa imaginó y escribió las letras más memorables de la lengua portuguesa.

El embarque se produce en Civitavecchia, el puerto más cercano a Roma, desde donde nos dirigiremos a nuestra primera escala, la legendaria Génova.

Génova. Potencia marítima y comercial de otras épocas, la ciudad portuaria de Génova es aún hoy el principal puerto de Italia. La zona histórica está llena de contrastes: callejones muy angostos y empinados (los carruggi) llenos de colores y de oscuridades, con humildes viviendas y fastuosos palacios; fuentes muy bellas, e iglesias decoradas con frescos antiquísimos, incluso en sus fachadas.

El tiempo de visita se aprovecha para caminar las calles del centro histórico. Desde la Piazza di Ferrari, alrededor de la cual se encuentran la Ópera, el Palacio Ducal y a pocos metros de allí, la que dicen fue la Casa Natal de Cristóbal Colón.

Allí también está la Porta Soprana, una de las entradas más antiguas de la ciudad, caracterizada por sus torres gemelas.

En Piazza Ferrari nacen la avenida XX de Setiembre y la Via Roma, una de las más elegantes de la ciudad, donde está la Galería Mazzini y se agolpan las más importantes marcas de moda.

En las inmediaciones del puerto, sorprende la fachada del hermoso Palazzo de San Giorgio, que fuera cárcel del famoso navegante Marco Polo. Continuamos hasta la Via Garibaldi, antes conocida como Strada Nuova.

Asombran los edificios construidos entre los siglos XVI al XVIII y, en una sucesión ininterrumpida de imágenes, nos cruzamos con invitados a una boda que muestran la elegancia italiana a plena luz del día; nos impacta la explosión de colores de las azaleas en flor, y nos sorprende con los grafitis de las paredes que dicen: “Quando lo stato uccida, l\'unica giustizia é nella rivolta” (cuando el estado mata, la única justicia está en la revuelta), quizá un anticipo de las protestas de “los Indignados” de España.

Marsella: aroma a lavanda. Después de una apacible noche de navegación, amanecemos de cara a la costa francesa. Marsella está rodeada de colinas y tiene el privilegio de un clima impecable, con un cielo luminoso y diáfano, producto de la brisa del viento Mistral que sopla no menos de 90 días al año.

Es la segunda ciudad más habitada de Francia y tiene el puerto comercial más importante del país. Desde lo alto de la colina más alta, preside la ciudad la Basílica de Notre Dame de la Garde, el lugar que ofrece la vista más impresionante.

Comenzamos la caminata en el Puerto Viejo, zona de descanso de barcos pesqueros y embarcaciones deportivas. También ahí proliferan bares,  tiendas y restaurantes.

En la misma rambla, los pescadores ofrecen sus productos vivos conservados con agua de mar. Puestos de flores aportan los colores y Antoniette, la sexagenaria cool, vestida con capelina y enormes flores color fucsia rabioso, interpreta a Edith Piaf.

De evidente carácter cosmopolita, Marsella es una mixtura de culturas, lenguas y artes,  aportadas por inmigrantes árabes, norteafricanos y habitantes de las antiguas colonias francesas.

En las tiendas se ofrecen los famosos jabones de Marsella (precursores de los jabones actuales y fabricados en base a aceite de oliva) y el aroma a lavanda aparece a cada paso.

Antes de volver al barco cumplimos con un rito ineludible: un café en la vereda de La Samaritaine, la esquina más famosa de Marsella, café que está desde 1910 en ese mismo lugar, en 1945 fue destruido por los bombardeos alemanes y tres años después del fin de la guerra pudo reabrir sus puertas.

Historia y modernidad
Curiosa ciudad Valencia. Interesante equilibrio entre historia y modernidad. Es la tercera ciudad de España y en la última década tuvo una increíble transformación. Además de recuperar las joyas arquitectónicas de la ciudad, los valencianos fueron capaces de desarrollar, en un eje de dos kilómetros sobre el cauce entubado del río Turia, la Ciudad de las Artes y las Ciencias, monumental obra de Santiago Calatrava que cambió la fisonomía de la ciudad.

En este paseo se suceden el Palacio de la Música; el Hemisféric (que representa un gigantesco ojo humano y alberga la mayor sala de proyecciones de España); el Umbracle (original jardín botánico); el Museo de las Ciencias (totalmente interactivo); el Oceanográfico, y el Palau de les Arts.

Las calles de Valencia huelen a naranjas y azahares. Es un placer caminar por las avenidas prolijas y limpias, las calles que alternan fachadas antiguas con las híper modernas, entre colosales fuentes majestuosas y flores omnipresentes.
Valencia es la tierra de las paellas y las fallas, esa especie de carnaval donde se queman grandes muñecos (los cadafals) como un modo de exorcizar los males y los problemas, en un festival de fuego, música y pólvora presente en calles y plazas.

Una de las maneras de vivir una ciudad, especialmente si es europea, es visitar sus mercados. El Mercado Central de Valencia es una soberbia construcción de estilo modernista, inaugurada en 1914 e íntegramente remodelada en 2004.

Su arquitectura combina hierro y vidrio en cúpulas y columnas, que conforman un bello edificio. Nos perdemos en el interior, todo se ve y se huele impecable y nos gratificamos con un bocadillo de jamón de bellota, antes de regresar al Costa Pacífica a recuperar fuerzas en el spa.