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Mérida, corazón de la cultura maya

(Fotomontaje Javier Candellero).
(Fotomontaje Javier Candellero).

El nuevo eslogan, oficial promocional, de Yucatán dice: “2012 no es el final de nada. Sólo estamos ante un nuevo comienzo”. Mérida, capital de esa región mejicana, propone disfrutar de las ruinas mayas, del patrimonio colonial y de las playas cercanas.

Si usted es supersticioso, puede hojear esta página desde la desconfianza que suele generar lo desconocido, sobre todo cuando las predicciones auguran situaciones terminales. Si no lo es,

en cambio, puede adentrarse a conocer un poco Mérida, la ciudad mejicana, capital de Yucatán, despreocupado de todo anuncio agorero.

Estas prevenciones –irónicas, claro está– vienen al caso por las reacciones que ha provocado la hiperdifundida profecía maya, en la cual muchos ven un final anticipado del mundo, tal como hoy lo conocemos, para el 21 de diciembre de 2012.

Preferimos saldar la polémica adhiriendo a la ingeniosa salida marketinera que eligieron las propias autoridades de Mérida, considerada el corazón del denominado Mundo Maya. “2012 no es el final de nada. Sólo estamos ante un nuevo comienzo”, marcan, citando el nuevo eslogan elegido justamente para promocionar el turismo en la región.

Como sea, estos meses en la cuenta regresiva para el 21-12-2012 resultan particularmente interesantes para visitar la capital de Yucatán, a la cual atractivos no le faltan.

Mérida tiene encanto colonial, ruinas mayas por doquier, playas a 30 kilómetros al norte, y por si esto fuera poco, más de un centenar de cenotes donde darse un chapuzón y disfrutar de las caprichosas formas que dibujan las estalactitas y estalagmitas en las cuevas y grutas.

El arribo a Mérida sorprende. De movida, el contraste entre el millón de habitantes que acusan los censos y la chatura de su desarrollo urbanístico en altura, no parecen darse la mano. Es una ciudad muy extendida, con pocos edificios, que conserva su raíz bajo la forma de un casco histórico que destila aires coloniales.

La mixtura indígena-colonial está en todas partes, aunque en este caso con una particularidad: en Mérida no hubo conquista y sometimiento de los pueblos originarios como sí ocurrió en otras ciudades de América, tras la llegada de los españoles hace cinco siglos.

Mérida surgió casi como un regalo de los Reyes Magos: se fundó el 6 de enero de 1542 sobre los restos de la ciudad maya de T\'Hó (abreviatura de Ichcaansihó, que en maya significa “cinco cerros”), que ya lucía deshabitada cuando arribaron los conquistadores.

El fundador fue el español Francisco de Montejo y León, también conocido como “el Mozo”.

Desde entonces, conviven en la ciudad vestigios de ambas culturas. El espíritu colonial de los siglos XVII y XVIII se asoma en las calles empedradas y edificios del casco histórico; en las decenas de haciendas esparcidas en el área urbana; y hasta en el nombre mismo de la ciudad (le pusieron Mérida en honor a la española Mérida de Extremadura).

Los vestigios mayas subsisten, en tanto, en los materiales de sus ruinas, que los españoles reutilizaron para levantar sus propios templos; en el habla diaria de los yucatecas, que enriquecen su español con numerosos términos de raíz indígena; y especialmente en las decenas de sitios arqueológicos que se pueden visitar.

Mérida es ideal para hacer base y desde allí moverse hasta las ruinas de Izamal (72 kilómetros), Uxmal (78 kilómetros) y por supuesto la imponente Chichén Itzá (a 124 kilómetros), con su emblemática pirámide de Kukulkán, una maravilla arquitectónica, donde también se reflejan los conocimientos mayas en materia de matemáticas y astronomía.

Pese a ser el punto de referencia natural del Mundo Maya, Mérida en cierto modo fue relegada en materia turística por los brillos y el lujo de Cancún, que también ofrece el combo de playas con aguas azul turquesa y escapadas a Chichén Itzá (está a mitad de camino entre Mérida y Cancún).

Por eso es una buena opción hacer el recorrido inverso: arrancar en Mérida y sus encantos, para luego desandar por una carretera bastante tranquila los 300 kilómetros que la separan de Cancún.