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La Costa de los Corales, belleza que hipnotiza

Las playas de Recife se colman de bañistas hacia el mediodía. Conviene ir bien temprano. (Gentileza: Mario Cherrutti)
Las playas de Recife se colman de bañistas hacia el mediodía. Conviene ir bien temprano. (Gentileza: Mario Cherrutti)

Entre Recife y Maceió corre la única barrera de coral del Atlántico Sur formando increíbles piscinas naturales.

Brasil cuenta con ocho mil kilómetros de litoral, lo que lo convierte en la costa tropical más grande del mundo. En el nordeste, frente a las costas de los estados de Pernambuco y Alagoas, una barrera de 135 kilómetros de arrecifes de coral, a tan sólo seis kilómetros de la orilla, dibujan una geografía de playas y piscinas, con aguas calmas y cálidas, aptas para todos los públicos.

Un buen plan es llegar a Recife, capital de Pernambuco, y tomar el vuelo de regreso desde Maceió, capital de Alagoas, o al revés. Además de pasar un par de días en estas dos grandes ciudades, vale la pena recorrer con tiempo los 265 kilómetros entre una y otra y conocer sus pueblos y playitas, entre ellos los dos polos turísticos: Porto de Galinhas, perteneciente a Pernambuco, y Maragogi, en el estado de Alagoas.

El clima cálido permite disfrutar de la playa todo el año. (Gentileza: Mario Cherrutti)
El clima cálido permite disfrutar de la playa todo el año. (Gentileza: Mario Cherrutti)

Recife

Fundada en 1537, es una ciudad con algo más de un millón y medio de habitantes, atravesada por varios ríos y puentes, por lo que la llaman la Venecia de Brasil. Su artesanía es una de las mejores del país y se aprecia, en especial, en La Casa de la Cultura, que funciona en lo que fuera una antigua cárcel del siglo 19. Hoy es un mercado donde se destacan los bordados a mano, típicos de Pernambuco, y la cerámica.

La cerámica es una artesanía típica del estado de Pernambuco. (Gentileza: Mario Cherrutti)
La cerámica es una artesanía típica del estado de Pernambuco. (Gentileza: Mario Cherrutti)

Quienes visitan Recife van hasta Olinda, una ciudad colonial, siete kilómetros al norte, famosa por su carnaval da rua. Lo mejor es perderse por sus callecitas de edificios coloridos y adoquines, ya sea en subida o en bajada, y toparse de pronto con la iglesia da Sé, con el mar de fondo o el conjunto de Convento de San Francisco, la iglesia Nuestra Señora de las Nieves y la Capilla San Roque, de 1585, la más antigua de Brasil. Muchos comparan su belleza con el Pelourinho de Salvador de Bahía o Parati, con quienes comparte un centro histórico colonial bien conservado.

Porto de Galinhas

A menos de una hora de auto de Recife, a 76 kilómetros, llegamos a esta ciudad. Su nombre alude a cuando la esclavitud fue abolida en Brasil en 1888, los esclavos siguieron llegando de contrabando encubiertos como cargamentos de gallinas. Hoy, estos animales están multiplicados en artesanías y suvenires y en simpáticas gallinas gigantes pintadas de colores en las calles y en la puerta de muchas tiendas.

Coloridas gallinas alegran el centro de Porto de Galinhas. (Gentileza: Mario Cherrutti)
Coloridas gallinas alegran el centro de Porto de Galinhas. (Gentileza: Mario Cherrutti)

Se trata de una playa alegre y concurrida, llena de bares donde tomar agua de coco, tragos decorados y comer una langosta a la plancha recién sacada del agua. Decenas de jangaderos (pescadores) en la orilla ofrecen llevar a los turistas hasta las piscinas que están a pocos metros cuando sube la marea. El agua es verde turquesa, transparente y llena de peces que se ven desde la jangada (especie de balsa), aunque lo mejor es tirarse al agua con una máscara y snorkel.

