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Música en cada esquina de Londres

La capital del Reino Unido es una de las grandes metrópolis artísticas de nuestro tiempo.

A algunos los entusiasma la historia y la arquitectura; a otros, los puntos turísticos de renombre y las costumbres de cada lugar. Ni hablar de la gastronomía, los paisajes o las oportunidades únicas para comprar. Las motivaciones para viajar pueden ser muchas y dependen de la historia individual de cada pasajero. En mi caso, una de las materias que despiertan mi curiosidad es la música y sus diferentes manifestaciones. Y vaya si hay música en Londres, punto clave en el mapa de la industria del entretenimiento global y polo multicultural efervescente.

Bastan apenas unos cuantos días en la capital del Reino Unido para experimentar la importancia que conserva la música; no solo como arte de apreciación y consumo, sino también como forma de vida y expresión cultural. Cada día, en cada distrito, la presencia de lo musical no pasa desapercibida y es parte trascendental de la Londres que muchos tienen en mente.

Como punto de partida, Oxford Circus nos recibe con los brazos abiertos. Allí, en plena vorágine comercial, las grandes tiendas ofrecen discos y libros de todo tipo a precios de rebaja. Pero a solo unos metros, en la profundidad del Soho, otro aire se respira de inmediato: las disquerías especializadas (jazz, música clásica, electrónica, rock) comienzan a aparecer y cada una muestra su dinámica particular y sus propias reglas. Vale la pena husmear entre estantes y rincones para entender que la música grabada es una fuerza vital de esa cultura pop que, en estas mismas calles, revolucionó la moda durante los años 60 y se convulsionó con la juventud punk de fines de los 70.

Parques y calles de fiesta

Hacia el este, y de la mano del omnipresente underground (subterráneo), el Hyde Park ofrece más de 2,5 km2 de verde inglés para disfrutar de la armonía visual de sus praderas y monumentos. Allí también el verano llega con una oleada de conciertos gratuitos y la posibilidad de saborear un poco de las últimas tendencias que suenan en la BBC junto a clásicos del rock y del pop. Además, el extremo sur de los Kensington Gardens esconde una de las mejores salas de conciertos del mundo: el mítico y deslumbrante Royal Albert Hall, que en su estructura circular alberga a orquestas sinfónicas y a fenómenos hipster por igual.

Rodeando el parque hacia el norte, una exquisita caminata nos separa de Notting Hill, barrio pintoresco por excelencia y sede del colorido Portobello Market, en el cual se puede viajar en el tiempo a través de vinilos y memorabilia musical de todas las clases. Aunque nada mejor que visitar la zona a finales de agosto, cuando el Notting Hill Carnival logra que el subterráneo cambie sus horarios y se vista de fiesta. Y una vez allí se puede percibir por qué. Tomado por inmigrantes antillanos, el barrio que supieron inmortalizar Julia Roberts y Hugh Grant se convierte en un desfile de carrozas cargadas de parlantes y bailarines. Los ritmos urbanos del Caribe ya forman parte de la idiosincrasia londinense, y este histriónico carnaval permite experimentar de cerca ese sincretismo de raíces coloniales.

De Abbey Road a los pubs

Más al norte, uno de los puntos de peregrinación más importantes de la cultura pop nos espera con su habitual parsimonia. A pocas calles de la estación St. John’s Wood, el famoso cruce de Abbey Road (a metros de los estudios de grabación más reconocidos del planeta) recibe a visitantes diarios que buscan replicar la emblemática portada del último álbum grabado por los Beatles. Esa esquina y esa pared blanca cargada de grafitis improvisados son un punto obligado para cualquier fan de los Fab Four, y también para quienes quieran seguir el rastro de los lugares icónicos en la historia de la música del siglo XX.

No muy lejos de allí, y hacia el oeste, los cantautores callejeros y el merchandising rockero definen el espíritu de Camden y su mercado variopinto. Todavía resuena la voz de una Amy Winehouse que forjó allí su personalidad avasallante. Pero la magia también puede percibirse en un pub cualquiera, con una pinta de cerveza tirada y alguno de los cientos de shows que pueden encontrarse en el barrio cada semana. El pujante mercado musical británico tiene sus raíces en esa oferta interminable, aunque también es una oportunidad para vivenciar el día a día de miles de artistas que buscan salir del anonimato.

Aquí, allá y en todas partes. Las canciones, la historia, las nuevas tendencias y el amor por la música en todas sus formas no son solo cosa de revistas y de periodismo especializado. Se viven en cada esquina y forman parte de una identidad en permanente construcción, que atraviesa el ritmo y la diversidad cultural de la ciudad como ninguna otra.