buscar

Lampedusa y la playa más bella del mundo

Esta islita situada al sur de Sicilia es el último confín de Europa antes de África. Pequeña y remota, tiene algunos de los más impactantes escenarios naturales del Mediterráneo.

Desde la ventanilla del avión, Lampedusa parece un pequeño triángulo irregular rodeado de los manchones azules y turquesas que dibujan las aguas del Mediterráneo. Atrás quedó la punta de la bota italiana; atrás quedó la gran isla de Sicilia. Ahora estamos más cerca de Túnez que de Europa, y por eso este pequeño territorio insular fue noticia en los últimos años: no pasa semana sin que una embarcación con inmigrantes desembarque en el puerto, que sólo había sido noticia en 1986 cuando Khadafi disparó un par de misiles desde Libia. Y sin saberlo –así lo cuenta Nino Taranto, que preside la ONG Archivio Storico Lampedusa– también disparó un boom turístico: los alemanes primero, y los italianos después, descubrieron que no había aquí ningún peligro sino un paraíso virgen de playas asombrosas y auténtica slow life. Aunque alguien ya lo sabía: Domenico Modugno, quien con su mansión sobre la Playa de los Conejos –que todos los años figura en los primeros puestos de las playas más bellas de Europa y el mundo– miraba cada verano hacia aquel blu, dipinto di blu (cielo pintado de azul) que remite a los colores del mar en su canción Volare.

DATOS ÚTILES. Información útil para tomar sol en Lampedusa.

“Ciao, bella”

Lampedusa tiene una sola calle principal, la peatonal Vía Roma, y varios de sus negocios –sobre todo bares, restaurantes, heladerías y locales de suvenires donde reina la muy protegida tortuga Caretta caretta, que cada año desova en estas playas– exhiben todavía la foto del papa Francisco, quien eligió la isla como destino de su primer viaje pontificio.

La animación se siente sólo en julio y agosto, cuando comienza la temporada alta y empiezan a llegar los vuelos chárter desde el norte de Italia, y al atardecer, cuando los visitantes se resignan a dejar las playas de aguas diamantinas. Es la hora en que la calle se llena de movimiento y los grupos de jóvenes se reúnen en un balcón con vista al puerto de veleros.

Playas y atardeceres

La Playa de los Conejos, sobre la Isla de los Conejos (en realidad, una península que queda aislada al subir la marea), es la más célebre de las playas pero no la única: allí están Cala Francese, Cala Pisana, Cala Pulcino, Cala Maluk y muchas otras, algunas de aguas profundas e ideales para el buceo, otras conocidas por sus grutas preferidas por los navegantes porque resultan inaccesibles por tierra. Enzo Natoli tiene en el puerto una de las embarcaciones con las que lleva a dar la vuelta a la isla: con él, durante todo un día, es posible navegar y ver desde el mar cada uno de estos pequeños paraísos naturales, comiendo a bordo la pesca del día que él mismo prepara y zambulléndose a gusto en las aguas transparentes donde de vez en cuando se ven pasar veloces y pequeños cardúmenes como los que perseguía Filippo, el niño de Respiro, el filme de Emmanuele Crialese que reflejó la vida diaria en una Lampedusa alejada de los reflectores turísticos.

Al atardecer, tal vez sea O’Scia el mejor lugar de la isla. Este bar-club construido sobre la escollera noroeste de Lampedusa fue levantado con materiales de recuperación de la pesca: redes, anclas, maderas de embarcaciones. Desde aquí se ve la mejor puesta de sol, con vista hacia el faro de Capo Levante, los pesqueros que regresan al puerto y de vez en cuando manadas de delfines que asoman los lomos sobre las olas. Un pequeño mirador también invita a divisar las islitas de Linosa y Lampione, que forman junto con Lampedusa el archipiélago de las Pelagias. Y, si después se disfruta trasnochando en la playa, Capo Grecale es el lugar ideal para ver el amanecer y volver a descubrir aquel “mar color de vino” que cautivó a Homero y por donde Ulises, el primer turista del mundo, también navegó tal vez muy cerca de estas costas tan fascinantes como remotas.