Las playas de Recife se colman de bañistas hacia el mediodía. Conviene ir bien temprano. (Gentileza: Mario Cherrutti)
Las playas de Recife se colman de bañistas hacia el mediodía. Conviene ir bien temprano. (Gentileza: Mario Cherrutti)

Muy cerca está Muro Alto, una playa con un muro de roca paralelo a la orilla, a 50 metros, que forma una piscina más o menos profunda, según el momento de la marea. Se puede nadar hasta el muro, trepar, caminar por arriba y ver escondidos erizos, cangrejos, caracoles y otros tesoros del mar. Aquí están los resorts románticos y más sofisticados.

Durante la bajamar quedan al descubierto paredes de roca llenas de vida. (Gentileza: Mario Cherrutti)
Durante la bajamar quedan al descubierto paredes de roca llenas de vida. (Gentileza: Mario Cherrutti)

Maracaípe

Es la próxima playa y una de las mejores de Brasil para surfear. A la noche, las tablas se guardan y empieza el relax de los bares, con cerveza, caipiriñas y música en vivo. Unos kilómetros más hacia el sur, llegamos a Carneiros, para muchos una de las mejores playas de todo Brasil. Una tupida barrera de cocoteros le da marco a la arena blanca y al mar azul. Una pequeña iglesia dedicada a San Benedicto, conocida como igrejinha dos Carneiros, levantada en la arena en el siglo 18, es la postal más instagrameada de esta costa.

La iglesia de San Benedictino, en Carneiros, es ya una postal clásica de esta costa. (Gentileza: Mario Cherrutti)
La iglesia de San Benedictino, en Carneiros, es ya una postal clásica de esta costa. (Gentileza: Mario Cherrutti)

La mejor manera de llegar es en buggy por la playa. Quienes se queden varias horas, verán paisajes muy distintos según el momento de la marea, que puede subir o bajar hasta 50 metros. Tamandaré es una de las últimas playas de Pernambuco, en el límite sur. Son 16 kilómetros de playas con un paredón de corales a 200 metros de la playa. En la punta norte se pueden visitar las ruinas de la iglesia de San José.

Los Buggys son la forma más fácil para moverse. Se pueden alquilar con o sin chofer. (Gentileza: Mario Cherrutti)
Los Buggys son la forma más fácil para moverse. Se pueden alquilar con o sin chofer. (Gentileza: Mario Cherrutti)

Maragogi

La próxima playa, ya en el estado de Alagoas, es Maragogi, con las aguas más transparentes del país y por eso la llaman el Caribe brasileño. Con menos infraestructura que Porto de Galinhas, Maragogi cuenta con 22 kilómetros de playas, un par de resorts, posadas de buen diseño y restaurantes frente al mar que ofrecen también el paseo en catamarán a las Galés, la perla de esta región. Entre sus 10 playas, la del centro es la que concentra las agencias que ofrecen paseos en buggy y catamarán.

Las Galés son piscinas formadas en medio de corales, a seis kilómetros de la orilla a la que debe llegarse sí o sí en una embarcación. Se trata de un área de preservación ambiental, por lo que no están permitidas las patas de rana y se recomienda utilizar remeras con protección UV antes que protector solar.

Las Galés no son las únicas piscinas naturales, pero sí las más concurridas. (Gentileza: Mario Cherrutti)
Las Galés no son las únicas piscinas naturales, pero sí las más concurridas. (Gentileza: Mario Cherrutti)

Los pasajeros caminan por el mar retirado, con el agua a los tobillos, hasta los catamaranes que parten de la playa céntrica. Después de media hora de navegación anclan uno junto a otro para que los pasajeros se zambullan y sean parte de ese universo silencioso y lleno de vida por una hora.

En todas estas playas, la tabla de mareas se consulta más que la Biblia, ya que es el mar quien dicta la actividad del día. Los paseos a las Galés se realizan en el punto máximo de la bajamar y esto cambia diariamente. Es imprescindible planificarlo con anticipación porque, algunos pocos días al mes, la bajamar ocurre de noche o de madrugada y ese día no hay paseo. Además de las Galés, hay otras dos piscinas menos concurridas que se pueden visitar: Taocas y Barra Grande.

