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Lo mejor de Marruecos entre azules y naranjas

De la medina de Chefchauen, un pueblo de montaña que parece un pedazo de cielo, al Sahara, que con una superficie similar a China es el desierto cálido más grande del mundo.

Todos los años, un pequeño pueblo al norte de Marruecos se enciende y se alborota. Es el momento de la esperada celebración de Laouacher, un evento en el que miles de personas se disponen a limpiar, arreglar y pintar las casas de Chefchauen.

Sus calles de un color azul que hipnotiza se resisten a perder el encanto y se lavan la cara para seguir contagiando ese aire mágico y calmo que las hace únicas. Así, miles de litros de pintura azul y blanca se mezclan en todas las proporciones posibles para hacer de este lugar un pedazo de cielo en la tierra.

Originalmente fundada en el año 1471 por la etnia amazigh (conocida como bereber), esta ciudad fue luego poblada por musulmanes y judíos expulsados del territorio de al-Ándalus durante la reconquista española. Es por esta razón que su personalidad recuerda a los pueblos andaluces del sur de España, y que resulta en esa perfecta combinación entre lo conocido y lo exótico.

DATOS. Información útil para descubrir Marruecos.

El porqué del azul no se conoce con certeza, pero una de las teorías más aceptadas es la que explica que los judíos pintaban las puertas de azul para diferenciarse de la religión islámica, que se veía representada en el color verde.

Sea cual sea el motivo de la elección del color, caminar lento y dejarse perder en los intrincados pasadizos que forman la medina es la forma perfecta no sólo para descubrir la fascinante cultura marroquí sino también para dejarse enamorar. Las callejuelas, siempre angostas y desiguales, forman un laberinto que trepa lento por las laderas de las montañas del Rif, mientras que el clima tiene ese aire de sierra y pueblo que relaja e invita a dejar todo atrás.

La plaza Uta el-Hamman es el corazón de Chefchauen. Numerosos locales ofrecen artesanías típicas de la zona, por las que normalmente hay que regatear antes de comprar. Además, pequeños bares y restaurantes prometen comidas y bebidas tradicionales para saborear la cultura local, entre las que el té de menta fresca es una de las especialidades.

Un arenero interminable

Con una superficie similar al tamaño de China, el Sahara, un territorio dominado por el silencio y la aparente quietud, abarca 11 países del norte del continente africano y es el desierto cálido más grande del planeta.

Una de las puertas de acceso a este vasto mundo es la ciudad de Merzouga que, situada muy cerca de la frontera con Argelia, representa uno de los destinos mejor desarrollados para adentrarse en la magia del desierto.

Las inmensas montañas de Erg Chebbi son como un interminable arenero. Exhiben líneas perfectamente onduladas, que dividen las dunas en luces y sombras de una arena que cambia de color según los antojos del sol. De pálidos rojizos al amanecer, estridentes naranjas al mediodía y preciosos dorados al atardecer, el solitario desierto danza con las diferentes tonalidades de azul del cielo y de las vestimentas de los imazighen (popularmente llamados bereberes) que surcan la arena al compás del viento.

El sol espera a que los viajeros lleguen al campamento, formado por minúsculas tiendas en comparación con la inmensidad que las rodea. Los dromedarios descansan merecidamente después de la travesía y el atardecer perfecto sucede en una armoniosa y silenciosa sinfonía de vivos colores en un mar de paz y silencio absoluto.

Después de una merienda típica del desierto, las más valientes de las estrellas empiezan a aparecer en el cielo seguidas por otras millones. Los guías imazighen encienden la fogata y entre cantos ancestrales hablan de sus orígenes y su cultura, tan interesante como pocas veces escuchada.