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La perla del Adriático

El pequeño puerto fue dominio griego, luego pasó a ser posesión romana y en el siglo XVII llegó a manos croatas.

Para llegar desde el crucero Costa Victoria a las costas de Dubrovnik, es necesario utilizar las lanchas de salvamento que tiene la nave, con capacidad para 120 personas cada una. En contados minutos se puede observar la magnífica muralla de 1.900 metros de largo con paredes de entre cuatro y seis metros de ancho, que rodea la ciudad de Dubrovnik, a la cual se ingresa por cualquiera de las cinco puertas que tiene sobre el puerto.

Al entrar por la puerta Placa, comienza una interesante caminata por la calle principal, Placa Stradum, con piso de mármol, de 292 metros de largo y bastante ancha, conduce hasta la puerta Pile.

Se pasa por la Torre del Reloj de 31 metros de alto coronada por dos pequeños muñecos, Maro y Baro que tocan las campanadas.
Al frente se encuentra el Sponza Palace, antigua Casa de la Moneda, convertida hoy en el Archivo del Estado y unos metros más adelante, en la Placa Luza, destaca la Columna con la imagen de Orlando, símbolo de la independencia de la ciudad.

Bares y restaurantes. A lo largo de toda la calle se encuentran numerosos bares donde un café puede costar hasta 2 euros, restaurantes, negocios de venta de souvenir, y casas de cambio, ya que su moneda es el kuna porque Croacia no pertenece a la Unión Europea.
La cotización es 1 euro=7 kunas.

Al final del trayecto está la Fuente de Onofrio, construida en 1438 para abastecer de agua a los pobladores de la entonces villa. En ese mismo lugar se puede iniciar el ascenso a la muralla, coronada por 20 torres,  previo pago de 7 euros, y cuyo recorrido demora poco más de una hora.

En el casco antiguo no está permitido el paso de vehículos para preservar el que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1979 y ampliado en 1994.

Dubrovnik también sufrió las consecuencias de la Guerra de los Balcanes que terminó en 1995, y si bien sus casas y edificios fueron destruidos en un 70 por ciento. En la actualidad no quedan prácticamente rastros del efecto de las bombas ya que todos los tejados rojos y las viviendas fueron reconstruidos de la misma forma gracias a que en el Archivo Oficial se guardaban los planos de todas las construcciones tras los terremotos de 1667 y 1979 que destruyeron las dos terceras partes de la ciudad.

De esta forma hoy se puede caminar por sus calles como si nada hubiese ocurrido.

Todos a la plaza. La Plaza Gundulich es uno de los sitios mas concurridos, especialmente por los turistas, porque allí funciona todos los días un pintoresco mercadillo en el que se pueden adquirir productos y artesanías regionales y también probar algunas exquisiteces como el licor de mandarina.

La Catedral de San Blas, patrono de la ciudad y también de las gargantas, hace que lleguen a Dubrovnik, cantantes de todo  el mundo para pedir por su voz. El templo está construido sobre otras dos iglesias antiguas  y posee un magnífico tesoro el cual está prohibido fotografiar.

En otras épocas la Catedral sólo se abría tres veces al año pero ahora se puede ingresar todos los días.

La ciudad cuenta además con dos universidades, una pública y otra privada de la orden de los Dominicos cobijada bajo la iglesia de Santo Domingo.

Uno de los edificios más visitados desde el mar, es el Lazareti, ubicado frente al ingreso a la ciudad, cuyo origen se remonta al siglo 17 y que se utilizaba para internar en cuarentena a todos aquellos que sufrieran enfermedades infecciosas. Allí llegaban en grandes caravanas de barcos desde distintos lugares del mundo.

Fuera de la muralla, se encuentran los barrios modernos y los más importantes hoteles como el caso del Grand Villa Argentina que obviamente por su nombre, llama la atención de los turistas. La vista que se observa desde el Monte San Sergio (Sdrj) cubierto de cipreses es realmente sensacional.

Frente a la ciudad está la isla de Mljet, que es Parque Nacional, y a la cual se puede llegar tras el viaje de una hora en ferry.

Una leyenda cuenta que allí  Ulises estuvo siete años encantado por la ninfa Calypso, lo cierto es que el lugar goza de un silencio sólo interrumpido por los turistas que visitan además, un pequeño monasterio benedictino del siglo XII ubicado en medio del Gran Lago.

A pedir de boca

La gastronomía croata tiene  influencia griega, italiana y mediterránea, y se basa en pescados y mariscos del Adriático. En los restaurantes de Dubrovnik es recomendable disfrutar de un plato a base de “prstaci” (almejas) o un “brodet” (guisado de pescado y arroz). A estos se sugiere acompañarlos por un gustoso vino de la Península de Peljesac.