La diferencia entre la bajamar y la pleamar en el nordeste es muy marcada. (Gentileza: Mario Cherrutti)
La diferencia entre la bajamar y la pleamar en el nordeste es muy marcada. (Gentileza: Mario Cherrutti)

Próximos a los botes, niños venden bolinho de goma, una pastelería típica de la zona que se amasa de manera artesanal en la vecina playa de São Bento.

La playa de Antunes, más alejada, no cuenta con infraestructura, pero es de una gran belleza. Muy cerca de ahí, en Japaratinga se ven familias enteras pescando en la orilla; las mujeres sentadas en la orilla desenterrando moluscos, los hombres en el agua buscando pulpos y langostas. Camino hacia el monte, el mirador Monte Tabor ofrece una vista panorámica de la playa y los cocoteros.

Desde el mirador Monte Tabor se ve la playa de Japaratinga y las últimas playas de Alagoas, antes de Maceió. (Gentileza: Mario Cherrutti)
Desde el mirador Monte Tabor se ve la playa de Japaratinga y las últimas playas de Alagoas, antes de Maceió. (Gentileza: Mario Cherrutti)

Si bien el mar hipnotiza, la naturaleza aquí tiene más para dar. En el río Tatuamunha se preserva el manatí, un mamífero de agua dulce en peligro de extinción. En medio de manglares con cangrejos rojos y azules es posible navegar en una jangada tras la pista de los manatíes, que pueden llegar a pesar 400 kilogramos. Otro paseo imperdible para hacer en tierra es la caminata guiada por la selva hasta una cascada y un inmenso árbol llamado visgueiro que, dicen, tiene cinco siglos.

Desde Maragogi se puede conocer la trilha do visgueiro, un árbol de 500 años. (Gentileza: Mario Cherrutti)
Desde Maragogi se puede conocer la trilha do visgueiro, un árbol de 500 años. (Gentileza: Mario Cherrutti)

Maceió

El punto final del viaje es la moderna capital de Alagoas, con un millón de habitantes, sofisticada gastronomía y una envidiable avenida costanera que bordea playas llenas de palmeras con cocos verdes y puestos donde venden jugos y helados, como el de açaí, preparado con el fruto de la palmera amazónica a la que le atribuyen poderes energizantes.

Energía es justamente la palabra para sintetizar la alegría y fuerza del nordeste brasileño y su gente.

Las jandeiros llevan a los turistas hasta las piscinas que están a pocos metros en la marea alta. (Gentileza: Mario Cherrutti)
Las jandeiros llevan a los turistas hasta las piscinas que están a pocos metros en la marea alta. (Gentileza: Mario Cherrutti)

Datos útiles

Cómo llegar. Gol tiene vuelos Córdoba-Recife con escala en São Paulo desde 242 mil pesos. Duración del vuelo: 7.45 horas. www.voegol.com

Dónde dormir. Recife: Grand Mercure Boa Viagem. Av. Boa Viagem 4.070. Desde 18 mil pesos la habitación doble con desayuno. Porto de Galinhas: Solar Porto de Galinhas. Rodovia PE-09, Km 07, s/n. Desde 48 mil pesos la habitación doble con desayuno. www.solaportodegalinhas.com.br Praiagogi: Rodovia AL-101 Norte, 124 Praia de Camacho. Maragogi: desde 70 mil pesos la habitación doble con desayuno. www.pousadapraiagogi.com Maceió: Hotel Maceió Atlantic. Av. Álvaro Otacílio 4.065. Desde 27 mil la habitación doble con desayuno. www.maceioatlantic.com.br

Qué comer. Además del agua de coco y los jugos de frutas tropicales, la tapioca es un emblema de Pernambuco. Es una tortilla de harina de mandioca con distintos rellenos, el más tradicional es de coco rallado y queso coalho, pero también puede ser de carne seca, pollo deshilachado o dulce con frutas y miel o dulce de leche.

Más información: www.visitbrasil.com