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Montevideo, el mensaje de los tambores

De cara al río, la capital uruguaya seduce con su rambla, la Ciudad Vieja y la amabilidad y cultura de su gente.

Montevideo siempre plancha las arrugas del cuerpo y del alma. Tal vez sea porque el aire del Río de la Plata sopla distinto o porque los uruguayos se mueven a un tempo más ralentizado que sus vecinos de la otra orilla, los porteños. Llegar un domingo es también escuchar los tambores en el barrio Sur. Lo que empieza como un toque solitario, se va multiplicando hasta que más de 30 tambores braman su mensaje secreto. Se trata de las “llamadas”, las raíces afro-uruguayas que conforman el candombe, Patrimonio de la Humanidad desde 2009.

Durante todo el año se escuchan las “llamadas” en los barrios. Tienen su apogeo en carnaval, el más largo del mundo, que comienza los primeros días de enero y termina avanzado marzo. Esta música representativa de la ciudad nació tres siglos atrás, cuando los esclavos traídos desde más de 20 naciones africanas debían desembarcar en el puerto. Hacia fines de 1800, a los negros les era permitido reunirse los domingos a tocar sus tambores cerca del río. Cada nación tenía su toque particular con el que “llamaba” a los de su propio pueblo. A fines del siglo XIX y principios del XX, se “llamaban” con el toque de tambor los del mismo sector para ir a visitar otros barrios. Aún hoy se pueden escuchar matices según el barrio al que pertenece la “llamada”. Pueden llegar a 40 percusionistas que tocan, con palo y mano, tres tipos de tambores: piano, repique y chico, de sonido más grave o más agudo.

DATOS ÚTILES. Información útil para recorrer Montevideo.

Héroes, “cannabis” y puertas

La Ciudad Vieja levantada junto al puerto fue el primer escenario del candombe. De la vieja muralla, que encerraba la ciudad colonial, sólo queda la Puerta de la Ciudadela, inicio de la calle peatonal Sarandí.

A ambos lados de esa puerta se concentra gran parte de la historia política y cultural del país. A un lado está la plaza Independencia, donde descansan los restos del héroe nacional Gervasio Artigas. Frente a ella, aparecen la Casa de Gobierno, el palacio Salvo y, a una cuadra, el imponente teatro Solís, construido en 1840. Al otro lado de la puerta, comienza la calle peatonal Sarandí donde el arte brilla en el mural de Joaquín Torres García, creador de la corriente estética universalismo constructivo y maestro del arte universal. Allí está también su museo y, unas cuadras más adelante, el museo de su discípulo José Gurvich.

El mejor plan puede ser perderse y descubrir viejas puertas, bares en esquinas sin ochavas y personajes del barrio. La calle Pérez Castellano es una buena manera de enfilar para el puerto y en el camino ver los negocios dedicados a la venta de artículos para el cultivo de cannabis y accesorios para consumirlo, sólo apto para residentes.

Tierra de candombe

Muy cerca del río están, uno junto al otro, el Mercado del Puerto y el Museo del Carnaval. El mercado es el lugar ideal para probar la excelente carne uruguaya con una copa de Tannat, el tinto insignia del país. Difícil decidirse entre los distintos puestos, uno más atractivo que el otro. La Chacra del Puerto es una excelente opción. Dúos de guitarra y voz suelen cantar tangos a la gorra.

Un gran cuadro de Carlos Páez Vilaró recibe al visitante en el Museo del Carnaval. El artista plástico era un apasionado del candombe, participaba activamente de las “llamadas” y fue uno de los temas preferidos de su obra.

El museo está muy bien montado, con una sala negra con los trajes más vistosos de las últimas décadas mientras se escuchan las voces y tambores de las comparsas. En las cercanías, hay varios negocios de artesanías donde no faltan los mates y los tejidos.

Sin un tránsito enloquecido ni colas para todo, con una gastronomía y servicios excelentes, el paisaje del río y los misterios de la Ciudad Vieja, Montevideo es para disfrutar y relajarse.