buscar

Las mil y una noches

En esta ciudad hija del verano, la noche puede durar todo el día.

En esta ciudad hija del verano, la noche puede durar todo el día.

Impresiona la gran cantidad de bares, pubs y discotecas, para todas las edades y estilos, que bordean Puerto Marina, en Benalmádena.

Desde las terrazas se pueden ver atracados, uno al lado de otro, lujosos yates y embarcaciones iluminadas que encienden el Mediterráneo.

Durante los  fines de semana, a partir del jueves, esta zona explota, y la recomendación es estudiar un poco la oferta antes, y después decidir en dónde sentarse, porque la variedad es enorme y de cada lugar hay una persona que desde la puerta lo tentará para probar tal o cual trago o escuchar a tal cantante.

Prohibido marearse, la noche es larga.

Si el plan es tener una salida más tranquila, “La cervezateca” puede cumplir el cometido. Ubicado en la calle Casablanca, una de las principales, este bodegón de mesas altas, mucha madera y buena música, ofrece más de 100 cervezas de todo el mundo, “las más famosas”, según promete.

Uno podría pasarse horas mirando la carta que presenta a cada ejemplar con una completa ficha técnica en la que destaca una foto, el país de origen, su graduación alcohólica (hay algunas de hasta 14 grados) y la historia.

Este pub es sólo una muestra de la diversidad de opciones que hay, cada una de ellas con una atracción particular.


De compras. Para quienes disfrutan de hacer compras, durante el día pueden visitar infinidad de negocios a la lo largo de la peatonal -y calle céntrica principal- San Miguel, que desemboca en las escalinatas blancas: un paseo lleno de recovecos. Allí encontrará de todo como mayólicas con frases divertidas, filigranas, carteras de cuero marroquí, colgantes con piedras exóticas y una infinidad de objetos más. No le alcanzará una sola mañana para ver todo lo que hay en el lugar.

Las escalinatas desembocan en la playa, donde se distribuyen un parador al lado del otro, ideal para tirarse a tomar sol mientras se disfruta de un trago y del mar.

Un detalle nada menor es que  en las playas de Torremolinos, cuyas arenas no son blancas sino más bien compactas, no atosigan los vendedores ambulantes.


Fiesta de San Miguel.
Setiembre es sin dudas el mes más indicado para visitar Torremolinos, no sólo por la temperatura que oscila entre los 28 y los 30 grados, sino también por las celebraciones de San Miguel.

En esas fiestas, la ciudad no duerme.

Las calles se visten de estandartes y pasean las carrozas, al tiempo que los restaurantes abren a todos sus puertas e invitan frituras, paellas y demás manjares.

El ritual es ir de lugar en lugar probando las especialidades de cada casa. Una muestra más de cobijamiento para el turista, que en ningún momento se sentirá forastero.