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Miami, cambia... todo cambia

Convertida en la meca del consumismo criollo en la década de 1990, hoy el “downtown” de Miami es un polo artístico y cultural.

En la década de 1990, con la “convertibilidad” instalada en nuestra economía y el sueño de que el peso valía tanto como el dólar se convirtieron en el paraíso del “deme dos” y era como una película de ficción verlos regresar.

Miami, en el estado de la Florida, se había convertido en la Meca del consumismo criollo. Desde zapatillas con luces, hasta ropa de marcas fashion, pasando por aparatos de audio o TV y otros artículos de electrónica, cruzaban la Aduana superando la “pobre” franquicia de 300 dólares que aún perdura.

En esa época y hasta hace unos años, el eje del shopping era la calle Flagler, del Downtown (centro) de Miami y los conserjes de los hoteles y los taxistas aconsejaban a los turistas-compradores: “Después de las 5 (p.m) salga de la zona, no es seguro que permanezca por allí”.

Pero, como cantaba Mercedes Sosa, “... cambia / todo cambia...”. Hoy, el centro de Miami (downtown) es un sitio absolutamente amigable, limpio, ordenado y urbanísticamente moderno y adornado. Además, seguro y tranquilo, por el que se puede caminar aún en horas antes “prohibidas”.

Arte y diseño. Como ejemplos, son destacables dos áreas del Downtown que han sido totalmente revalorizadas y transformadas. Una de ellas es el Miami Design District, el distrito del diseño, en la zona
antes conocida como Buena Vista District.

En una superficie que cubre entre 15 y 18 manzanas (blocks), desde la calle 36 a la 41 en sentido norte-sur y desde la costa de Biskayne Bay (bahía) tres manzanas hacia el oeste, las antiguas construcciones donde antes vivían familias, muchas de ellas de inmigrantes latinos, han sido reconvertidas en estudios de decoración y diseño de los más disímiles rubros, desde ropa y joyas hasta muebles y artículos para el hogar.

Además, las grandes marcas ya comienzan a migrar hasta allí, como Louis Vuitton, que pronto abrirá un local en ese distrito.

Pero toda esta “movida” artística y cultural tiene nombre: Craig Robins, un abogado que nació y creció allí y cuyo amor por el arte lo convirtió en coleccionista. Fue artífice de la recuperación del distrito art deco de South Beach, hace 20 años y hace 10 comenzó a planificar su propio distrito de arte y diseño, el Design District.

Para llevar a cabo su proyecto, conformó su propia inmobiliaria y desarrollista (real estate), Dacra, con la que logra millonarias inversiones en una zona que había entrado en un cono de sombras.

Allí cerca, en el límite del Design District, en la calle 36, comienza el vecino Wynwood Arts District, en el que se ubican más de 70 museos, galerías, depósitos y espacios para exhibición, como el nuevo espacio del Museo de Arte Contemporáneo (MOCA), en Goldman Warehouse.

Al 2732 de la NW 2nd Avenue, por ejemplo, ayer inauguró el espacio Atelier 1022, de la rumana Ellie Perla.

En esta zona, las paredes hablan por sí mismas en idioma plástico. Artistas reconocidos y otros no tanto, dejan volar su creatividad en muros y paredes, que convierten el lugar en un auténtico museo de arte al aire libre.

Música sinfónica. La evolución de Miami como destino internacional impacta directamente en la vida cultural de la ciudad. Esto hace que la ciudad se perfile como la meca del arte del siglo 21, tanto que los arquitectos más renombrados del mundo, como Robert A. M. Stern, Arata Isozaki y el argentino César Pelli, le están cambiando la cara de la ciudad.

Precisamente, Pelli fue el diseñador del Adrienne Arsht Center de Miami Dade County, que inauguró en octubre de 2006. El complejo, de 53 mil metros cuadrados, construido sobre Biscayne Boulevard, es uno de los cuatro mayores centros en Estados Unidos que cuentan con tres diferentes instalaciones para producciones artísticas, como ballet, ópera, teatro y música sinfónica.

Otro moderno edificio, inaugurado en enero de este año y proyectado por el arquitecto Paul Ghery, es el New World Symphony, una magnífica e imponente construcción ubicada en Miami Beach, dedicada al perfeccionamiento de graduados de las escuelas y academias de música, altamente capacitados, para brindarles la oportunidad de ocupar luego lugares preponderantes en las grandes orquestas del mundo.

Es como un gran laboratorio de música, donde se apunta al desarrollo artístico, personal y profesional de los músicos destacados, a través de un programa de becas. Todos los años se anotan para participar miles de jóvenes músicos. pero sólo quedan unos pocos. En 2010 hubo 1009 audiciones, de las que surgieron sólo 31 nuevos becarios.

Además, cuenta con un auditorio con capacidad para 750 espectadores, con una de las mejores acústicas del mundo.

Para quienes no consiguen ingresar, en la Mary & Howard Plaza, hay un complejo sistema de audio, con grandes tubos que recorren todo el espacio abierto, y una de las paredes del edificio funciona como pantalla gigante. El sonido y la visión tienen poco que envidiarle a lo que ocurre en el interior.